Muere Phil Chess, cofundador de Chess Records, el gran sello del blues el¨¦ctrico
El empresario consolid¨® junto a su hermano la discogr¨¢fica que acogi¨® a Muddy Waters, John Lee Hooker, Etta James, Howlin' Wolf o Bo Diddley, entre otros
Ahora que se ha vuelto a hablar de Chuck Berry porque a sus 90 a?os volver¨¢ a sacar un disco, o que los Rolling Stones tambi¨¦n publican ¨¢lbum nuevo, conviene se?alar que sin Chess Records ni Chuck Berry ni los Rolling Stones ser¨ªan posibles. Aquella peque?a discogr¨¢fica independiente que abri¨® en Chicago en 1950 termin¨® convirti¨¦ndose en un referente capital para el desarrollo del rhythm and blues y el fervoroso nacimiento del rock¡¯n¡¯roll, grabando a Berry con su canon rockanrolero y a todo un fabuloso pu?ado de artistas m¨¢s que alumbrar¨ªan a los Stones y a otro fabuloso pu?ado de artistas brit¨¢nicos m¨¢s como hijos bastardos de ese electrizante sonido. Uno de sus fundadores Phil Chess, que abri¨® Chess en el n¨²mero 2120 de la avenida South Michigan junto a su hermano Leonard, muri¨® el martes a los 95 a?os en su casa de Tucson, Arizona, seg¨²n ha comunicado su hija.
A decir verdad, Phil se dedic¨® m¨¢s al cat¨¢logo jazz y doo-wop de la compa?¨ªa mientras su hermano supervis¨® las grabaciones de blues y sus derivados, que a la postre dar¨ªan a Chess Records la se?a de identidad irrepetible, gracias a la obra de Muddy Waters, Chuck Berry, Little Walter, John Lee Hooker, Howlin¡¯ Wolf, Bo Diddley, Otis Rush o Etta James. Pero juntos formaron una sociedad imparable en la d¨¦cada de los cincuenta, protagonizando una odisea musical desde la discogr¨¢fica que se construy¨® en una licorer¨ªa perteneciente al barrio negro del segregado sur de Chicago, en los antiguos dominios de Al Capone, donde abundaban la droga, la prostituci¨®n y la m¨²sica en directo. De hecho, a diferencia de otros pioneros independientes de la ¨¦poca como Sam Philips de Sun Records en Memphis o Ahmet Ertegun de Atlantic en Nueva York, se metieron en el negocio de m¨²sica con motivaciones m¨¢s comerciales que art¨ªsticas. Antes hab¨ªan abierto licorer¨ªas y un local nocturno llamado Macomba Lounge, que les sirvi¨® para aprender la jerga del gueto y comprender que la m¨²sica se estaba convirtiendo en un elemento indispensable en la vida cotidiana de las metr¨®polis. Como dec¨ªan en sus primeras entrevistas, ¡°hab¨ªa que dar a la gente lo que quer¨ªa¡±. Y eso, en la ruptura generacional de la posguerra de la II Guerra Mundial, era un sonido irreverente, excitante, sexual, liberador, tal y como coc¨ªan cada noche en las calles de Chicago los afroamericanos venidos del sur pobre y rural en busca de trabajo y huyendo del racismo de las ¨¦lites blancas.
En su primera d¨¦cada, Chess Records simbolizaba a la perfecci¨®n la gran cruzada social del rock¡¯n¡¯roll. Dirigida por estos dos hermanos jud¨ªos, que sufr¨ªan el rechazo por su religi¨®n y viv¨ªan en el barrio segregado entre afroamericanos, en la compa?¨ªa se grababa a los m¨²sicos negros, considerados ciudadanos de segunda, bajo la supervisi¨®n de productores blancos. Hab¨ªa un acuerdo de respeto y negocio, que un¨ªa comunidades enfrentadas por la brecha racial del pa¨ªs. Y no se intentaba maquillar el resultado si Wolf aullaba como un lobo sediento de sexo, Waters daba calambrazos por el cuerpo con su guitarra mientras describ¨ªa infidelidades o Etta James o Koko Taylor, grandotas y de un car¨¢cter excepcional e imponente, romp¨ªan el prototipo de int¨¦rprete femenina. Aquello, con la r¨ªgida conciencia estadounidense dominando todos los canales, era ser independiente y no lo que se vende ahora como m¨²sica indie. Pero tambi¨¦n Chess simboliz¨® los desmanes de la incipiente industria del rock¡¯n¡¯roll. Los hermanos fueron acusados de aprovecharse comercialmente de sus artistas, como en el caso de Bo Diddley, que d¨¦cadas despu¨¦s de abandonar el sello donde se dio a conocer con su jungle-sound segu¨ªa cargando contra ellos.
Con todo, Chess Records, que los hermanos terminaron vendiendo en 1969, pocos meses antes del fallecimiento de Leonard, se consolid¨® como uno de los grandes pilares de la m¨²sica popular norteamericana. Aquellas grabaciones explosivas ara?aban el alma y contagiaban una desinhibici¨®n nunca antes o¨ªda en la puritana Norteam¨¦rica. Gracias a la estrecha relaci¨®n de Phil con el popular dj Alan Freed, primer embajador en las ondas del rock¡¯n¡¯roll, sus canciones sonaban en la radio. Y corrieron como la p¨®lvora al otro lado del Atl¨¢ntico. La Invasi¨®n Brit¨¢nica que trajo la contracultura y elev¨® al rock a otra dimensi¨®n no hubiese sido igual sin Chess. The Beatles, The Yardbirds, The Animals¡ pero nadie como los Rolling Stones para maravillarse con Muddy Waters y la tropa del blues el¨¦ctrico de Chicago. Lo primero que hicieron al llegar a Estados Unidos Mick Jagger, Keith Richards y c¨ªa fue conocer Chess, la casa musical de sus sue?os, a la que dedicaron el instrumental 2120 South Michigan Avenue, en 1964.
Bastar¨ªa con las canciones de Chuck Berry para que Chess Records tuviese, como tiene, un lugar en la historia. Pero, por suerte, su cat¨¢logo est¨¢ repleto de m¨²sicos imprescindibles. Algo glorioso.
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