Academicismo franc¨¦s y una ¡®road movie¡¯ interminable
En 'American honey', de la inglesa Andrea Arnold, las situaciones se repiten machaconamente
Ves huecos en restaurantes y bares en los que antes era problem¨¢tico encontrar mesa. Durante el fin de semana, atravesar La Croisette supon¨ªa una aventura atropellada y de final incierto, ya que parec¨ªa que toda Francia hab¨ªa venido para ver de cerca o vislumbrar en la lejan¨ªa a la corte de famosos. Ahora tambi¨¦n es complicado andar por la calle, pero la raz¨®n es que la polic¨ªa se ha quintuplicado, cierran accesos, los controles son exhaustivos. Est¨¢ claro que el festival ser¨ªa un plato muy goloso y con repercusi¨®n universal para el terrorismo. Y sabiendo que el monstruo anda por ah¨ª, nadie se lamenta ante los registros y las colas. Igualmente llama la atenci¨®n la escasez de barcos y yates, cuando aqu¨ª se han concentrado siempre los m¨¢s espectaculares del gremio. Dudas que los ricos del planeta se hayan arruinado, y Cannes siempre ha estado de moda entre ellos. O sea, que lo m¨¢s probable es que las recientes masacres en Par¨ªs y en Bruselas les hayan disuadido de mover sus lujosos nav¨ªos hacia este esplendor mundano. Se nota que hay menos gente, lo cual no s¨¦ si es bueno o malo.
?Y el cine? Pues sin sorpresas, tirando a anodino y previsible, esperando que en la secci¨®n Oficial aparezcan esas pel¨ªculas excepcionales que elevan el ¨¢nimo y que te hacen recordar con agradecimiento determinadas ediciones de los festivales.
Andrea Arnold es una vanguardista directora inglesa especializada en retratar con excesivo realismo ambientes urbanitas que rozan la marginalidad. En American honey, se traslada a Estados Unidos para seguir a una pandilla de chavales muy perdidos, integrantes de lo que denominan basura blanca, que intentan buscarse la vida recorriendo el pa¨ªs en una camioneta y vendiendo de puerta en puerta suscripciones a revistas, utilizando todo tipo de trucos y de farsas. El negocio lo dirige una veintea?era (la actriz que la interpreta es la nieta de Elvis Presley) que ha descubierto tempranamente las esencias y los m¨¦todos del capitalismo y del empresariado. Andrea Arnold persigue c¨¢mara en mano a estos frikis sin futuro, que funcionan como una secta y que despu¨¦s de todo su esfuerzo laboral solo disponen de moteles cochambrosos, comida basura, alcohol pele¨®n, drogas baratas y el calor humano que se otorgan entre ellos, huyendo de un entorno familiar tan pobre como degenerado. Adem¨¢s de que mi empat¨ªa con ellos y sus desgarradas circunstancias sea escasa, el mayor problema es que las situaciones se repiten machaconamente, como los personajes, la pel¨ªcula no avanza, no hay sorpresas, te sientes igual de amodorrado al principio que al final. Comprendes que su vida y su trabajo se rigen por el miserabilismo y por la sordidez, pero eso no presupone que est¨¦ descrito con arte. Y como tantas de las pel¨ªculas que se han visto hasta el momento, esta dura tres horas. Y se hacen pesadas. Sales del cine como entraste, forzosamente resignado, sin que haya aparecido en ning¨²n momento el sentimiento y la atracci¨®n hacia este grupo de perdedores juveniles.
La francesa Mal de piedras, dirigida por Nicole Garcia, tambi¨¦n te la sabes todo el rato (aunque el desenlace pretenda ser on¨ªrico e in¨²tilmente sorprendente), tiene aroma a cine viejo en el peor sentido, es visualmente acad¨¦mica. Narra los sucesivos encuentros amorosos o carnales de una mujer campesina cuyo matrimonio fue pactado y que no se resigna a esa imposici¨®n y a su gris¨¢cea vida. Lo mejor es la interpretaci¨®n de esa actriz excelente llamada Marion Cotillard. Pero no es suficiente para que Mal de piedras deje de ser mediocre.
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