Cervantina, cervantesca, cervanteja
En el mundo anglosaj¨®n abunda la 'marca Shakespeare', en el hispanohablante, su quijotesco personaje ha eclipsado a Cervantes
Leo en el TLS un simp¨¢tico comentario acerca de la marca Shakespeare: el bardo de los bardos, ¡ªel primer escritor de la anglosfera¡ª, y muchos de sus personajes y de sus motivos literarios han sido utilizados, especialmente a partir del siglo XIX, como reclamos para anunciar cosas tan dispares como tabernas, posadas, bancos, refrescos (Coca Cola ya utiliz¨® al dramaturgo en 1927), cervezas, jabones, cigarros puros. Incluso jarabes para la tos, como cierto Transpulmin cuyo pedorr¨ªsimo eslogan onomatop¨¦yico no me resisto a reproducirles: to cof or not to cof, that¡¯s the cof, cof. Cervantes, su equivalente hisp¨¢nico, ha tenido una suerte parecida, pero con variantes. A diferencia del de Stradford-upon-Avon, al inmortal de Alcal¨¢ de Henares lo fagocit¨® la m¨¢s c¨¦lebre de sus criaturas. Es verdad que entre los hispanos de ambas orillas es m¨¢s frecuente el apellido Cervantes que el del Bardo en el mundo anglosaj¨®n (para mi sorpresa, en EE UU no hay m¨¢s de 2.000 Shakespeares), incluyendo el segundo de una de mis amigas m¨¢s queridas, que anda siempre metida entre joyas, relojes y peridotos; es verdad tambi¨¦n que nosotros tenemos un Instituto Cervantes (y hasta un V¨ªctor Garc¨ªa de la Concha dentro) y ellos tan solo un British Council; pero tambi¨¦n es cierto que en la publicidad abunda m¨¢s lo quijotesco y sus temas y motivos que el c¨¦lebre patron¨ªmico. El hidalgo y sus man¨ªas son poderosos reclamos, entre otras cosas porque en el ADN del personaje est¨¢n el humor y la melancol¨ªa, dos elementos muy propicios a la publicidad y el gui?o c¨®mplice. Don Quijote est¨¢ en marcas de todo el planeta: valga como ejemplo el nombre de los atrabiliarios y cutr¨ªsimos (no se los pierdan si tienen ocasi¨®n de pasar por Tokio) almacenes de descuento Don Quijote ¡ªlos popular¨ªsimos Donki¡ª, que cuentan con m¨¢s de 100 sucursales en Jap¨®n (y 3 en Hawai) y en los que se puede encontrar desde unas bragas multicolor talla XXXL a un paquete de eficac¨ªsimo matarratas. Menos mal que la criatura es de dominio p¨²blico y su uso es de todos (y no s¨®lo de Paco Rico): imag¨ªnense que su marca y su merchandising estuvieran sujetos a copyright, como le pasa al pobre Mickey Mouse despu¨¦s de que en Estados Unidos se aprobara oportunamente una ley que alarga los derechos de Disney sobre su criatura hasta 2019. Y ya ver¨¢n c¨®mo la multinacional se las arregla para obtener otra prorroguita.
