¡°Lo que imaginamos sobre el narco proviene de fuentes oficiales¡±
Oswaldo Zavala (Ciudad Ju¨¢rez, 1975) es profesor de Literatura Latinoamericana contempor¨¢nea en la Universidad de la Ciudad de Nueva York (CUNY). Especializado en narrativa mexicana, Zavala tiene una visi¨®n alternativa del fen¨®meno del narco en su pa¨ªs natal y cree que la imagen del poder de los c¨¢rteles est¨¢ sobredimensionada y auspiciada por el Estado. Narcotraficantes como el Chapo, a su juicio, anhelan esa imagen de fuerza. Lo est¨¢ abordando en su pr¨®ximo libro, The Imaginary U.S.-Mexico Drug Wars: State Power, Organized Crime, and the Political History of Narconarratives (1975-2012).
Pregunta. Se ha hablado mucho de la narcoliteratura. ?Existe el narcoperiodismo?
Respuesta. Hay un fondo oficial en esta forma de representar el narcotr¨¢fico que condiciona todos los productos culturales: periodismo, literatura, cine, televisi¨®n, m¨²sica... Y, finalmente, coloniza el discurso acad¨¦mico, que es donde yo me inscribo. Lo que yo he tratado es de salirme un poco de la cadena y tratado de estudiar la historia de representaci¨®n del narcotr¨¢fico como un tipo de hegemon¨ªa cultural que tiene origen, no en los creadores o los periodistas siquiera, sino en fuentes oficiales. La tesis de mi libro es que la mayor parte de lo que imaginamos sobre el narcotr¨¢fico proviene de fuentes oficiales, no del periodismo.
"El estado tiene a su alcance todos los aparatos y recursos de inteligencia, despu¨¦s de Edward Snowden, suponer que ellos no pueden escuchar todas las conversaciones me parece ingenuo"
P. ?Ve enaltecimiento del narco en la literatura?
R. Hay mucho de eso. La literatura del narco ha creado una mitolog¨ªa ¨¦pica y rom¨¢ntica sobre el narcotr¨¢fico, con este deseo de muerte y esta hipersexualidad. Por momentos, el narco se convierte en una econom¨ªa de s¨ªmbolos globales como la que producir¨ªa una novela de James Bond. El ejemplo m¨¢s inmediato es La reina del sur, de Arturo P¨¦rez-Reverte, que es muy deleitable, y ha sido un parteaguas en el mundo literario. Tanto en los narcocorridos como en las pel¨ªculas, la literatura o mucho del periodismo que se escribe en M¨¦xico, en realidad concibe esta mitolog¨ªa del narco: un tipo de bandido en las puertas de la sociedad civil. As¨ª, el narco se convierte en el depositario de toda la derrota de la sociedad mexicana, todo lo que el Estado no pudo administrar, que supuestamente el narco vino a llenar de su propio poder. El argumento de mi libro es que todo eso busca hacer circular esta necesidad de movilizar al Ej¨¦rcito y a la polic¨ªa federal, gastar m¨¢s en el presupuesto disciplinario policial del Estado.
"El periodismo que se escribe en M¨¦xico en realidad concibe esta mitolog¨ªa del narco: un tipo de bandido en las puertas de la sociedad civil. As¨ª el narco se convierte en el depositario de toda la derrota de la sociedad mexicana"
P. ?Ha cometido el relato period¨ªstico tambi¨¦n alguno de estos pecados?
R. Principalmente tambi¨¦n se ha dejado llevar. Ha sido objeto total de esta mediaci¨®n oficial. Respeto mucho la valent¨ªa de los periodistas que han tocado el tema del narco, en ning¨²n momento creo que sean colaboracionistas del Estado: son gente valiente que trata de hacer cosas interesantes, pero por momentos no han reflexionado claramente el orden de representaci¨®n de su trabajo y se han cuidado muy poco de su acercamiento a la fuentes oficiales.
P. Pero ir al narco directamente tampoco es garant¨ªa de un discurso diferente, mire por ejemplo la entrevista de Sean Penn al Chapo.
R. Por un lado, Sean Penn tiene un entendimiento pobre del tema, pero m¨¢s all¨¢ de eso, hay un momento en el que le pregunta: ¡°?Usted cree que el Estado est¨¢ intentando asesinarlo?¡± y ¨¦l dice: ¡°No, yo creo que me van a detener¡±. Pero un delincuente como El Chapo tampoco entiende todos los juegos geopol¨ªticos que hay alrededor del tr¨¢fico de drogas. El Estado tiene a su alcance todos los aparatos y los recursos de inteligencia y, despu¨¦s de Edward Snowden, suponer que ellos no pueden escuchar todas las conversaciones me parece ingenuo. Est¨¢n al tanto de los movimientos no solo del tr¨¢ficos de drogas, sino del dinero que genera ese tr¨¢fico, que es mucho m¨¢s interesante que los traficantes en s¨ª.
P. ?Y al narco le conviene esa imagen de poder?
R. No s¨¦ si le conviene tanto como la desea. En el caso del Chapo, ¨¦l quiere ver a Kate (del Castillo) porque es este s¨ªmbolo sexual, pero tambi¨¦n porque ella ha encarnado la Reina del sur. Es decir, ella ha vivido la parte m¨¢s artificial del mito, ella ha participado en la propagaci¨®n de esta mitolog¨ªa con los grandes medios. Juan Villoro ha dicho que Kate quer¨ªa saltar del mito de la televisi¨®n y la literatura a lo real y El Chapo quer¨ªa un poco de ese mito que engrandeciera la precariedad supina en la que vive. No parecerse al mito, porque eso es imposible, pero por lo menos verlo de cerca y que algo de su nombre quede inscrito en ¨¦l. Quer¨ªa asegurarse de que hagan la pel¨ªcula, dejar su nombre en una pel¨ªcula y ¨¦l pueda participar en la confecci¨®n de ese mito. Para ellos es extraordinario que se cree esta mitolog¨ªa, sobre todo en ese mundo de vida y muerte tan r¨¢pido, tan limitado y en realidad tan precario, donde todos ellos viven apestados del pa¨ªs. Luis Astorga llega a decir en un momento que el Estado mexicano y su gran diferencia con respecto al colombiano es esa, que ellos supieron anular el poder pol¨ªtico de los traficantes hasta tal grado que fueron marginados del poder oficial. En Colombia, en cambio, Pablo Escobar lleg¨® a ser diputado, eso otra cosa¡ es la entrada de la econom¨ªa clandestina a la pol¨ªtica, pero aqu¨ª nunca ha pasado ni pasar¨¢ porque es el legado priista. Es un Estado brutal, represor, que a sus traficantes los mantuvo totalmente marginados.
P. ?Y 2666 es opuesto a todo esto? Ah¨ª se recoge la desidia policial.
R. Los traficantes no lo son en el sentido convencional de esta mitolog¨ªa; casi nunca aparece un narco con botas, con 1.000 amantes, tomando tequila y envuelto de p¨®lvora. El primero que aparece con nombre y apellidos en 2666 se llama Pedro Rengifo, que es un empresario local que tiene varios negocios, uno de ellos creo que es una lecher¨ªa, y es compadre del jefe de la polic¨ªa. Y es tambi¨¦n traficante, pero ese ¡°tambi¨¦n¡± es el matiz importante, el traficante en la obra de Roberto Bola?o est¨¢ totalmente inscrito en el tejido social, con un pie en la econom¨ªa clandestina.
Babelia
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