La ¡®mejor idea de Am¨¦rica¡¯ cumple cien a?os
Hace un siglo EE UU aprob¨® la ley que creaba su sistema de parques nacionales Era su respuesta a la Europa de los museos y las catedrales medievales
Es una de las paradojas que explican Estados Unidos en todos sus matices, m¨¢s all¨¢ de las caricaturas. Uno de los mayores s¨ªmbolos de este pa¨ªs identificado con el capitalismo m¨¢s desregulado es propiedad del Estado federal. Salvo quiz¨¢ las fuerzas armadas, no hay instituci¨®n m¨¢s socialista, en su organizaci¨®n, que los parques nacionales: igualitaria, p¨²blica, sin clases sociales. Y, como las fuerzas armadas, los parques nacionales son el espejo en el que se proyecta la identidad nacional.
Tres rangers, guardas con el uniforme y sombrero asociados a figuras de la cultura popular como el Oso Yogui, custodian el documento original del Organic Act, ley que hace 100 a?os cre¨® el sistema de parques nacionales. El documento se expone en una vitrina a unos metros de la sala de los Archivos Nacionales de Washington donde pueden verse los textos fundacionales de EE UU: la declaraci¨®n de independencia, la Constituci¨®n y la Carta de Derechos.
La compa?¨ªa no es fortuita. La ley org¨¢nica, firmada por el presidente Woodrow Wilson el 25 de agosto de 1916, tiene, como los otros documentos, un car¨¢cter fundacional. Es la Constituci¨®n, todav¨ªa vigente, de la red de parques y monumentos nacionales que vertebra la conciencia ecol¨®gica del pa¨ªs: el v¨ªnculo de una naci¨®n urbana, industrial y comercial con los grandes espacios y la naturaleza primigenia.
¡°Desde el inicio del sistema de parques nacionales, los parques han sido dise?ados y gestionados para ser accesibles a todos los americanos como parte de su derecho de nacimiento. Esto contrast¨® con los grandes terrenos rurales europeos que solo estaban abiertos a la aristocracia, dejando al ciudadano medio con poco acceso al mundo natural¡±, explica en un correo electr¨®nico el profesor Robert Keiter, de la Universidad de Utah, autor de To Conserve Unimpaired: The Evolution of the National Park Idea (Conservar intacto: la evoluci¨®n de la idea del parque nacional). La vieja Europa ten¨ªa el Louvre y las catedrales medievales; la joven naci¨®n americana, los templos naturales de Yosemite, Yellowstone o el Gran Ca?¨®n.
Las 412 ¨¢reas que integran el sistema, con una extensi¨®n de 340.000 kil¨®metros cuadrados, recibieron en 2015 307 millones de visitas. Obama, que ha protegido m¨¢s acres de terreno y agua p¨²blica que ning¨²n otro presidente, celebr¨® el centenario dedic¨¢ndole su ¨²ltimo discurso semanal. ¡°No hay nada tan americano¡±, dijo citando al presidente Franklin Delano Roosevelt. ¡°La idea fundamental que hay tras los parques es que el pa¨ªs pertenece a la gente¡±.
Espejo e ideal de EE UU, y modelo para el resto del mundo, los parques nacionales han reflejado las pasiones de cada tiempo. El centenario coincide con un debate renovado sobre su financiaci¨®n y mantenimiento. Quienes, desde una ¨®ptica conservadora, cuestionan el intervencionismo p¨²blico en la econom¨ªa, ponen en duda el control del poder central sobre ellos.
Tampoco escapan a la revisi¨®n permanente de la historia. En este caso, a la conciencia de que, antes de ser declarados parques nacionales, no eran bosques o monta?as pr¨ªstinos, ni el ed¨¦n imaginado por los caballeros ilustrados ¡ªla mayor¨ªa eran hombres¡ª de la costa Este que en el siglo XIX se maravillaban ante su fauna y flora, sino que eran lugares, en muchos casos, habitados por americanos nativos. A¨²n pervive el mito seg¨²n el cual los parques eran lugares inhabitados que merec¨ªan ser preservados intactos. Una visi¨®n rom¨¢ntica que, como escribi¨® Mark David Spence en Disposessing the Wilderness: Indian Removal and the Making of the National Parks (Desposeer la naturaleza: el traslado de los indios y la creaci¨®n de los parques nacionales), obvia que ¡°los pueblos nativos modelaron estos entornos durante milenios, y que, por tanto, parques como Yellowstone, Yosemite y Glacier eran m¨¢s representativos de viejas fantas¨ªas sobre un continente a la espera de ser descubierto que de las condiciones reales en los tiempos de Col¨®n o la aventura de Lewis y Clark¡±.
