Manual para hombres de la limpieza
Lucia Berlin es un milagro como escritora renacida y como persona
Tras leer el arrollador Manual para mujeres de la limpieza una se pregunta cu¨¢ndo escribi¨® Lucia Berlin (Juneau, 1936 - Los ?ngeles, 2004), cu¨¢ndo tuvo tiempo esta mujer que sobrevivi¨® a una agotadora aventura iniciada desde su nacimiento. No es poca cosa nacer en Alaska, ser adolescente en Chile, joven en Nueva York, madre en M¨¦xico y dar tumbos de un lado a otro de los Estados Unidos en busca de una paz que casi nunca disfrut¨®. Pero esta azarosa existencia, que inspira e irrumpe con fuerza en sus cuentos, no le rest¨® iron¨ªa, no la convirti¨® en v¨ªctima, ni se transform¨® en amargura. Lucia Berlin es un milagro, como escritora renacida a?os despu¨¦s de su muerte, pero sobre todo un milagro de persona: es la mujer bell¨ªsima que se deja arrastrar por el amor, que abandona a un hombre por otro, pero lo hace cargada de equipaje, con dos hijos peque?os. Fue madre de cuatro chicos, que velaron por ella cuanto pudieron, ya que Lucia arrastr¨® durante a?os un alcoholismo que hered¨® posiblemente de una familia tocada por esa adicci¨®n. Con su marido Buddy Berlin conoci¨® otra, igual de sombr¨ªa pero ilegal, la hero¨ªna. De tal forma, que la pregunta no es banal, ?cu¨¢ndo escribi¨® Lucia Berlin: mientras viajaba buscando un futuro mejor, mientras mec¨ªa a sus beb¨¦s, mientras buscaba droga para Buddy, cuando su propia dependencia del alcohol se lo permit¨ªa?
Nunca dej¨® de tener un aspecto distinguido, se mov¨ªa entre grupos de borrachos, que al amanecer esperaban a que abriera el antro que les facilitaba un primer trago, pero ced¨ªan el paso caballerosamente a esta se?ora alta, de ojos azules y sonrisa dulce, que emprend¨ªa el regreso a casa para preparar el desayuno a sus hijos habiendo calmado ya los temblores de la abstinencia con media botella de vodka. Lucia Berlin, hija de una madre fr¨ªa, cruel, alcoh¨®lica tambi¨¦n, no reprodujo en cambio su mezquindad: ella am¨® y fue amada. Transform¨® el drama en cuentos prodigiosos, muy al estilo chejoviano, donde observa la incapacidad de los seres humanos de escapar al destino impuesto por su car¨¢cter. Para sobrevivir, madre sola a partir del cuarto hijo, Lucia trabaj¨® en mil cosas, trabajos de poca monta, como el que da t¨ªtulo a esta antolog¨ªa, chica de la limpieza.
Est¨¢ claro que las mujeres vividoras, en aquellos cincuenta y sesenta, pagaron con creces, m¨¢s que los hombres, su atrevimiento, y aunque se ha escrito que los cuentos de Lucia han permanecido en la sombra por su condici¨®n femenina, yo m¨¢s bien lo achaco al desorden vital pero lleno de obligaciones familiares que acarre¨® siempre. Repito, ?cu¨¢ndo escribi¨®? ?cu¨¢ndo pudo preocuparse m¨ªnimamente de una carrera literaria? Por otra parte, son habituales las biograf¨ªas ins¨®litas en los escritores americanos. En ese aspecto, hay una falta de impostura intelectual que se agradece: nadie va a torcer el gesto porque la bella Berlin fregara suelos. Sus vaivenes y desgracias son un tesoro para nosotros, porque nos abre la puerta a personajes que de otra forma no conocer¨ªamos. Con un ¨²ltimo aliento, concluye al final del libro: ¡°?Qu¨¦ me he perdido? ?Cu¨¢nto me fue dicho y no logr¨¦ escuchar? ?Qu¨¦ amor podr¨ªa haber sido que yo no sent¨ª? Son preguntas sin sentido. La ¨²nica raz¨®n de haber vivido tanto es haberme librado del pasado. Cerrar la puerta a la pena, al dolor, al remordimiento¡±.
No es inocente que la editorial americana lanzara el libro con una foto de la escritora en los a?os cincuenta, joven y bonita, como una estrella del cine que interpretara el papel fascinante de una escritora aventurera. Por fortuna, el ant¨ªdoto contra la idealizaci¨®n de su fatigosa vida est¨¢ en unos cuentos en los que refleja lo incapacitante que es vivir arrastrado por una corriente salvaje.
Al leer a Berlin, record¨¦ los versos de un poeta que descubr¨ª hace poco y que me sorprendi¨® tambi¨¦n por esa vida y obra tan al margen de los poetas que acaparan atenci¨®n y reconocimiento. Se llama Ape Rotoma, vive en Aranda de Duero (Burgos). Hay un libro suyo, Mensajes de texto y otros mensajes en el que da cuenta de una vida que le distingue. Rotoma ha sido camarero, electricista, parado, hombre de la limpieza. Crudeza e iron¨ªa, esas cualidades tan berlinianas, est¨¢n en sus versos: ¡°Buena ma?ana / O no tan mala. Viernes./ Alguna preocupaci¨®n superada/ merced al puntual ingreso / de mi exiguo sueldo. / Y una extra?a y vaga euforia / que supongo debida a la dosis justa / de jach¨ªs y de caf¨¦. / Voy a limpiar un ba?o a estos guarros¡±. Es nuestro poeta americano, a¨²n casi un tesoro secreto.
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