Un par simpar
El museo cierra la compra de ¡®Madonna de la Granada¡¯ y ¡®Funeral de San Antonio Abad¡¯
Como una feliz casualidad hay que tratar el que un par de obras de Fra Angelico ingresen en la colecci¨®n del Museo del Prado, cuando este exhibe todav¨ªa, en su soberbia muestra temporal dedicada a Ingres, el retrato La marquesa de Ariza y su hija (h. 1819), respectivamente la madre y la hermanastra de Carlos Miguel Fitz-James Stuart (1794-1835), d¨¦cimo cuarto duque de Alba, que no solo fue comitente del pintor franc¨¦s, sino quien adquiri¨® en Florencia, en 1817, la Madonna de la Granada (h.1426) y el Funeral de San Antonio Abad (h.1426-30), acreditando con ello ser un mecenas del arte cuando en nuestro pa¨ªs entonces apenas si exist¨ªa por consunci¨®n esta figura de protector de las artes. Pero, al margen de este rar¨ªsimo personaje en la Espa?a de nuestra ¨¦poca, cuya generosidad ahora ha sido corroborada por su actual descendiente, el d¨¦cimo noveno duque de Alba, al acordar la entrega de estas dos obras del genial pintor florentino al Prado, no es f¨¢cil ponderar la extraordinaria importancia que tiene este legado para nuestro principal museo, muy parco en obras del crucial siglo XV italiano. Es cierto que ya pose¨ªa una pieza capital de Fra Angelico, el retablo La Anunciaci¨®n (h.1425-28), pero este ¨²nico testimonio se enriquece sustancialmente ahora con las otras dos obras citadas, que adem¨¢s se podr¨ªa decir que son casi unas ¡°novedades¡± en el cat¨¢logo del pintor, pues la Madonna de la Granada es de muy reciente atribuci¨®n por parte del especialista estadounidense Laurence Kanter, mientras que la autor¨ªa del Funeral de San Antonio Abad ha sido establecida por el propio Prado tras su restauraci¨®n y riguroso estudio.
De manera que si ya casi hoy es imposible adquirir obras de Fra Angelico en el mercado internacional, la revelaci¨®n de estos dos cuadros, pr¨¢cticamente in¨¦ditos hasta ahora, aumenta exponencialmente el inter¨¦s de su presencia en el Museo del Prado. Sin duda, la art¨ªsticamente m¨¢s contundente de ambas es la Madonna de la Granada por su tama?o, empaque y prestancia, pero tambi¨¦n porque refleja con mayor claridad la inquietud formalista de este pintor, cuyo arrebatado sentido m¨ªstico, fraguado en el taller del sien¨¦s Lorenzo M¨®naco, sensible y elegante heraldo del g¨®tico internacional, no le impidi¨® atisbar el revolucionario calado de su colega Masaccio, gracias al cual templ¨® positivamente su, por otra parte, hermoso ardor visionario. Por lo dem¨¢s, la granada que porta esta Virgen plantea un interesante debate simb¨®lico, porque este fruto ha tenido muy enjundiosa presencia en las representaciones art¨ªsticas religiosas y paganas de diversas civilizaciones, pues suele ser considerado atributo femenino, simult¨¢neamente, en Oriente de la fertilidad y, en el Occidente cristiano, de la castidad, mientras que, en relaci¨®n con Jes¨²s ni?o, prefigura la pasi¨®n y resurrecci¨®n.
La excelencia de esta obra tampoco debe apocar la del Funeral de San Antonio Abad, aunque su estado de conservaci¨®n sea m¨¢s desigual y apunte a ser la escena principal de un conjunto despiezado. Aun as¨ª, su compleja organizaci¨®n compositiva, con el animado coro figurativo que rodea al f¨¦retro, y la superposici¨®n sucesiva, por detr¨¢s de este primer plano tan expresivo, de una somera arquitectura y un paisaje a cielo abierto, resulta impactante.
En suma, ni en el mejor de los sue?os nos podr¨ªamos imaginar, en efecto, que lo que ha ocurrido sea real. Tampoco que todo ello haya sido posible por la generosa actitud negociadora del actual duque de Alba, el esfuerzo del Museo del Prado, el apoyo del Gobierno y, por si fuera poco, la participaci¨®n entusiasta de nuestra sociedad civil, representada en este caso por la Fundaci¨®n Amigos del Museo del Prado. A todos ellos hay que darles las gracias por esta admirable aportaci¨®n sin parang¨®n.
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