?ngel ?lvarez Caballero, adi¨®s a un maestro del flamenco
El cr¨ªtico musical, que empez¨® a escribir en EL PA?S en 1981, muere en Madrid
Periodista, ensayista, articulista, pero, sobre todo, estudioso y cr¨ªtico de flamenco, ?ngel ?lvarez Caballero (Valladolid, 1928) nos ha dejado con el silencio que acompa?¨® sus ¨²ltimos a?os. Va para tres ya que su voz, que era su firma en estas p¨¢ginas de EL PA?S su peri¨®dico, se acall¨®. Pero, hasta el cercano 2012, mantuvo su l¨ªnea de colaboraci¨®n con este medio, en el que empez¨® a escribir en 1981. M¨¢s de treinta a?os, pues, en los que se acumulan millares de art¨ªculos, rese?as, cr¨®nicas y reflexiones que nos mantuvieron informados, formados y documentados a much¨ªsimos aficionados, convertidos en fieles lectores, que segu¨ªamos su relato flamenco y nos acostumbramos a su personal estilo, elegante y respetuoso que, con el tiempo, fue otorgando al g¨¦nero unas caracter¨ªsticas y un rigor que bien estaba necesitando por esos a?os: cuando ¨¦l comienza sus labores period¨ªsticas, la cr¨ªtica flamenca en prensa escrita estaba a¨²n en periodo de construcci¨®n, por no decir que era pr¨¢cticamente inexistente en los medios de ¨¢mbito nacional.
?l, junto a unos pocos m¨¢s, contribuy¨® primero a abrir ese espacio para el flamenco, y despu¨¦s a consolidarlo con una atenci¨®n seria y continua, para que este arte ocupara as¨ª el espacio que merece como la genuina manifestaci¨®n cultural y art¨ªstica que es. ?ngel hizo, adem¨¢s, honor a su apellido en el trato personal con artistas y compa?eros, por m¨¢s que la defensa de sus postulados y de su ideario est¨¦tico dentro del flamenco le haya podido llevar a encendidos debates en algunas ocasiones. Quiz¨¢s, porque para escribir de lo que escribimos es necesaria mucha afici¨®n, amor por este arte, y esos terrenos no est¨¢n exentos de pasi¨®n.
?lvarez Caballero, por edad y por algunas cosas m¨¢s, se podr¨ªa encuadraR en una generaci¨®n de intelectuales y profesionales que, dentro de la ola que supuso la etapa de revalorizaci¨®n del flamenco, aunaron esa pasi¨®n y afici¨®n con el conocimiento y con la posterior difusi¨®n del mismo. Una generaci¨®n a la que debemos aportaciones que llegaron a ser imprescindibles en su momento y que reflejan la aproximaci¨®n personal de cada uno de ellos a este arte y un cierto intento de sistematizaci¨®n, de catalogaci¨®n de sus siempre vivas y variantes formas. La obra de estudio de ?ngel, que comienza a aparecer casi de forma paralela a su llegada a EL PA?S abarca m¨¢s de una docena de t¨ªtulos en los que la investigaci¨®n y el conocimiento se ofrecen de manera equilibrada con la experiencia que dan los testimonios recogidos de viva voz de sus protagonistas. Para obtenerlos, ¨¦l fue uno de esos tantos aficionados que, en tiempos heroicos, hicieron veranos llenos de rutas flamencas (su compa?era Pilar de copilota), de festival en festival, por carreteras nacionales y en autos a los que no hab¨ªan llegado los aires acondicionados.
De esa docena larga de publicaciones hay que quedarse con su trilog¨ªa dedicada a cada una de las disciplinas del flamenco: el cante, el baile y el toque, que por ese orden fueron viendo la luz. Primero fue el dedicado al cante (Alianza Editorial, 1994), que era heredero de su Historia del Cante Flamenco de principios de los a?os ochenta. Luego llegar¨ªa el del baile (Alianza, 1998), que en el momento en que es publicado supone una inexistente s¨ªntesis de su historia, desde los caf¨¦s cantantes a los festivales. Por ¨²ltimo, en 2003, el del toque, que cierra el ciclo. Hay una obra m¨¢s de ?ngel que quiz¨¢s no haya sido suficientemente conocida y que constituye un impagable testimonio del baile de una escuela, la sevillana, adem¨¢s de un hermoso volumen. Producto de sus estancias en el Festival de J¨¦rez, naci¨® Tratado de la Bata de Cola (Alianza, 2003), escrito en colaboraci¨®n con la maestra Matilde Coral y con ilustraciones de Juan Vald¨¦s.
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