Lengua espa?ola y periodismo (II)
No hay una versi¨®n can¨®nica del castellano, ni hay variantes mejores que otras
Hay un hecho de gran relevancia que los periodistas latinoamericanos y espa?oles creo que deber¨ªamos tener muy presente. Hay tres lenguas de impregnaci¨®n universal en Occidente: ingl¨¦s, por encima largamente de todos, franc¨¦s, en relativa decadencia, y espa?ol, cada d¨ªa m¨¢s pujante, con sus 450 millones de hablantes en todo el mundo. Y, as¨ª, el periodista que pueda ganarse la vida con esa lengua parte de una plataforma, un trampol¨ªn, superior a lo que pueda exhibir no importa qu¨¦ otro idioma, sin excluir grandes expresiones culturales como alem¨¢n, italiano o ruso, del ¨¢mbito europeo.
Por eso me parece urgente que, sobre todo nosotros los periodistas, seamos conscientes de la necesidad de mantener una unidad viable de la lengua, aunque siempre respetuosa del genio particular de cada ¨¢rea reproductora del castellano. Hace unos d¨ªas una excelente periodista chilena, Roc¨ªo Montes me regal¨® un libro muy interesante: una relaci¨®n de hasta 640 chilenismos, que se usan mayoritaria o exclusivamente en el pa¨ªs m¨¢s largo que ancho. Lo he recorrido y lo que me ha parecido m¨¢s prometedor es que la gran mayor¨ªa de esas expresiones (cuando la limosna es exagerada hasta el santo desconf¨ªa) se entienden perfectamente en su met¨¢fora, o sin m¨¢s, en la pen¨ªnsula. La unidad profunda de la lengua no solo no se deteriora, sino que se enriquece con la invenci¨®n local.
A mis alumnos de la fundaci¨®n de Gabo en Cartagena les digo al comienzo del curso anual que no crean que pretendo imponer ning¨²n uso peninsular a su trabajo, y que, si inevitablemente, abundar¨¦ en expresiones privativas de Espa?a, que todos entienden sin dificultad, no dudo de que su forma de escribir ha de responder a las peculiaridades idiom¨¢ticas de su pa¨ªs, con una ¨²nica limitaci¨®n, lo que est¨¦ indiscutiblemente mal, pero no porque lo diga Espa?a, sino el consenso de las academias del universo latinoamericano y espa?ol. Y como la Academia ha transitado en los ¨²ltimos tiempos de lo normativo r¨ªgido a lo descriptivo flexible, el horizonte de lo homologado se ha ampliado sobremanera. Mi ¨²nica nota al pie, personal e intransferible, es que me parece estupenda la invenci¨®n a partir del acervo de la lengua com¨²n, para recurrir ¨²nicamente a modas for¨¢neas cuando llenan un vac¨ªo: a saber, la tecnolog¨ªa.
Y ?cu¨¢l es el estado, la salud de una lengua tan m¨²ltiple? Yo dir¨ªa que b¨¢sicamente bueno, aunque siempre necesitado de alguna atenci¨®n.
Probablemente lo m¨¢s propio ser¨ªa hablar hoy de lenguas espa?olas en lugar de espa?ol, pero como no soy tan moderno ni transgresor, mantendr¨¦ aqu¨ª el criterio holgadamente unitario. Lo que s¨ª hay que dejar claro es que no hay una versi¨®n can¨®nica del castellano ¡ªsin¨®nimo donde los haya de espa?ol¡ª como tampoco existe una pronunciaci¨®n tipo, ni hay variantes mejores que otras. El argentino, por ejemplo, con sus decime, sentate, ven¨ª y todo lo que ustedes ya saben ¡ªexpresiones ya incorporadas a la escritura patria¡ª es tan leg¨ªtimo como el habla que trace sus or¨ªgenes hasta San Mill¨¢n de la Cogolla.
La realidad se impone y, en cualquier caso, no hay latinoamericano o espa?ol que no entienda lo que le est¨¢n diciendo. Pero, una nueva salvedad, no podr¨ªa decir lo mismo del doblaje de los telefilmes norteamericanos que se practica en alg¨²n lugar de Am¨¦rica Latina, en un espa?ol que quiere ser neutro y con ello aceptable en todo nuestro mundo ling¨¹¨ªstico, porque que no corresponde a ning¨²n pa¨ªs en particular. Un castellano que reh¨²sa el olor, color y sabor de lo nacional. Contrariamente, la diversidad dentro de una b¨¢sica unidad, me parece no solo inevitable, sino positiva.
A mis alumnos del curso de cuatro semanas estivales de Cartagena, suelo decirles que cualquiera que sea su naci¨®n, etnia o formaci¨®n personal, si el espa?ol es su forma de expresi¨®n propia, todos en alguna medida tienen que ver con Roma; la de los c¨¦sares, el centro irradiador de la latinidad, que no se ha aclimatado nada mal al otro lado del Atl¨¢ntico.
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