¡°Hay d¨ªas Franz Kafka y d¨ªas Agatha Christie¡±
Fernando Savater y Javier Mar¨ªas defienden una literatura ajena a las etiquetas en el ciclo de EL PA?S y Penguin Random House
Ni baja ni alta. Simplemente, literatura diferente. Ni Agatha Christie es baja literatura ni Franz Kafka es alta. ¡°Y hay d¨ªas Kafka y hay d¨ªas Agatha¡ Y ahora que lo pienso yo he tenido m¨¢s d¨ªas Agatha¡±, explic¨® Fernando Savater, entre las sonrisas del p¨²blico. ¡°Efectivamente¡±, concedi¨® Javier Mar¨ªas; ¡°hay d¨ªas que sales a pasear acompa?ado por D¡¯Artagnan y Athos y otros por el rey Lear¡±. No hay que despreciar; hay que disfrutar de cada uno. No en vano, la materia de la que se nutren las obras de Shakespeare no difiere mucho de la que alimenta cualquier ¡°repugnante culebr¨®n¡± de sobremesa, agreg¨® el escritor. Todo depende del tratamiento que se le aplique. As¨ª es, apunt¨® el fil¨®sofo, aunque tambi¨¦n es verdad aquello que dec¨ªa Harold Bloom sobre el dramaturgo ingl¨¦s: alguna vez en la vida uno se encuentra pensando en algo que ya dijo Shakespeare.
El di¨¢logo flu¨ªa y flu¨ªa con el denominador com¨²n de la literatura. Y el numeroso p¨²blico de la primera sesi¨®n del ciclo Palabra en el tiempo, organizado por EL PA?S en colaboraci¨®n con Penguin Random House, asisti¨® este martes a una brillante partida de pin pon de citas, bromas, an¨¦cdotas y reflexiones, ejerciendo de ¨¢rbitro moderador Jacinto Ant¨®n, periodista de este diario con bula para rematar alguna jugada.
Tambi¨¦n es verdad que hay novelas que se leen apasionadamente y luego se terminan y uno se lo ha pasado muy bien, pero ¡°no dejan ning¨²n eco¡±. Y esos libros, continu¨® Mar¨ªas, que te dejan poso, en cierto sentido te ayudan.
Si Safo apareciera en el Espacio Bertelsmann de Madrid, donde se celebr¨® el encuentro, no entender¨ªa ni los iPads ni las luces de la sala, ni casi nada de un mundo tan distinto del suyo. ¡°Pero si les cont¨¢ramos nuestros problemas, nuestras penas, nos entender¨ªa muy bien¡±, tanto como se pueden comprender hoy los poemas que ella escribi¨® en la isla de Lesbos hace 2.600 a?os, como ese que cuenta c¨®mo una amante descubre la luna enmarcada por la ventana de su cuarto y se ve en la cama sola.
Leer es, para muchos, la primera aventura. Y la gran aventura de la vida es para el fil¨®sofo, autor, junto a su esposa, Sara Torres, fallecida el pasado a?o, de un canto a la literatura Aqu¨ª viven leones. ¡°La emoci¨®n, el riesgo, lo desconocido, el aliento cortado a ver qu¨¦ va a pasar... todo eso se lo debo a la literatura. La filosof¨ªa fue un da?o colateral. Yo quer¨ªa hacer literatura, pero en la facultad no hab¨ªa especialidad¡±, explic¨® Savater.
¡°S¨ª, la primera aventura es leer¡±, asinti¨® el autor de Tu rostro ma?ana. Y la segunda es escribir. En este punto, Mar¨ªas narr¨® c¨®mo recientemente en Londres un lector le plante¨® hasta qu¨¦ punto es seria la profesi¨®n de contar cosas que no han sucedido, de estar horas y horas inventando; parece m¨¢s bien una tarea l¨²dica y pueril. ¡°Entonces se me ocurri¨® algo que se puede decir a favor de estas limitaciones: los escritores de ficci¨®n quiz¨¢ merecemos un poco de consideraci¨®n solo porque a aquel que se acerca a una novela o a un libro le recuerdan que existen cosas en las que normalmente uno no piensa. Tambi¨¦n es una aventura y se requiere un poco de valor¡±.
Savater record¨® al poeta Paul Valery y su elogio de la ficci¨®n: ¡°Qu¨¦ ser¨ªa sin la ayuda de lo que no existe. Ahora se habla de realidad virtual, pero siempre hemos vivido en esa realidad. Pensar ya es una realidad. Los animalistas creen que los animales son seres humanos disfrazados. Pero no son humanos, viven en la realidad y no necesitan ficci¨®n. El artista da comida de lo que no existe para que la gente se alimente¡±.
Tolst¨®i, Holmes y Frankenstein
Lo que no se cuenta en una novela nunca lo sabremos, coment¨® Javier Mar¨ªas en un momento de la charla. Fernando Savater le sigui¨® la cuerda: es como aquella lectora que rega?aba a Tolst¨®i por no haber dejado marcharse a Ana Karenina. ¡°Pero c¨®mo se va a ir si la mata un tren¡±, le respondi¨® el escritor ruso.
Tambi¨¦n se habl¨® de c¨®mo el lector elige con qu¨¦ quedarse, al margen del prop¨®sito del escritor. Por ejemplo, es inmortal la criatura de Frankenstein y no el cient¨ªfico que la cre¨®. Y han pasado a la historia las novelas de Sherlock Holmes de Arthur Conan Doyle y no las obras hist¨®ricas que ¨¦l ten¨ªa en alta estima.
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