De lo social hacia el terror
El peruano Richard Parra se muestra sensible y certero para retratar un universo donde la corrupci¨®n nunca es m¨¢gica. Su exigencia pol¨ªtica se corresponde con la literaria
Isaura cuida a Daniel mientras sus pap¨¢s trabajan. Le hace de comer, lo ba?a y le cuenta historias fantasmag¨®ricas: una ni?era de nombre prof¨¦tico, Sybila, asiste horrorizada a la posesi¨®n de sus dos pupilos por parte de una antigua institutriz suicida y de su amante, Pedro Amaya, que tambi¨¦n muri¨® tr¨¢gicamente. Amaya se le aparece a Sybila en lo alto de un campanario. La reminiscencia de Otra vuelta de tuerca nos coloca sobre claves de lectura de Los ni?os muertos: inocencia perdida, destrucci¨®n de la bondad y maldad precoz no surgen por generaci¨®n espont¨¢nea, sino que son el efecto de represiones ¡ªel puritanismo victoriano en James¡ª o de injusticias sist¨¦micas ¡ªen el caso de Parra¡ª. El terror no es un g¨¦nero fant¨¢stico. James opera desde el terror hacia lo social y Parra de lo social hacia el terror.
En la Lima contempor¨¢nea al Mundial de F¨²tbol de 1982, el autor peruano enfoca a una pareja procedente del medio rural, Micaela y Sim¨®n. Tienen un hijo, Daniel. En torno a ellos pulula un enjambre de personajes: el tarado cura Cris¨®stomo; el salvaje maestro Salas; ?rica, la ni?a a cuyo padre mataron los de Sendero Luminoso; Carlitos, el tonto atado a la pared; los perros con el hocico lleno de espuma; los vecinos t¨ªsicos; el cad¨¢ver violado y arrojado al basural de la peque?a Apolonia; los ni?os recicladores; Polanco, po?lic¨ªa. Un paisaje de violencia espeleol¨®gica que proviene del ayer. De or¨ªgenes marcados por el caciquismo, las desigualdades, la injerencia del imperio y la brutalidad ejercida contra mujeres, indios y pobres.
Parra, con un estilo dram¨¢tico, de registro naturalista, secciona en actos la narraci¨®n. Los lectores sentimos la corporeidad de la lucha cuerpo a cuerpo del teatro, la inmediatez de un estilo directo que recuerda a aquel realismo brutal de las novelas de la tierra y las indigenistas. Los personajes de los que se compadece Parra son descendientes de aquellos indios que, hoy igual que ayer, est¨¢n asediados por un poder que los explota y masacra con estrategias que, no por ser cada vez m¨¢s sutiles, son menos devastadoras: los asesinatos de Huisipungo del ecuatoriano Jorge Icaza son sustituidos en Los ni?os muertos por una violencia que lo empapa todo desde la educaci¨®n recibida en las escuelas, el ocio alcoh¨®lico, el sexo, la ocupaci¨®n de un espacio en el que vivir, el miedo al contagio, hasta el odio que se genera entre los iguales, los pobres, como consecuencia de la alienaci¨®n y la lucha por la vida. Los pobres exterminan a los pobres, se autodestruyen, y esa perversa sublimaci¨®n de la barbarie neutraliza la capacidad de lucha. La construcci¨®n del estilo por parte de Parra es el reverso inseparable de una mirada ideol¨®gica. Su naturalismo dialogado y limpio; su sentido del humor, que en las escenas protagonizadas por Daniel mezcla crueldad y ternura; y el uso de esa variedad ling¨¹¨ªstica definida por la clase, la geograf¨ªa y la historia ¡ªtenemos que acomodar el o¨ªdo como cuando vamos a ver una pel¨ªcula y al principio no entendemos bien¡ª a¨²n son pertinentes, porque el mundo ha cambiado poco. Vivimos las mismas contradicciones, la pobreza se queda impresa en el ADN y se perpet¨²a la desi?gualdad. No hay urgencia por superar los c¨®digos est¨¦ticos de la literatura de principios del siglo pasado. No hablo del clasicismo como una manera muelle de enfrentarse al arte y a la literatura. Estoy hablando de otra cosa.
La trama de Los ni?os muertos se mueve hacia atr¨¢s y hacia delante hasta alcanzar el cl¨ªmax de su inexorable final: un final que no hace trampas y no funciona como golpe de efecto porque desde el principio el lector, aunque se niegue a creerlo, sabe que la historia no puede tener otro desenlace. Parra jue?ga con nuestros anhelos m¨¢s naifs igual que lo hizo Garc¨ªa M¨¢rquez en Cr¨®nica de una muerte anunciada, poniendo en evidencia el deseo de que la literatura ¡ªy de refil¨®n la realidad¡ª acabe bien, mientras el inexorable mecanismo de las narraciones veros¨ªmiles destruye, como bola de una m¨¢quina de demolici¨®n, nuestras esperanzas m¨¢s imb¨¦ciles. La exigencia pol¨ªtica e hist¨®rica de Parra camina en paralelo a su exigencia literaria. La cita con la que se abre el libro est¨¢ sacada de las Memorias del subsuelo, de Dostoievski: ¡°Somos criaturas muertas al nacer y hace tiempo que nacemos de padres no vivos: y eso nos gusta cada vez m¨¢s¡±. La historia, los estratos de tierra, los fantasmas, los muertos en vida, los de abajo¡ Ninguna corrupci¨®n es m¨¢gica. La pobreza engendra debilidad y una forma de violencia que no se encamina en una direcci¨®n transformadora. En Los ni?os muertos Parra es un escritor sensible, certero y valiente.
Los ni?os muertos. Richard Parra. Demipage. Madrid, 2015. 288 p¨¢ginas. 18 euros
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.