Sexualidad creadora
Un texto real sobre una francesa en los a?os veinte contrapone seducci¨®n y ruptura de tab¨²es
Tal vez la mayor peculiaridad de este libro radique en su condici¨®n de manuscrito encontrado. Pero no de manuscrito encontrado a la manera cervantina, sino de manuscrito verdaderamente encontrado, testimonio real de la sexualidad creadora de una mujer francesa de clase alta en los a?os veinte. Simone, Mademoiselle S., mantiene una relaci¨®n ad¨²ltera con Charles, casado infiel. A medida que se aman y se escriben cartas, Simone se empodera de s¨ª misma. S¨®lo se conservan las cartas de Simone, editadas por Jean-Yves Berthault, que en el pr¨®logo abre la puerta a la desconfianza como acicate de lectura: ¡°Uno de mis mejores amigos (¡) me dijo: ¡®?Vamos, recon¨®celo, las has escrito t¨² mismo! ?Esto no pudo haberlo escrito una mujer en 1928!¡¯, y tuve que ense?arle las misivas originales¡¡±. Lo mismo hace con los lectores que en esta edici¨®n analizan la letra regular, los renglones rectos, los respetuosos m¨¢rgenes. Si estas cartas no diesen testimonio de una realidad que imita las ficciones libertinas, poniendo de manifiesto c¨®mo vi?da y literatura copulan incesantemente, entonces La pasi¨®n de Mademoiselle S. como obra de imaginaci¨®n por?nogr¨¢fica podr¨ªa quedarse corta ante la crueldad sexual, de repercusiones ¨¦ticas, de Sade, Cr¨¦billon, Apollinaire o Bataille. Damos la vuelta al prejuicio de si la realidad supera la ficci¨®n y al margen de unos posibles valores literarios que residir¨ªan en que las cartas no fueran verdad sino construcci¨®n veros¨ªmil, el inter¨¦s de Mademoiselle S. ser¨ªa sociol¨®gico: una mujer se reivindica como sujeto sexual activo. Adem¨¢s, el compilador Berthault, en nota al pie, explica c¨®mo los avances t¨¦cnicos ¡ªcorreo neum¨¢tico, el tranv¨ªa y la posibilidad de mantener contacto visual con extra?os¡ª propician nuevos modos de vivencia er¨®tica. Como Internet, pero de otra manera¡
Simone ¡ª?o Berthault?¡ª entra en plasticidades y detallismos que estimulan tanto al lector como a la lectora, c¨®mplice con el elogio clitoriano, el cunnilingus y las succiones del ¡°botoncito¡±. La docilidad inicial de Simone, su obsesi¨®n por complacer a Charles, dentro del aprendizaje de la sexualidad libertina, la filosof¨ªa del tocador y otras ¡°azotainas¡± dieciochescas, se trasmutan en una b¨²squeda del propio placer que pasa por la feminizaci¨®n de Charles, metamorfoseado en Lotte y enculado por una consoladora verga auxiliar que Simone maneja h¨¢bilmente. La mayor corrupci¨®n es la sodom¨ªa y el deseo m¨¢s vicioso ¡ª el vicio es el sustento del amor¡ª consiste en las pulsiones homosexuales de los amantes que sin embargo se proporcionan placer en una polim¨®rfica relaci¨®n heterosexual. La transgresi¨®n del adulterio se sofistica y la mec¨¢nica del sexo se convierte en aventura porque la palabra adereza el un, dos, tres de las rutinas sexuales. Se escribe para imaginar, y tanto escribir como imaginar son dos momentos de la acci¨®n. Se escribe para, con, en el cuerpo, como Valmont sobre el culo de C¨¦cile. No podemos olvidar Las amistades peligrosas, la depravaci¨®n como didactismo, las contenciones como placer civilizatorio: la Merteuil se hiere el muslo con un tenedor y sonr¨ªe; al gozar permanece hier¨¢tica. La amante es la escritora y el escritor siempre es el amante. El sexo y la escritura son comunicaci¨®n, aprendizaje, abandono, herramientas de excitaci¨®n, en las que se asientan tanto el v¨ªnculo de Simone y Charles como el del lector con el texto. La escritura es sustituci¨®n, recreaci¨®n y acci¨®n sexual. Masturbaci¨®n y entrega er¨®tica. Escamoteo y vivencia plena. Muro de contenci¨®n y mazo para demoler ese muro. Paraliza e incita. La palabra es gozo en s¨ª. Tanto que posmodernamente llegamos a poner en duda la existencia de un m¨¢s all¨¢ del lenguaje: la existencia de una verga real que penetre un orificio. En la experiencia de Simone tambi¨¦n hay lecciones metaliterarias y el lector barrunta que el sexo escrito siempre acaba teniendo algo de acad¨¦mico.
En La pasi¨®n de Mademoiselle S. la literatura se entiende desde una perspectiva de seducci¨®n y destrucci¨®n de los tab¨²es, aunque el significado subversivo de los textos er¨®ticos hoy ha cambiado: ahora seducir es imposici¨®n del mainstream y merecer¨ªa la pena reflexionar sobre hasta qu¨¦ punto vivimos una ¨¦poca en que somos cada vez m¨¢s mojigatos y eufem¨ªsticos en la enunciaci¨®n del sexo mientras que obscenamente buscamos que desde la cultura sacien nuestras satisfacciones primarias. Por eso, la gracia de estas ep¨ªstolas consiste en decidir si son un artificio complaciente ¡ªqu¨¦ oportuno el hallazgo de este manuscrito en la era del ¨¦xito de ciertas sombras¡ª o un corrosivo documento hist¨®rico en el que las prohibiciones se dinamitan con la pr¨¢ctica del vicio de escribir. Dudar. Apretar el l¨¢piz contra el blanco del papel, disfrutar de esa fisicidad y pensar, al contrario que hace un instante, que reducir este libro a la sociolog¨ªa del hecho real ser¨ªa desmerecerlo, porque en su faceta artificiosa reside su inteligencia dentro de su campo literario, as¨ª como el encanto de la sexualidad narrada y de toda la literatura. ?
La pasi¨®n de Mademoiselle S. An¨®nimo. Edici¨®n y comentarios de Jean-Yves Berthault Traducci¨®n de Isabel Gonz¨¢lez-Gallarza. Seix Barral. Barcelona, 2016. 244 p¨¢ginas. 17 euros
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