¡®Summer Cannibals¡¯, o Patti Smith convirtiendo la p¨¦rdida en un grito vital
Hace 20 a?os, la rockera emerg¨ªa, tras un largo mutismo y la muerte de varios seres queridos, con uno de sus mejores 'singles'
Se cumplen justo dos d¨¦cadas de Summer Cannibals, firme estilete de una de las grandes resurrecciones de Patti Smith, y son muchos los hitos que se agolpan en la memoria de aquellos que han podido verla sobre cualquiera de nuestros escenarios en los ¨²ltimos 20 a?os. Entre otras cosas, porque desde entonces no ha escatimado visitas. Proclamando ante una juventud enfervorizada que ¡°el futuro es ahora¡±, en el Parc del F¨®rum de Barcelona en 2006; defendiendo la supervivencia del barrio del Cabanyal en una sala de Valencia en 2012 o invocando los espectros de Joey Ramone, Johnny Thunders, Allen Lanier, Lou Reed o su esposo, Fred Sonic Smith, otra vez en el Parc del F¨®rum barcelon¨¦s, en 2015, en el que era el primero de los conciertos de recuperaci¨®n de aquel magno debut que fue Horses (1975). En esta ¨²ltima cita exhibi¨® acongojados moh¨ªnes, quiz¨¢ dramatizando con ellos un trayecto vital repleto de tristes socavones en pro del espect¨¢culo, aunque innegablemente marcados a fuego, en carne propia. Y haciendo con ellos que el lagrimal del respetable rebosara su capacidad de contenci¨®n. Por no hablar de sus recientes visitas a Madrid y Barcelona, hace solo unos d¨ªas, despachadas tambi¨¦n de forma arrolladora.
La mater amat¨ªsima del rock and roll es as¨ª, y poco importa que la eleg¨ªa por aquellos seres queridos que se le fueron responda a una rutina perfectamente planificada: emociona cada vez que lo hace, porque no hay pr¨¢cticamente nadie que transpire por cada uno de sus poros (y de una forma m¨¢s acreditada) la esencia del rock, aquella revoluci¨®n (contra) cultural del siglo XX que apenas es una excusa para facturar politonos de m¨®vil en pleno siglo XXI. Que sus frecuentes visitas -y el devenir de los tiempos- hayan pulverizado el aura de acontecimiento no merma el poder cauterizador de sus directos, cuyo vigor a¨²n tiene tanto que ver con los estragos de la muerte como aquel retorno que nos regal¨® en 1996.
La p¨¦rdida de seres muy cercanos, precisamente, se hab¨ªa cebado con ella a mediados de los a?os 90. Su c¨®nyuge y padre de sus dos hijos, el ex MC5 Fred ¡°Sonic¡± Smith, hab¨ªa muerto a finales de 1994. Su hermano Todd, apenas un mes y medio despu¨¦s. Kurt Cobain, mirlo blanco de la pujante naci¨®n alternativa, alma torturada y perfil venerado por m¨²sicos mucho m¨¢s veteranos (de R.E.M. a Neil Young), hab¨ªa pasado a la mal llamada mejor vida en el mismo ejercicio. Y en el enorme lapso que mediaba desde la edici¨®n de Dream of Life (1988) -la que era hasta entonces ¨²ltima entrega de la neoyorquina- , su amigo ¨ªntimo, el fot¨®grafo Robert Mapplethorpe (en 1989), o el pianista y compositor Richard Sohl (en 1990), pieza clave del Patti Smith Group, hab¨ªan pasado tambi¨¦n a engrosar el pante¨®n de celebridades culturales que se marchaban antes de tiempo.
Contrariamente a lo que pudiera pensarse, el adelanto de su primer disco tras casi una d¨¦cada de mutismo ten¨ªa poco talante mortuorio. No hab¨ªa duelo alguno en su voz ni en la melod¨ªa en¨¦rgica y pundonorosa de Summer Cannibals. Pese a las mujeres que se arremolinan alrededor de un hirviente caldero ¡°como pira?as en la corriente¡±, conminando a comer carne enjuta en un rito can¨ªbal, tal y como plasma su ambiguo texto. No en vano, el tema hab¨ªa sido compuesto por Smith y el propio Fred Sonic Smith mucho antes de las sesiones de grabaci¨®n de Gone Again (1996), uno de los ¨¢lbumes esenciales de los 90 para la revista Rolling Stone, y ¨²ltimo trabajo en cuyos cr¨¦ditos figura Jeff Buckley, malogrado un a?o despu¨¦s en aguas del Mississipi, quien tuvo tiempo de hacer coros en el tema Beneath The Southern Cross.
Pero Summer Cannibals es una dentellada de rock fibroso y sin envasar al vac¨ªo, perfectamente tallada para formar parte del relato que jalonan sus mejores singles, desde que irrumpiera a mediados de los 70 para forjar la fragua en la que tanto se hornearon los discursos de PJ Harvey, Liz Phair, Sleater-Kinney y otras muchas f¨¦minas dotadas para blandir un arrojo tan sangu¨ªneo como innegociable. Una prueba m¨¢s de la capacidad del lenguaje rock para revolverse ante la fatal adversidad, y ense?ar los dientes en aquellos momentos -puntuales- en los que el brote de genio y el instinto de supervivencia se dan la mano.
Babelia
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