Pl¨¢cido Domingo: 75 a?os en el ¡®grand slam¡¯
El tenor actuar¨¢ en la temporada 2016 en los cinco teatros de ¨®pera principales del planeta
Entre los misterios que rodean la ejecutoria apabullante de Pl¨¢cido Domingo, llama la atenci¨®n m¨¢s que ning¨²n otro el affaire de su propia edad. No porque se quite a?os. Sino porque le acusaron de ponerse m¨¢s. O le acus¨® un m¨ªtico colega, Giacomo Lauri-Volpi, discutiendo p¨²blicamente que Domingo pudiera cantar con semejante holgura La forza del destino (Verdi) apenas cumplidos los 30 a?os. Imposible.
Hubiera sido m¨¢s sencillo elogiar la precocidad del cantante, igual que ahora ocurre con la longevidad, pero result¨® m¨¢s atractivo rebuscar en sus peripecias familiares. Y descubrir que si hubiera nacido el 21 de enero de 1941, como ¨¦l mismo sosten¨ªa, habr¨ªa tenido su primer hijo a los 16 a?os. ?Imposible tambi¨¦n?
Los documentos oficiales despejan todas las dudas. Pl¨¢cido Domingo, el tenor de la calle Ibiza, naci¨® en su casa un d¨ªa como hoy hace 75 a?os. Y a las diez de la noche. Consta la prueba en el Registro Civil de Madrid y puede palparse la partida de bautismo ¡ªlibro cuarto, folio 359¡ª entre los tesoros de la parroquia de Nuestra Se?ora de Covadonga. All¨ª figura que bautizaron a Jos¨¦ Pl¨¢cido Domingo Embil el 22 de marzo siguiente. Y que ofici¨® el rito de bienvenida Jos¨¦ de la Casa Herrera. Son evidencias que convencieron a la Enciclopedia Brit¨¢nica, pero que refutan tanto el Diccionario de int¨¦rpretes de Alain Paris como el Concise Oxford Dictionary of Opera de Harold Rosenthal y John Warrack, seg¨²n los cuales Domingo naci¨® en 1934.
La obstinaci¨®n beneficia, en realidad, la leyenda del cantante madrile?o. Cualquier mito que se precie, de Jesucristo a Carlos Gardel, requiere un origen y un nacimiento confusos. O sea, que Domingo tendr¨ªa no 75 a?os, sino 81, modulando la ¨¦pica de su carrera desde el prodigio de la precocidad al milagro de la longevidad.
Impresionan, en efecto, las facultades del monstruo cuando le quedan 25 a?os para llegar al centenario. De otro modo, no podr¨ªa permitirse jugar un grand slam como no ha logrado nadie en la historia de la ¨®pera. Y el grand slam son los cinco teatros principales del planeta: el Met neoyorquino, la Staatsoper de Viena, la Scala de Mil¨¢n, la Royal ?pera House de Londres y la ?pera de Par¨ªs.
He aqu¨ª las escalas de Domingo en la temporada 2016. Y la prueba de un fen¨®meno inexplicable. Ha habido cantantes longevos que han prolongado sus carreras en recitales lastimeros. Domingo compite en los grandes teatros. Canta ¨®pera en ellos. Y se expone a la ferocidad de la cr¨ªtica. Anthony Tommasini, titular de The New York Times, le aconsej¨® una retirada en marzo, insatisfecho como estaba por las prestaciones del cantante en las funciones metropolitanas de Ernani.
No piensa hacerlo Domingo. Se aferra a su lema antioxidante ¡ª¡°If I rest, I rust¡± (si descanso, me oxido)¡ª para demostrarnos su inmortalidad. Ya ha cruzado el umbral de las 3.000 funciones. Ya ha representado 140 papeles. Y se ha reconvertido de tenor a bar¨ªtono. Como si volviera a los or¨ªgenes. Y como si hubiera mutado del papel de seductor al de patriarca, orgulloso de su barba blanca y de su agenda.
Impresiona repasar las fechas que se avecinan. Domingo siempre ha pose¨ªdo el don de la ubicuidad y ha hecho 12 veces los 12 trabajos de H¨¦rcules, pero costaba imaginar, por la gloria de Lauri-Volpi, que un cantante, cualquier cantante, pudiera cumplir 75 a?os cantando I due Foscari en la Scala; Simon Boccanegra en el Liceo, el Met y en Berl¨ªn; La Traviata en la Opera de Viena y Nabucco en el Covent Garden.
Todas las obras jalonan la temporada 2016 y son de Verdi, no ya identificando a Domingo con el compositor que ha concebido la arquitectura de su carrera, sino subordinando el affaire de la edad a la fuerza del destino.
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