La vida Lumpen
Cruda, procaz y marcada por una fragil¨ªsima ternura, se abre entre lo grotesco y tragic¨®mico
Una buena manera de medir la grandeza de un autor podr¨ªa consistir en evaluar el equilibrio existente entre su identidad y su flexibilidad. Una prueba de fuego que, sin duda, jugar¨ªa en contra de aquellos autores de enorme celebridad coyuntural, pero cuyos universos creativos, de puro cerrados en s¨ª mismos, est¨¢n marcados por el signo de la esterilidad y la caducidad. No es este el caso de Agust¨ª Villaronga, alguien que superar¨ªa la prueba con creces. Desde los tiempos de la perturbadora Tras el cristal (1986), su carrera se ha mantenido fiel a una serie de temas recurrentes y obsesiones ¨Cla vida en los m¨¢rgenes, la existencia como zona de guerra entre conformidad y diferencia, la posibilidad de relaci¨®n y afecto en las aguas turbulentas de lo monstruoso-, pero, al mismo tiempo, sus desaf¨ªos han sido constantes, no han sido pocas las propuestas que planteaban al cineasta un problema may¨²sculo (de tono, de formas de expresi¨®n) y exclu¨ªan toda posibilidad de reiteraci¨®n en el registro.
El rey de la habana
EL REY DE LA HABANA
Direcci¨®n: Agust¨ª Villaronga.
Int¨¦rpretes: Jean Luis Burgos, Yordanka Ariosa, Lia Chapman, Maikol David, H¨¦ctor Medina Vald¨¦s, Chanel Terrero, Celines Toribio, Jazz Vil¨¢.
G¨¦nero: drama.
Espa?a-Rep¨²blica Dominicana, 2015.
Duraci¨®n: 125 minutos.
Cinco a?os despu¨¦s de?Pa negre (2010) ¨Cla ¨²nica pel¨ªcula espa?ola que habl¨® de la sociedad de posguerra como espacio de una infecci¨®n colectiva; uno de los pocos trabajos que abordaron el periodo esquivando manique¨ªsmos-, Villaronga adapta la crudeza verbal de Pedro Juan Guti¨¦rrez en El rey de La Habana, adaptaci¨®n de su novela hom¨®nima. Aqu¨ª, el cineasta ajusta el campo sem¨¢ntico de lo que Fidel Castro llamaba el lumpen ¨Cen los usos dados por el l¨ªder, el t¨¦rmino incluso integraba a alg¨²n que otro disidente- para hablar del grado cero de la supervivencia durante el periodo especial. Sus personajes son los miserables, los perpetuamente olvidados, movidos por un imperativo de supervivencia en las ruinas de una revoluci¨®n que evocan un territorio apocal¨ªptico: sin duda, no est¨¢n nada lejos de los ni?os enfermos y perdidos de la sobresaliente El mar (2000).
Cruda, procaz y marcada por una fragil¨ªsima ternura, la pel¨ªcula se abre en arriesgada clave grotesca y tragic¨®mica: un registro que el cineasta nunca hab¨ªa tanteado, pero que solventa con visceral energ¨ªa y gran capacidad para subrayar la cercan¨ªa entre Eros y Tanatos que dominar¨¢ de principio a fin el brutal relato. Los peque?os brotes de calor humano a la intemperie logran que el contundente y desesperado desenlace tenga un efecto, directamente, aniquilador.
Babelia
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