La fragilidad escuece

Sospechamos que ning¨²n ejecutivo de su discogr¨¢fica dar¨ªa saltos de alegr¨ªa al recibir los contenidos de este tercer ¨¢lbum de Conor O¡¯Brien. Puestos a jugar a los pron¨®sticos, puede que Darling Arithmetic no reciba, a diferencia de sus dos antecesores, una candidatura al Premio Mercury. Pero no nos confundamos: las asperezas de estas escuetas nueve canciones y su escasa vocaci¨®n comercial constituyen solo una perspectiva distinta sobre el enorme talento poli¨¦drico de su firmante. El irland¨¦s de la mirada l¨¢nguida nos pilla con el paso cambiado porque, frente al prodigioso estallido crom¨¢tico de {Awayland} (2013), opta ahora por la contenci¨®n y los tonos opacos, se encierra en su propia habitaci¨®n para guisar y comerse en soledad un plato no exento de amargura. Hasta esa in¨¦dita imagen hirsuta, una barba poblada con la que disimular su rostro veintea?ero, constituye todo un s¨ªntoma: lejos de los estallidos mel¨®dicos de su debut (¡®That Day¡¯) o los posteriores y vivificantes coqueteos con la electr¨®nica (¡®The Waves¡¯), este es un trabajo sobrio y autosuficiente, que bien podr¨ªa haberse encontrado con la r¨²brica de Rick Rubin en la producci¨®n.

Vienen a la cabeza elep¨¦s como 100 Acres of Sycamore, de su paisano Fionn Regan (pero este es m¨¢s adusto), o el casi simult¨¢neo What Green Feels Like, de Eaves (pero este es m¨¢s asombroso). Porque O¡¯Brien es ante todo eso, un autor enorme, y la econom¨ªa de recursos sirve para acentuar la emotividad de sus sollozos vocales (¡®No One to Blame¡¯) o el clasicismo impecable de t¨ªtulos que remiten a Van Morrison por la v¨ªa de Glen Hansard (¡®Hot Scary Summer¡¯). El hombre de Villagers no ha completado un disco sobre el quebranto sentimental, un Blood on the Tracks puesto al d¨ªa, sino un disco sobre la fragilidad, incluso la improbabilidad del amor. Y eso s¨ª que escuece.

Darling Arithmetic. Villagers. Domino / Music As Usual.