Desde la fundaci¨®n de EE UU, las tensiones por el uso y la propiedad de la tierra han sido recurrentes. En The Wilderness Warrior (El guerrero de la naturaleza), biograf¨ªa de Theodore Roosevelt ¡ª¡°el presidente naturalista¡±, le llamaban¡ª, el historiador Douglas Brinkley recuerda una pelea entre el presidente John Quincy Adams y el futuro presidente Andrew Jackson que definir¨ªa los t¨¦rminos de la discusi¨®n venidera. En 1828, Adams cre¨® una reserva en la isla de Santa Rosa, en la bah¨ªa de Pensacola, en Florida. El objetivo no era ecol¨®gico: la madera de los robles en la isla deb¨ªa servir para construir nav¨ªos de guerra. Pero en las elecciones de 1832, el candidato Jackson lo convirti¨® en tema de campa?a y denunci¨® la iniciativa de Adams como una expropiaci¨®n ilegal del Gobierno federal.
Eran los primeros antecedentes de los esfuerzos, en la segunda mitad del XIX, de preservar terrenos naturales ante la explotaci¨®n humana. En 1858, Henry David Thoreau escribi¨®: ¡°?Por qu¨¦ no deber¨ªamos tener nuestras reservas nacionales¡ en las que el oso y la pantera, e incluso algunos de la raza de los cazadores, pudieran seguir existiendo sin ser borrados por la civilizaci¨®n de la faz de la tierra, y nuestros bosques preservados, no para el deporte ocioso sino para la inspiraci¨®n y nuestra aut¨¦ntica recreaci¨®n?¡±. La idea de la conservaci¨®n como ¡°el mayor bien, para el mayor n¨²mero, durante el tiempo m¨¢s largo¡±, seg¨²n una definici¨®n de la ¨¦poca, cuajar¨ªa medio siglo despu¨¦s con la llegada a la Casa Blanca de Theodore Roosevelt, el presidente que convirti¨® en prioridad la conservaci¨®n de los recursos naturales como un ideal ¡°democr¨¢tico en esp¨ªritu, prop¨®sito y m¨¦todo¡±.
Entonces ya exist¨ªan 35 parques y monumentos nacionales, entre ellos el de Yellowstone, el primer parque nacional de EE UU y del mundo. La Organic Act codific¨® el sistema y lo organiz¨®, con la creaci¨®n en National Park Service, oficina dependiente del Departamento de Interior que se encargar¨ªa de su gesti¨®n. El objetivo era noble pero dif¨ªcil de cumplir, por contradictorio: dejar los espacios intactos y al mismo tiempo disponibles para el disfrute del p¨²blico y las generaciones futuras.
La masificaci¨®n, la poluci¨®n, la desaparici¨®n de especies depredadoras o el cambio clim¨¢tico han hecho mella. ¡°Yellowstone, la primera reserva salvaje de la humanidad se est¨¢ convirtiendo (¡) en un gran teatro masificado¡±, escribi¨® en 1998 Robert D. Kaplan en su ensayo Viaje al futuro del imperio. ¡°Aunque el mandato [¡] exige a los agentes del parque que eviten que queden da?ados para las generaciones venideras, los parques ya han sido da?ados¡±, escribe William Lowry en Repairing Paradise: the Restoration of Nature in America¡¯s National Parks (Reparando el para¨ªso: restauraci¨®n de la naturaleza en los parques nacionales de Am¨¦rica, 2009). ¡°En los a?os recientes, por tanto, los pol¨ªticos han intentando revertir las pol¨ªticas tradicionales reintroduciendo especies eliminadas, reduciendo el tr¨¢fico en autom¨®vil, rellenando suministros de agua fresca y restaurante flujos de agua naturales¡±.
Los parques est¨¢n lejos de ser para¨ªsos terrenales aislados del mundanal ruido. Cuando hace dos a?os la Administraci¨®n federal tuvo que cerrar durante unos d¨ªas por una disputa presupuestaria entre dem¨®cratas y republicanos, los parques tambi¨¦n dejaron de funcionar. Su car¨¢cter p¨²blico forma parte del ADN de EE?UU. Habr¨ªan podido caer en manos de grandes terratenientes, pero, como escrib¨ªa hace unos d¨ªas el columnista Nicholas Kristof en ¡®The New York Times¡¯, ¡°afortunadamente, partir de finales del siglo XIX, una serie de l¨ªderes pol¨ªticos visionarios propugnaron que los lugares naturales m¨¢s gloriosos de Am¨¦rica fueran una reserva com¨²n para todos¡±.
¡°Que nuestros parques nacionales estuviesen abiertos a todos desde el principio¡±, dice el profesor Keiter, ¡°era coherente con la pol¨ªtica hist¨®rica de terrenos p¨²blicos de la naci¨®n, que evitaba los monopolios poniendo a disposici¨®n de los ciudadanos las tierras del Oeste para que se asentasen en ellas con la venta de fincas p¨²blicas y otras leyes, pero con limites en la extensi¨®n para evitar la acumulaci¨®n de amplias propiedades privadas. As¨ª que los parques nacionales me parecen una instituci¨®n democr¨¢tica, no socialista¡±.
Con todos sus problemas, las sombras de su historia y las amenazas futuras, fueron, y quiz¨¢ son a¨²n, ¡°la mejor idea de Am¨¦rica¡±, como dijo el escritor William Stegner. Como m¨ªnimo, una de las que mejor refleja el esp¨ªritu de este pa¨ªs.
Babelia
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