Quijotismos
En su art¨ªculo ¡®Maners, Morals and the Novel¡¯, del que existe traducci¨®n espa?ola en dos libros tan importantes como (hoy) lamentablemente inencontrables (M¨¢s all¨¢ de la cultura, Lumen, y La imaginaci¨®n liberal, Edhasa), Lionel Trilling, uno de los grandes cr¨ªticos norteamericanos del siglo XX, afirmaba que toda la prosa de ficci¨®n no es m¨¢s que una variaci¨®n sobre el tema de El Quijote. Faulkner ¡ªentre otros muchos¡ª deb¨ªa de pensar lo mismo, porque confes¨® que cada a?o le¨ªa la novela. Estas ¨²ltimas semanas, y con motivo del pr¨®ximo cuatricentenario de la muerte del autor, se agolpan en mi mesa varios vol¨²menes que vienen a aumentar mi ya abundante cervantina: adem¨¢s de la edici¨®n ¡°facilitada¡± de mi querido Andr¨¦s Trapiello para Destino ¡ªconvertida en un peque?o bestseller¡ª y la can¨®nica (Espasa y C¨ªrculo de Lectores) del Instituto Cervantes (tambi¨¦n de Francisco Rico, who else?), me llega ahora la conmemorativa de la RAE y la Asociaci¨®n de Academias de la Lengua (Alfaguara), diez a?os despu¨¦s de la primera y esta vez con pr¨®logo de Dar¨ªo Villanueva. Al mismo tiempo, recibo la reedici¨®n de Don Quijote en el arte y el pensamiento de occidente (C¨¢tedra), de John J. Allen y Patricia S. Finch, rebosante de iconograf¨ªa de artistas de todos los tiempos, y la nueva edici¨®n ¡ªtirada especial en un tomo¡ª de Don Quichotte de la Manche en La Pl¨¨iade, con prefacio de Jean Canavaggio, el m¨¢s conspicuo de los cervantistas franceses (su Cervantes lo reedita Austral). Curioso: Ernesto S¨¢bato afirmaba en el pr¨®logo a la edici¨®n argentina del Ferdydurke de Gombrowicz que El Quijote se hab¨ªa entendido mejor en aquellos pa¨ªses que hab¨ªan permanecido a la periferia del Renacimiento (Polonia, Rusia, Noruega), a los que la persistencia de la mentalidad preburguesa habr¨ªa hecho m¨¢s receptivos a la ¡°desmesura y sinraz¨®n¡± del texto cervantino. Pero no es verdad: los franceses, que empezaron ley¨¦ndolo como un libro de humor y disparate, acabaron rendidos a ¨¦l. Por otro lado, y a pesar de la opini¨®n de Nabokov, que lo juzgaba un libro cruel, existen m¨¢s traducciones de El Quijote al ingl¨¦s que a ninguna otra lengua, como se sostiene en el Quixote de Ilan Stavans (Norton, 2015), un entretenido ensayo sobre el h¨¦roe de la Mancha que me alivi¨® el ¨²ltimo e incomod¨ªsimo viaje trasatl¨¢ntico en clase turista y con ni?o hiperactivo en el asiento trasero. Desde que aterric¨¦ no he parado de recomend¨¢rselo a mis amigos editores (a¨²n me queda alguno, cr¨¦anme), a ver si se animan.
Legionarios
Encesto en el caj¨®n de desechables la parte menos memorable de la apabullante avalancha de libros sobre, ante, con, tras, cabe Catalu?a, y me tomo un descanso mientras escucho por en¨¦sima vez, Johnnie Walker en mano, el ¨¢lbum Tenor Madness (1956), como homenaje a mi adorado Sonny Rollins en su 85? aniversario. La potencia y lirismo del estupendo saxo tenor (confrontado con John Coltrane, otro gigante) no me impiden recordar, sin embargo, una an¨¦cdota chusca que paso a relatarles para aliviarles la jornada de reflexi¨®n preelectoral y preplebiscitaria. En septiembre de 1920, pocos d¨ªas despu¨¦s de que fuera fundada la Legi¨®n, se alistaron doscientos voluntarios procedentes de Catalu?a. Sobre ellos se pronunci¨® el incontinente Mill¨¢n Astray de esta guisa: ¡°Y vino el alud de Barcelona, los doscientos catalanes, la primera esencia de la Legi¨®n, que bajaron arras¨¢ndolo todo y sembrando el p¨¢nico por el camino. Era la espuma, la flor y nata de los aventureros. Era el agua pura que brotaba del manantial legionario. ?Bien venidos, catalanes legionarios; vosotros ser¨¦is la base sobre la que se construir¨¢ la Legi¨®n!¡± Lo que es la vida.
Final
Seg¨²n el or¨¢culo Nielsen, las dos pen¨²ltimas novelas de Sir Ahmed Salman Rushdie (Shalimar el payaso y La encantadora de Florencia), vendieron entre nosotros poco m¨¢s de 5.000 y 13.000 ejemplares respectivamente, y su estupenda memoir Joseph Anton, no mucho m¨¢s de 2.500. Los tres fueron publicados por Random House. Me pregunto c¨®mo se las va a arreglar Elena Ram¨ªrez, (Seix Barral, Planeta) para cubrir el anticipo de seis d¨ªgitos que, seg¨²n mis topos, ha pagado (comisionista: Andrew Wylie) por llevarse a su casa Dos a?os, ocho meses y veintiocho noches, la ¨²ltima novela del escritor angloindio, que empiezo a leer (en pruebas) esta misma noche.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.