Muere el fil¨®sofo franc¨¦s Andr¨¦ Glucksmann a los 78 a?os
Militante comunista, vir¨® en su ideolog¨ªa hasta convertirse en azote de la izquierda francesa
El fil¨®sofo franc¨¦s Andr¨¦ Glucksmann, nacido hace 78 a?os en Boulogne-Billancourt, localidad adosada al oeste de Par¨ªs, ha fallecido la madrugada de este martes en la capital francesa. Termina as¨ª una vida consagrada a la reflexi¨®n sobre la moral en pol¨ªtica y la naturaleza del mal, sobre el trasfondo constante de una actualidad internacional cargada de conflictos, en los que nunca dud¨® en implicarse. Glucksmann observaba el mundo a la luz de su reconocido pesimismo. Para ¨¦l, un intelectual deb¨ªa ser siempre ¡°un profeta del desastre¡±, un visionario ¡°capaz de vaticinar, en la propia semilla, la flor venenosa¡±.
Su irrupci¨®n en el paisaje intelectual se produjo a mediados de los setenta, cuando despunt¨® como integrante de los llamados nuevos fil¨®sofos, medi¨¢tico grupo de j¨®venes pensadores entre los que figuraban Bernard-Henri L¨¦vy y Christian Jambet. Desilusionados con la aventura marxista y su deriva totalitaria, asaltaron los plat¨®s televisivos tomando el relevo de la brillante generaci¨®n anterior, formada por Sartre, Aron o Foucault, de quienes Glucksmann fue disc¨ªpulo. Como otros miembros de ese grupo de treinta?eros, Glucksmann hab¨ªa militado en la Gauche Proletarienne, un grupo revolucionario de perfil mao¨ªsta que se autodisolvi¨® en 1973. Solo permaneci¨® un a?o en sus filas, pero lo consider¨® siempre ¡°el mayor arrepentimiento¡± de su vida adulta. El fil¨®sofo rompi¨® oficialmente con el marxismo al publicar el ensayo La cocinera y el devorador de hombres (1975), donde establec¨ªa un pol¨¦mico paralelismo entre nazismo y comunismo.
Sus or¨ªgenes familiares marcaron ese infatigable compromiso pol¨ªtico. Glucksmann fue hijo de jud¨ªos austriacos, militantes sionistas de izquierdas. Su padre, un agente de la Komintern que hab¨ªa participado en la fundaci¨®n del Partido Comunista palestino, condujo a la familia a Par¨ªs al principio de los a?os treinta, justo cuando los jud¨ªos empezaban a abandonar Europa. Se neg¨® a llevar la estrella amarilla y muri¨® al principio de la guerra. Cuando Glucksmann ten¨ªa 4 a?os, la familia logr¨® escapar de un vag¨®n de tren que deb¨ªa conducirles a un campo de concentraci¨®n. Su madre se puso a gritar a los dem¨¢s detenidos lo que les esperaba, hasta que los agentes la apartaron y sacaron a la familia del vag¨®n. ¡°Ese d¨ªa aprend¨ª la primera lecci¨®n de mi existencia: que la insolencia y la verdad sirven para algo¡±, reconoci¨® despu¨¦s. Pas¨® el resto de la guerra en la clandestinidad, haciendo de monaguillo en una escuela de monjas, mientras su madre se implicaba en la Resistencia. El resto de su vida puede entenderse como una reflexi¨®n perpetua sobre lo que logr¨® esquivar aquel d¨ªa: el genocidio y la limpieza ¨¦tnica que se reproduc¨ªan en distintos puntos del planeta. ¡°Es m¨¢s f¨¢cil ponerse de acuerdo sobre lo que es el infierno que el para¨ªso¡±, dijo una vez.
