Cuando llueve en nuestro coraz¨®n
?Qu¨¦ voy a contar de Sinatra que no hayan descrito sus m¨²ltiples bi¨®grafos? Lo que conecta con mis sensaciones m¨¢s perdurables
Cualquiera medianamente enterado sabe que el mundo del siglo XX, sus descubrimientos mas trascendentes, el cambio sobre verdades que parec¨ªan inalterables, los misterios del subconsciente, la eterna historia del mundo entre poderosos y d¨¦biles y la revoluci¨®n contra ideas fijas mediante la teor¨ªa de la relatividad los protagonizaron tres hombres de raza jud¨ªa (no puede ser casual, es el pueblo elegido por la inteligencia y la capacidad de supervivencia, y quiero imaginar que nadie ser¨ªa m¨¢s cr¨ªtico que ellos, que estas mentes geniales, con las impunes barbaridades del sionismo) llamados Freud, Marx y Einstein. Y habr¨¢ diferentes criterios sobre quienes alimentaron el alma de tanta gente, pero resulta di¨¢fano que un tal Picasso, literatos asombrosos que exigir¨ªan una lista excesiva para una cr¨®nica de peri¨®dico, pioneros de esa cosa maravillosa llamada cine como Keaton y Chaplin, o m¨²sicos que expresaban multitud de sentimientos compartidos con sus composiciones o con esos milagros que pueden crear unas voces, hicieron un poco m¨¢s soportable o ilusionante el siglo del horror, el de las dos guerras mundiales m¨¢s devastadoras que testifica la historia del universo.
Hablemos de cantantes. De esa gente capaz de transmitir las fibras m¨¢s ¨ªntimas del receptor, cada uno de su padre y de su madre, por m¨²ltiples y diferentes motivos. ?O son siempre los mismos, afectan de igual forma a un esquimal y una genuina y cultivada criatura de Oxford o de Harvard? En primer lugar habr¨ªa que investigar si los esquimales tienen acceso el tocadiscos, la radio, los m¨²ltiples contactos de Internet. Pero estoy seguro de que si escucharan la voz de unas damas llamadas Edith Piaf y Billie Holiday o de unos tipos apellidados Morrison y Sinatra a lo mejor explicaban su tristeza, su alegr¨ªa, sus anhelos de amor, su melancol¨ªa, su acuerdo con la vida, su desacuerdo, las emociones al l¨ªmite expresadas con inconfundible belleza.
Y hablemos de esos poetas que primero escriben lo que sienten, imaginan o simulan, ajustan cuentas con los hallazgos, deseos, abandonos, tormentas, epifan¨ªas (odio este t¨¦rmino desde que los farsantes modernos o posmodernos se han apoderado de ¨¦l) que les ha deparado su problem¨¢tica existencia, hablan de sus sensaciones m¨¢s profundas, de sus conquistas y sus p¨¦rdidas, del anverso y el reverso de su esp¨ªritu. Lo escriben en su intimidad y lo cantan para ese p¨²blico tan agradecido y c¨®mplice. Me refiero a varios de los grandes poetas del siglo XX: Brassens, Ferr¨¦, Brel, Vinicius de Moraes, Cohen, Dylan, Waits, Conte, Dalla, Jim¨¦nez, Jobim, Veloso, Buarque, Battiato, Sabina, Serrat y otros que imperdonablemente olvido. Escrib¨ªan lo que pensaban y sent¨ªan (nunca se sabe en qu¨¦ estado et¨ªlico, sobrio o de droga dura) y lo vomitaban en un escenario o en un estudio de grabaci¨®n.
Aseguran que Sinatra cumplir¨ªa hoy cien a?os. ?Y qu¨¦ voy a contar de ¨¦l que no hayan descrito sus m¨²ltiples bi¨®grafos? Solo lo que conecta con mis sensaciones m¨¢s perdurables. O sea, que aunque no hubiera escrito ninguna de sus canciones, es tan genial que las hace suyas, que marcan la personalidad de un hombre que seg¨²n su mentiroso testimonio no vend¨ªa voz sino estilo (el estilo es grandioso, pero es fraseo, esa voz de seda puede transmitir todos los estados de ¨¢nimo), que era un g¨¢nster y un pol¨ªtico que pod¨ªan ser tenebrosos pero que fumaba, beb¨ªa y vest¨ªa como los dioses (con permiso de Bogart y de Mitchum), con un tono que te arrullaba, exaltaba, hac¨ªa so?ar, lam¨ªa tus heridas, seduc¨ªa, consolaba, emocionaba, enamoraba.
Y nadie ha narrado mejor que ¨¦l lo que ocurre cuando finalmente llueve en tu coraz¨®n, ni lo que puede pasar entre desesperados y extra?os que se conocen en la noche, ni en los sue?os rotos que cobran especial importancia en setiembre, ni en la arrogancia cuando el final est¨¢ cercano de haber hecho las cosas a tu manera, ni de que muchas veces las cosas que m¨¢s te afectan se joden por una tonter¨ªa (es m¨¢s complicado, no es verdad), ni de que encontrar¨¢s tu lugar en el sol en la feroz y siempre viva Nueva York, ni de tantas emociones que habitan en nuestra sensibilidad, ni de la necesidad de amar y ser amado, aunque est¨¦s de regreso de todas las felices o torturadas vueltas. Y brindo por usted, el mago, la seducci¨®n, la profesionalidad, el sentimiento, la amargura, la ilusi¨®n.
Babelia
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