Una estancia de miedo en Canterville
Las conversaciones literarias de Formentor, dedicadas a los fantasmas, han dejado un poso de emociones sobrenaturales
Hasta la arribada al hotel de Formentor mi ¨²nica experiencia con fantasmas hab¨ªa sido la terror¨ªfica noche que pas¨¦ en el castillo del conde Alm¨¢sy, Burg Bernstein, en la frontera entre Austria y Hungr¨ªa. Tres espectros se aparecen all¨ª: la Dama Blanca, el Caballero Rojo Emparedado (que no significa que coma un bocadillo) y el propio explorador y aviador inmortalizado (de otra manera) en el cine como el personaje de El paciente ingl¨¦s. En realidad, en el cat¨¢logo sobrenatural oficial del castillo solo figuraban hasta mi llegada los dos primeros, pero mi iniciativa de, amparado en la oscuridad nocturna, apropiarme de la chaqueta de vuelo y las antiparras del conde, a la saz¨®n en exhibici¨®n en su estudio, y pasearme por los pasillos ataviado de tal guisa y gimiendo con voz de ultratumba ¡°Katherine, Katherine¡± como un Heathcliff piloto de aeroplano, ha dado alas (?) a la creencia en el tercer fantasma. Qu¨¦ bonito es dejar huella. Aquella noche llegu¨¦ a infundirme a m¨ª mismo tanto miedo que a punto estuve de acabar debajo de la cama ¨Cjam¨¢s encima, uno es un caballero- de una famosa editora que dorm¨ªa en la habitaci¨®n contigua y, muy imprudentemente, no hab¨ªa atrancado la puerta.
Formentor, devenido Canterville o la casa Belasco con su multitudinario encuentro de escritores el pasado fin de semana convocados por el conde Basilio para hablar de esp¨ªritus, fantasmas y almas en pena, ha resultado una sobredosis de emociones preternaturales. Y no me estoy refiriendo (solo) a la aparici¨®n de media langosta por comensal en una de las cenas, o a la inmortal voltereta en los jardines de la pizpireta Roser Amills -capaz de rimar Yeats con pits-, que no cay¨® en la cuenta de que llevaba falda, sino a la avalancha de historias fantasmales que hemos podido coleccionar en dos d¨ªas. Las conferencias, que cada participante (una larga n¨®mina de autores) dedicaba a una obra literaria del g¨¦nero, se circunscrib¨ªan a una sala, denominada Orfeo (precisamente) y adornada con inquietantes fotos antiguas del hotel y sus desvanecidos clientes (puro otro hotel: el Overlook de El resplandor), pero la atm¨®sfera flotaba como una niebla transilvana fuera de ese espacio, hasta ense?orearse del edificio entero, los jardines e incluso la costa, desde la que uno cre¨ªa avizorar al Holand¨¦s Errante y el Mary Celeste. Paseando en las horas muertas, te sent¨ªas en un cuento de M. R. James, Mrs. Gaskell o Arthur Machen (o todo a la vez si te topabas con Francisco Jarauta). Recuerdo el sobresalto cuando, sentado al pie de una estatua, apareci¨® de repente una atractiva mujer envuelta en un resplandor blanco: era Valerie Miles en albornoz que regresaba de la piscina.
Mercedes Abad dej¨® una de las frases de los encuentros: ¡°Si tienes un icono literario, mejor no conocerlo¡±. Es verdad, sobre todo si trata de col¨¢rsete durante el c¨®ctel en la mesa del jam¨®n, y no dir¨¦ nombres. Ant¨®n Castro, una de las almas (en este caso m¨¢s festiva que penada) de la reuni¨®n, cant¨® y conjur¨®, por medio de Cunqueiro, una diligencia llena de espectros; el adusto Ignacio Vidal-Folch, al superviviente de un destacamento maldito de jinetes austroh¨²ngaros (le habr¨ªa encantado a Alm¨¢sy). Uno de los actos m¨¢s fantasmag¨®ricos fue la invocaci¨®n de Rafael Argullol, que no asisti¨® en persona, pero del que Victoria Cirlot, mujer llena de misterio y no solo medieval, ley¨® una maravillosa reivindicaci¨®n del Fausto de Goethe. Frederic Amat evoc¨® el d¨ªa que llev¨® a Juan Goytisolo a Viladrau para que se asomara a la ventana desde la que, de ni?o, vio por ¨²ltima vez a su madre, fallecida en el bombardeo fascista de Barcelona. ¡°Un fantasma es alguien siempre a punto de ser olvidado¡±, dej¨® caer en su charla Pablo Raphael. Cristina Fern¨¢ndez Cubas describi¨® escenas de Manuscrito encontrado en Zaragoza como una suerte de Abierto hasta el amanecer y propuso que la tetera de la que extrajo la plata Jan Potocki para fabricar la bala con que se mat¨® era en realidad la l¨¢mpara de Aladino. Francisco Ferrer Ler¨ªn, poeta y ornit¨®logo (y anta?o mi vecino), nos aterroriz¨® a todos con sus experiencias g¨®ticas con pla?ideras, mujeres latrantes (pose¨ªdas que ladran), y el hallazgo de un grimorio en Jaca.
David Rieff, hijo de Susan Sontag, dej¨® otra de las frases a recordar: ¡°El amor es la variedad m¨¢s peligrosa de fantasma¡±. Aunque definitivamente nadie que lo oyera olvidar¨¢ el comentario que despert¨® el gran Roberto Calasso ¨Cavezado conocedor de los ritos v¨¦dicos y t¨¢ntricos- desplaz¨¢ndose galante durante el desayuno, todo figura, sabidur¨ªa y yogur: ¡°Quien tuvo retuvo¡±.
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