La rotunda defensa de los derechos humanos guio buena parte de su trayectoria, durante la que se opuso sin cesar a las consecuencias del colonialismo y se erigi¨® en portavoz de refugiados y ap¨¢tridas. A finales de los setenta, defendi¨® a los boat people, emigrantes llegados de Vietnam; sobrevive la m¨ªtica imagen en la que se llev¨® a Sartre y Aron al El¨ªseo para exigir al entonces presidente, Val¨¦ry Giscard d¡¯Estaing, para que hiciera algo. M¨¢s tarde defender¨ªa tambi¨¦n a chechenos y ucranios. Contrario a la fe beata en el pacifismo, Glucksmann adopt¨® con el tiempo un perfil intervencionista, atlantista y proestadounidense, que le incit¨® a apoyar las intervenciones en Irak tanto en 1991 como en 2003. Apoy¨® tambi¨¦n la operaci¨®n militar en Serbia en 1999, igual que la que tuvo lugar en Libia en 2011, y se mostr¨® favorable a intervenir en Siria.
Glucksmann protagoniz¨® otra transgresi¨®n may¨²scula al apoyar la candidatura presidencial de Nicolas Sarkozy en 2007, consider¨¢ndolo ¡°el candidato m¨¢s izquierdista¡±. El fil¨®sofo se encontraba en el estadio de Bercy cuando Sarkozy anunci¨® que pensaba ¡°liquidar la herencia del Mayo del 68¡±, del que Glucksmann fue una figura central. Pero ni siquiera entonces se desmont¨®. ¡°En realidad, me hizo re¨ªr¡±, recordaba meses despu¨¦s en el comedor de su domicilio en el Faubourg Poissonni¨¨re, uno de esos antiguos arrabales parisinos que concentran hoy a la juventud bohemia. Ya hab¨ªa dado suficientes indicios de equidistancia ideol¨®gica como para no sorprenderse por su gesto. Ya en 1981, mientras Fran?ois Mitterrand despertaba pasiones, Glucksmann hab¨ªa preferido a una peque?a candidata, Marie-France Garaud, influyente consejera de Jacques Chirac y depositaria del voto paragaullista. En 2005, Glucksmann particip¨® incluso en un ciclo organizado por la Fundaci¨®n FAES, durante el que Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar se apoy¨® en sus textos para justificar su combate antiterrorista.
Evitando el debate partidista, la clase pol¨ªtica francesa ha privilegiado hoy su combate por los derechos humanos al saludar su memoria. ¡°Penetrado por la tragedia de la historia tanto como por su deber de intelectual, no se resign¨® a la fatalidad de guerras y masacres. Siempre estuvo en alerta y a la escucha del sufrimiento de los pueblos¡±, ha expresado el El¨ªseo en un comunicado. ¡°La indignaci¨®n, la suerte de los pueblos, el rigor del intelectual: Andr¨¦ Glucksmann guiaba las conciencias. Su voz ser¨¢ echada de menos¡±, ha a?adido, por su parte, el primer ministro franc¨¦s, Manuel Valls.
Glucksmann, que llevaba varios a?os enfermo y desaparecido de los radares medi¨¢ticos, juraba no tener miedo a morir alg¨²n d¨ªa. ¡°Al rev¨¦s, es una idea que me tranquiliza¡±, asegur¨® en una entrevista televisiva en 2006. ¡°Me digo que mi estado de decrepitud terminar¨¢ por detenerse¡±.
Entre sus obras destacan Una rabieta infantil (Taurus), su libro autobiogr¨¢fico, sobre su familia y la trayectoria de un pensador heterodoxo, Occidente contra Occidente (Taurus), en el que defendi¨® tesis similares a las de los halcones de Washington para justificar la invasi¨®n de Irak, Los dos caminos de la filosof¨ªa, S¨®crates y Heidegger: ideas para un tiempo tr¨¢gico (Tusquets) y El discurso del odio (Taurus).
Glucksmann ha sido colaborador de EL PA?S para el que escribi¨® entre 1983 y 2012 art¨ªculos que han abordado personalidades y asuntos como Gorbachov, la guerra de Irak, el antisemitismo en Francia, la pol¨ªtica de su pa¨ªs o la Rusia de Putin.
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