?Qu¨¦ comen y beben los toros inv¨¢lidos?

?Qu¨¦ comen y beben los toros inv¨¢lidos que tanto abundan en la caba?a supuestamente brava? ?Qu¨¦ inter¨¦s tienen las figuras en anunciarse con estas piltrafas?

Ser¨ªa bueno que alguien dedicara una tesis doctoral a responder a tales cuestiones, porque van a ser los animales que se desploman y los toreros que los exigen los que, m¨¢s pronto que tarde, acaben con la fiesta de los toros.

?Qu¨¦ habr¨¢n comido y bebido los lisiados que se lidiaron -es un decir- ayer en Sevilla? ?Acaso el presidente habr¨¢ ordenado que se analicen las v¨ªsceras para averiguar si padec¨ªan alguna enfermedad o hab¨ªan ingerido alguna sustancia que modificara su comportamiento?

Porque harto raro es que un animal en la plenitud de su madurez, criado y mimado como un atleta de ¨¦lite, poderoso y desafiante, salga al ruedo con br¨ªo y ruede como una pelota por el albero antes de que transcurra el primer minuto de su participaci¨®n en el espect¨¢culo.

Porque eso, m¨¢s o menos, fue lo que ocurri¨® en uno de los festejos m¨¢s atractivos del ciclo ferial; un cartel?rematao que se dice en el argot, y que, a la postre, fue una desverg¨¹enza.

La terna pas¨® inadvertida; un detalle de Morante con el capote; un par de redondos de Urdiales, la entrega un poco rid¨ªcula de L¨®pez Sim¨®n, y se acab¨®. Unos inv¨¢lidos tras otros fueron desfilando ante un p¨²blico aterido de fr¨ªo, y que en gran parte aplaudi¨® inexplicablemente momentos que exig¨ªan una en¨¦rgica repulsa. Pero si mal est¨¢ el toro, m¨¢s bajo es el nivel de la mayor¨ªa de los espectadores que acude a la plaza sevillana.

Imaginen: andaba L¨®pez Sim¨®n en labores de valentoso enfermero tratando de aprovechar la escas¨ªsima fortaleza de su primero cuando, de manera sorpresiva, arranca la banda con un pasodoble. El animal, con evidentes signos cadav¨¦ricos en su semblante, quer¨ªa embestir pero no pod¨ªa, y la m¨²sica tach¨ªn, tach¨ªn, como si tal cosa, y el p¨²blico con las manos preparadas para aplaudir en cuanto enfilara el pase de pecho. Y as¨ª ocurri¨®. Pero lo peor lleg¨® despu¨¦s: una parte de la plaza pidi¨® la oreja, y el torero se marc¨® una vuelta al ruedo sin sentido para demostrar que no tiene ni idea de la importancia de las formas en el toreo. Al presidente lo abuchearon, claro est¨¢. Un joven torero que pretende llegar a lo m¨¢s alto no se expone a situaci¨®n tan vergonzosa. Insisti¨® m¨¢s y m¨¢s ante el sexto, otro moribundo, y alarde¨® de un valor que no ven¨ªa a cuento.

Morante tiene la grave responsabilidad de elegir esta ganader¨ªa y no otra de m¨¢s garant¨ªa para el espect¨¢culo, pero nada le permitieron sus toros. Lo intent¨® de veras, como ya es habitual en su paso por la feria, alguna ver¨®nica aislada traz¨® en el recibo de su lote, y ah¨ª acab¨® la presente historia. Su primero, el sobrero, era un enfermo terminal, pura basura, y as¨ª es imposible el toreo. El cuarto no pod¨ªa con su alma.

Cubri¨® Urdiales su ¨²nica corrida en la feria, y no ha dejado poso alguno de su contrastada exquisitez torera. Alg¨²n detalle, s¨ª, un par de redondos elegantes, un trincherazo con aroma, pero, por encima de todo, qued¨® la impresi¨®n de no tener las ideas claras; especialmente, ante el quinto, que le enganch¨® en demas¨ªa la muleta y su labor qued¨® embarullada y desdibujada. Mantiene su corte de torero cl¨¢sico y su tauromaquia desprende olores de un peculiar empaque, pero le falt¨®, quiz¨¢, dar un paso adelante, aunque sus toros tampoco colaboraron.

Ah¨ª queda la pregunta: ?Qu¨¦ comen y beben los toros inv¨¢lidos? Qu¨¦ pena que el comportamiento animal, como los terremotos, no se pueda predecir, pero alguna raz¨®n habr¨¢, natural o no, para que quien paga deba soportar el denigrante espect¨¢culo que supone un desfile de animales moribundos.