Quiero leer en papel
El libro impreso sobrevive en plena era digital a pesar de los negros augurios que despert¨® en 2007 la irrupci¨®n del ¡®e-book¡¯
La eleg¨ªa del papel tendr¨¢ que esperar. Los negros augurios que daban por muerto al libro impreso, ese veh¨ªculo de ideas que cambi¨® la historia de la humanidad, el m¨¢s poderoso objeto de nuestros tiempos seg¨²n claman algunos, no se han cumplido. El e-book no lo entierra; al menos, todav¨ªa. Persiste el olor a papel, a tinta, a cola; el t¨®tem sigue vivo, tocado, pero coleando.
Por mucho que los medios y plataformas hablemos de lo nuevo, de lo que est¨¢ por llegar, del ¨²ltimo gadget tecnol¨®gico, luego est¨¢ la tozudez de las estad¨ªsticas. Y son bien claras, tanto aqu¨ª, como en Estados Unidos. Dos de cada tres personas siguen leyendo los libros, sobre todo, en papel.
El deslumbramiento que produjeron los nuevos dispositivos electr¨®nicos de lectura se ha estabilizado. Dejaron de ser moda para convertirse, eso s¨ª, en un hecho, en un fen¨®meno que lleg¨® para quedarse. La amenaza que muchos editores ve¨ªan a principios de siglo en el e-book ha cambiado de aspecto. Se esconde dentro del m¨®vil. Es el cambio de h¨¢bitos. Pero recordemos, antes de nada, c¨®mo empez¨® todo.
El entierro anticipado del libro impreso tom¨® forma con el nuevo siglo. ¡°El libro est¨¢ muerto, larga vida al libro¡±, proclamaba, ufano, en mayo de 2006, el gur¨² Jeff Jarvis, ap¨®stol de la revoluci¨®n digital que cargaba contra los libros por ser unidireccionales, por no abrir puertas, por no incorporar enlaces, por ser demasiado largos. Id¨¦nticas palabras utilizaba Jeff G¨®mez, voceador de la revoluci¨®n del e-book, desde la portada del libro que public¨® en 2007: El libro impreso est¨¢ muerto: libros en nuestra era digital (Print Is Dead: Books in our Digital Age).
El entusiasmo digital ya embargaba por aquel entonces a altos ejecutivos de la industria como Alberto Vitale, al frente de Random House a principios de siglo. En el a?o 2000, Vitale pregonaba el fin del papel en el 26? Congreso de la Uni¨®n Internacional de Editores, seg¨²n recuerda un ilustre editor espa?ol. El fantasma del libro electr¨®nico ya sobrevolaba aquella cita. Aparec¨ªa la inquietud en el gremio.
El bienio 2007-2008 se visti¨® de Kindle y de Lehman Brothers, combinaci¨®n letal (para el sector editorial tradicional) que precipit¨® las visiones apocal¨ªpticas, la sensaci¨®n de funeral. Las ventas comenzaron a caer en picado, hasta el punto de llegar a esquilmar los ingresos que genera el papel en un 30% con respecto a los a?os previos a la crisis. El libro electr¨®nico adquir¨ªa aspecto de verdugo.
Las ventas de obras impresas vuelven a crecer despu¨¦s de a?os de ca¨ªdas. Las de los libros electr¨®nicos bajan en Estados Unidos. ?Qu¨¦ est¨¢ pasando?
Pero la narraci¨®n de la cacareada y, supuestamente, inapelable desaparici¨®n del libro impreso admite quiebros. Y aunque no se puede hablar de un gran cambio de tendencia, es momento de arquear las cejas. Por viejuno, old school y voluntarista que pueda parecer este planteamiento.
Las cifras que Nielsen BookScan ofrece de Estados Unidos anticipan posibles escenarios futuros en el resto del mundo. En 2015 se vendieron 571 millones de libros impresos, 17 millones m¨¢s que el a?o anterior. Y seg¨²n la consultora Forrester Research, el a?o pasado se vendieron en EE?UU 12 millones de e-books frente a los 20 millones de 2011.
