Gala m¨¢s que Real
Lejos han quedado las inauguraciones en las que un buen pu?ado de foco internacional acud¨ªa a dar cuenta de las provocaciones propias de Gerard Mortier
Al principio se confrontaron los himnos. Primero, el espa?ol, para recibir a los reyes en el palco. Despu¨¦s el Dios salve a la reina brit¨¢nico que apunta t¨ªmidamente la Obertura de Roberto Deveraux (Donizetti). Por las notas, podr¨ªa tratarse de dos territorios ajenos. Pero no hay ¨®pera, por muy vacua, belcantista y demod¨¦ que sea, que no ofrezca gui?os y espejos en los que mirarse.
Esta historia de un hombre de acci¨®n pol¨ªtica y guerrera por quien suspira una rendida reina Isabel de Inglaterra, descompuesta en su proverbial austeridad sexual, parec¨ªa a veces el descarado reflejo de un patio de butacas que no pod¨ªa evitar sus paralelismos con la acci¨®n. Estaba poblado de exministros amortizados, lideresas crepusculares y valores emergentes, como Manuela Carmena, alcaldesa de Madrid, en discreto segundo plano.
Una l¨¢stima que Esperanza Aguirre no pudiera controlar su adicci¨®n al m¨®vil desde el comienzo del primer acto. Cuando el coro tronaba El soberbio pagar¨¢ sus errores, no fue capaz de contener su ansia de bombardear con mensajes a quien quiera que fuese. Perdi¨® lo que podr¨ªa parecer toda una alusi¨®n directa. La ¨®pera siempre le aburri¨®. Aunque la cabeza del PP madrile?o bien pudiera parecer un trasunto de Lady MacBeth en connivencia con una Carmen poderosa y castiza. Cu¨¢nto podr¨ªa aprender.
S¨ª en cambio permanec¨ªan atentos Ana Botella, Elena Salgado, Carmen Calvo y Alberto Ruiz Gallard¨®n. El sacrificado exministro de Justicia, expresidente de la Comunidad de Madrid, exalcalde fara¨®nico, disfruta ahora, de una meloman¨ªa relajada y austera con que deleitarse ante la imponente l¨ªnea vocal de Mariella Devia y Gregory Kunde.
No m¨¢s en cuanto al espect¨¢culo, porque la pl¨²mbea negrura de la orquesta y una escena que iba de la mano en su competencia por el sopor, s¨®lo sirvieron para acompa?ar el tono oscuro que eligieron para el vestuario las dos figuras m¨¢s esperadas de la noche: do?a Letizia e Isabel Preysler.
Cuando la Reina apareci¨® diez minutos antes del inicio junto a don Felipe, una protocolaria fila poblada de patronos, les recib¨ªa a la entrada. All¨ª, al final de la cola, discretamente, esperaban Mario Vargas Llosa y su pareja para saludar sin que en las barandillas de los dos pisos se perdiera detalle del momento.
Un nutrido photocall anim¨® los tumultuosos proleg¨®menos. Empieza la celebraci¨®n de lo que en 2018 ser¨¢ el segundo centenario del teatro y una avalancha de medios disparaban flashes a la entrada. Medios nacionales, porque lejos han quedado las inauguraciones en las que un buen pu?ado de foco internacional acud¨ªa a dar cuenta de las provocaciones propias de Gerard Mortier. Estas parecen haber pasado a la historia en pos de una paz social y una reconciliaci¨®n con el m¨¢s bien irritado abonado.
El nuevo ambiente creado para una tranquila pero continua recuperaci¨®n de voces y una peque?a inflaci¨®n de repertorio ¡ªcon t¨ªtulos que este a?o ir¨¢n desde La flauta m¨¢gica a Rigoletto¡ª, se dejaba sentir ayer con bravos a los 25 minutos de la representaci¨®n. Todos contentos, pues. Joan Matabosch, director art¨ªstico, el primero. Gregorio Mara?¨®n, todo un aglutinador de apoyos p¨²blicos y privados como presidente del patronato, m¨¢s a¨²n. El centenario calentando en m¨¢quinas y grandes exenciones fiscales a la espera de nuevos patrocinadores que lo hagan posible, con los brazos abiertos para que estos dos a?os supongan otro hito en la historia de un teatro donde resulta muy dif¨ªcil vivir periodos continuados de paz. Ah¨ª est¨¢ precisamente su encanto, por otra parte.
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