En el gesto hay un mandato
'De la finitud', el libro p¨®stumo de G¨¹nter Grass, es un recuento de p¨¦rdidas y ganancias que alcanza la ligereza con la que siempre quiso despedirse el Nobel alem¨¢n
¡°La importancia del asunto es meramente privada, pero nunca se puede olvidar. [¡] El primer libro es el ¨²nico que importa, tiene la forma de un rito de iniciaci¨®n, un pasaje, un cruce de un lado al otro¡±, recordaba recientemente Ricardo Piglia en su ¨²ltimo proyecto, Los diarios de Emilio Renzi. Sin embargo, el asunto del primer libro no es ¡°meramente privado¡±, sino que hace precisamente el tr¨¢nsito de lo privado a lo p¨²blico en la obra de un escritor: con ¨¦l se abre una existencia social que (no s¨®lo en nombre de la simetr¨ªa, sino tambi¨¦n de la finitud natural de las cosas) tiene que concluir en alg¨²n momento bajo la forma de ¨²ltimas voluntades y ¨²ltimo libro.
?C¨®mo se cierra una obra? ?Qu¨¦ ¡°dicen¡± de sus autores los ¨²ltimos libros? La historia de la literatura podr¨ªa ser reescrita atendiendo s¨®lo a estos ¨²ltimos: el ¨²ltimo libro clausura la existencia no solamente biol¨®gica del escritor, abre un par¨¦ntesis de incertidumbre respecto del valor y la pervivencia de una obra (al menos hasta su ingreso en el dominio p¨²blico, que le concede una segunda y a menudo muy ef¨ªmera existencia), culmina los esfuerzos de una vida, que en muchos casos aspira a resumir, deja a los lectores con la convicci¨®n de una p¨¦rdida o confirma su impresi¨®n de que esa p¨¦rdida se ha producido hace tiempo, ratifica una continuidad o sirve de testimonio del declive y de la p¨¦rdida de facultades.
De la finitud, el ¨²ltimo libro de G¨¹nter Grass, admite dos posibles lecturas: en relaci¨®n con las ¨²ltimas voluntades literarias de otros escritores y respecto a la obra anterior de su autor, que clausura. Lo que esta ¨²ltima lectura arroja es un Grass ligeramente distinto al conocido, un escritor algo menos inclinado a los juegos verbales y al humorismo, que caracterizan una parte importante de sus obras, y que parece haberse propuesto en los ¨²ltimos a?os de su vida, no necesariamente hacer balance (no hay nada moralizador en este libro, y por supuesto nada autoindulgente), sino m¨¢s bien hacer el recuento de las p¨¦rdidas: de los dientes (excepto de uno, que ¡°a¨²n aguanta y se mantiene absurdamente hermoso¡±), de los amigos (¡°Escribir largas cartas a amigos muertos / y breves y quejumbrosas a la amada / que hace tiempo se qued¨® en los huesos¡±), del que se fue cuando se era joven (¡°?Qui¨¦n era yo entonces? ?Qui¨¦n quer¨ªa ser o llegar a ser? ?Qu¨¦ y qui¨¦n quedaron atr¨¢s cuando, con poco equipaje [¡], sub¨ª al tren interzonal hacia Berl¨ªn?¡±), la de los viajes (¡°Renunciar es duro, a veces m¨¢s f¨¢cil,?/ pero otras, el lamento mantiene viva la renuncia¡±) y del deseo sexual y la potencia viril (¡°Adi¨®s al pelo, la jungla / en donde me retuerzo cautivo. / Adi¨®s a las manos, siempre en busca / de hoyuelos por descubrir, al retiro, musgo h¨²medo de roc¨ªo / y el agujero en el seto¡±).
No todo son p¨¦rdidas, sin embargo: quedan la contemplaci¨®n de la naturaleza, el dibujo (los incluidos en De la finitud est¨¢n entre lo mejor de la obra gr¨¢fica del Nobel), la relectura (principalmente de tres autores fundamentales para su obra: H. J. Christoffel von Grimmelshausen, Jean Paul y Fran?ois Rabelais), la gesti¨®n anticipada de sus restos mortales bajo la forma de dos f¨¦retros de madera que protagonizan uno de los hilos conductores del libro y una historia delirante de robos y devoluciones, el deseo de continuar vivo, incluso a sabiendas de que esto significa ser, una vez m¨¢s, testigo de todo aquello contra lo que Grass se ha manifestado siempre: la especulaci¨®n financiera, el consumismo, las guerras, la derecha, el sufrimiento de los inocentes. Los desplazamientos habituales entre el pasado y el presente que constituyen una de las caracter¨ªsticas centrales de la obra de Grass tampoco aparecen en De la finitud; a cambio, hay un imperio del presente, ante un pasado que se desdibuja y un futuro inimaginable. ¡°Hay tantas cosas nuevas, todav¨ªa ignotas, que trepan por el horizonte y quieren ser admiradas, tocadas, utilizadas¡±, se lamenta Grass: ante la certeza de la muerte, ¨¦l s¨®lo pretende ¡°buscar la salida, flotando ligero,?/ como las plumas, que escapan al azul¡±.
De la finitud (traducido con su excepcional solvencia por Miguel S¨¢enz) tiene esa ligereza deseada por su autor para poner el punto final, pero no hay nada ligero ni en sus temas ni en la convicci¨®n de que, como sostiene Grass, ¡°el libro os sobrevivir¨¢, a vosotros, los monigotes, los que aplic¨¢is empulgueras, vosotros los hip¨®critas civilizados y remunerados cantantes de coro, vosotros los que ladr¨¢is, pero s¨®lo sois valientes en manada, vosotros los superlistos analfabetos universitarios y verdugos teleg¨¦nicos¡±. En el gesto hay tambi¨¦n un mandato: G¨¹nter Grass (que nunca se traicion¨®, que fue siempre fiel a una idea personal de lo que significa ser un escritor, que nunca acept¨® ning¨²n cargo p¨²blico ni permaneci¨® cerca del poder por demasiado tiempo) escribi¨® un ¨²ltimo libro po¨¦tico y conmovedor, ¨ªntimo y pol¨ªtico, necesario. Uno de sus mejores libros.
De la finitud. G¨¹nter Grass. Traducci¨®n de Miguel S¨¢enz con la colaboraci¨®n de Grita Loebsack. Alfaguara. Madrid, 2016. 184 p¨¢ginas. 18,90 euros
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