El pron¨®stico de que el libro digital se comer¨ªa la mitad del mercado no se ha cumplido. Copa el 25% de las ventas. Eso, en Estados Unidos. En Espa?a, el libro digital, seg¨²n los datos de la Federaci¨®n de Gremios de Editores, representa el 5,1% de la facturaci¨®n total del sector.
La cifra de negocio de las editoriales espa?olas ha crecido un 2,8% en 2015, hasta alcanzar los 2.257,07 millones de euros. As¨ª han quedado confirmados los t¨ªmidos crecimientos que ya se apuntaban en 2014. La venta de libros en librer¨ªas tradicionales creci¨® en un 5,6%.
Leer es sexi, proclama una revista desde su portada. Nuevas librer¨ªas independientes, muchas de ellas boutiques, y bares, abren sus puertas. Se editan libros que son un canto al papel, como Paper. Paging ?Through History (Papel. Hojeando la historia), Norton, 2016, donde Mark Kurlansky asegura que el papel nos guiar¨¢ a lo largo del siglo XXI (y donde recuerda que entr¨® en la Europa cristiana a mediados del siglo XII a trav¨¦s de Espa?a). O un canto al propio libro, como The Book: A Cover-to-Cover Exploration of the Most Powerful Object of Our Time (el libro: una exploraci¨®n, portada a portada, del objeto m¨¢s poderoso de nuestro tiempo), editado en agosto de este a?o, donde Keith Houston reivindica este t¨®tem vertebrador de la cultura.
El bienio 2007-2008 se visti¨® de Kindle y de Lehman Brothers, combinaci¨®n letal (para el sector editorial tradicional) que precipit¨® las visiones apocal¨ªpticas, la sensaci¨®n de funeral
M¨¢s all¨¢ del hype, del momentum, o del respiro en la ca¨ªda, parece que el papel aguanta el vendaval digital. ?C¨®mo es eso posible con la que est¨¢ cayendo?
Los editores de libros, que este mes tienen dos grandes citas por delante (Liber, del 12 al 14 de octubre en Barcelona; y la Feria de Fr¨¢ncfort, la m¨¢s importante del mundo, del 19 al 23), explican que el repunte de cifras obedece a que la crisis ahoga menos ahora que en 2008. Y, claro, luego est¨¢ el papel.
Se retiene mejor cuando se lee un libro impreso, se?alan algunos cient¨ªficos (otros no son tan tajantes). Why the Brain Prefers Paper (por qu¨¦ el cerebro prefiere el papel), publicado por Scientific American en octubre de 2013, dice que las pantallas (tabletas, ordenadores, tel¨¦fonos) pueden inhibir la total comprensi¨®n del texto, que distraen al lector. La investigadora Maryanne Wolf, de la Universidad de Tufts, Massachusetts, sostiene que el papel presenta grandes ventajas y permite una mayor memoria visual.
El 92% de los universitarios se concentra mejor leyendo en papel. Es lo que conclu¨ªa, tras consultar con 300 alumnos de universidades de Estados Unidos, Jap¨®n, Alemania y Eslovaquia, Naomi S. Baron, profesora de lenguaje en la American University que present¨® sus conclusiones en el libro Words on Screen: The Fate of Reading in a Digital World (palabras en la pantalla: el destino de la lectura en el mundo digital), publicado por Oxford University Press en 2015. ?lvaro Bilbao, neuropsic¨®logo, autor de Cuidar el cerebro, sostiene que poder tocar, oler, sentir el peso del libro, experimentar que uno avanza seg¨²n pasa las p¨¢ginas, puede resultar m¨¢s placentero. ¡°Aquellas cosas que despiertan nuestros sentidos hacen que se active el hemisferio derecho del cerebro, que est¨¢ m¨¢s relacionado con el mundo de las emociones¡±.
¡°El ritmo de los cambios tecnol¨®gicos siempre es m¨¢s lento de lo que la gente tiende a creer¡±, afirma Michael Bashkar, editor de la rama digital de Profile Books
El fetichismo, la belleza del objeto, ese placer tan vieja escuela de recorrer la librer¨ªa, las librer¨ªas. La lista de motivos que hacen que el papel siga vigente crece conforme se contrasta con lectores, editores, escritores. El placer de coleccionar, las anotaciones al margen, las flores secas o pasajes de avi¨®n a modo de marcap¨¢ginas, lo bien que quedan en el sal¨®n, el mensaje que portan cuando son regalo¡
El aguante del papel tambi¨¦n se explica, tal vez, porque estamos tan solo en los albores de la revoluci¨®n digital. ¡°El ritmo de los cambios tecnol¨®gicos siempre es m¨¢s lento de lo que la gente tiende a creer¡±, afirma Michael Bashkar, editor de la rama digital de Profile Books y autor de La m¨¢quina del contenido, libro en el que traza un futuro en que los intermediarios desaparecen y las tecnolog¨ªas conectan directamente a autores y lectores. ¡°No creo que veamos el fin de los libros impresos¡±, a?ade, ¡°son objetos materiales, deseables, siempre estar¨¢n ah¨ª. Soy un adicto a los libros, tanto impresos como electr¨®nicos¡±.
La televisi¨®n no mat¨® a la radio. El papiro y el pergamino coexistieron durante siglos en el antiguo mundo mediterr¨¢neo. Al final, todo apunta a una coexistencia de formatos, a un ecosistema en el que ahora irrumpe con fuerza el audiolibro. El papel aloja mejor el universo cerrado que promete una gran novela; la tableta (que arrincona poco a poco al libro de bolsillo) es puerta de entrada cada vez m¨¢s habitual para la literatura de g¨¦nero, rom¨¢ntica, er¨®tica, para los autoeditados.
La amenaza para el libro impreso no es, por tanto, tal y como se pensaba hace diez a?os, el libro electr¨®nico. Los competidores viajan en el tel¨¦fono m¨®vil, el problema es el cambio del modo en que vivimos.
La amenaza para el libro impreso no es el libro electr¨®nico. Los competidores viajan en el tel¨¦fono m¨®vil, el problema es el cambio de h¨¢bitos
En los autobuses y en el metro se ve a poca gente leyendo un libro. El humano viaja con la cabeza gacha, mirando su pantalla, visionando por en¨¦sima vez las fotos, comparti¨¦ndolas, coment¨¢ndolas, intercambiando mensajes, interactuando. As¨ª se siente acompa?ado, arropado en todo momento, as¨ª se vacuna a golpe de tecla contra la (?tarde o temprano ine?ludible?) soledad.
Instagram, Twitter, Facebook. Esas plataformas s¨ª que han venido a ocupar tiempo de ocio (y de trabajo). Una de las v¨ªctimas colaterales es el libro, el viejo amigo. ¡°Las redes sociales s¨ª son un enemigo claro de la lectura¡±, dice sin ambages el editor Luis Solano, de Libros del Asteroide.
Vamos a toda prisa, de un lado para otro. La lectura reposada y atenta cada vez casa menos con los nuevos ritmos. La complejidad de un cierto tipo de vida contempor¨¢nea, la del urbanita hiperconectado, la velocidad a la que vivimos como consecuencia de la agilizaci¨®n de las comunicaciones, que multiplican la vida social, el intercambio de ideas (?y la tonter¨ªa?), entre otras muchas cosas, ha dejado un menor espacio para el recogimiento que requiere un libro. Pero ese viejo objeto, cosas de la vida, sigue vivo.
Al fin y al cabo, como dicen que dec¨ªa Groucho Marx (y aunque resulta que hay serias dudas sobre la autor¨ªa de esta cita, la frase, indudablemente, tiene el aroma de su puro): ¡°Fuera del perro, el libro es el mejor amigo del hombre. Y dentro del perro est¨¢ demasiado oscuro para leer¡±.
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