Esto nos puede pasar
La victoria de Trump demuestra que sobran analistas y falta periodismo
![Un hombre lee un artículo sobre Trump en 'The New York Times', el 26 de octubre en Washington.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/MXBOBZ6GCSIZ3FSBOC6PXD2IK4.jpg?auth=1c438f2f61466c5af8f2e1c8d28a738aa2c8e3eae63cdffe38556970f0923710&width=414)
Al d¨ªa siguiente de las elecciones americanas, dije en la radio que las sorpresas que nos estamos llevando algo tienen que ver con el desconcierto del periodismo frente a un universo cibern¨¦tico que nos presenta solo aquello que deseamos escuchar. Not¨¦ una cierta incomodidad en mis compa?eros de tertulia. Algo as¨ª como, encima de que estamos en crisis ahora la culpa la tenemos los periodistas. No, los periodistas uno a uno, no. Pero es obvio que algo falla. El lector no busca la verdad sino la confirmaci¨®n de sus convicciones. Y las grandes compa?¨ªas, que trafican con nuestros datos y nos conocen ya m¨¢s que nuestra pareja, nos tientan con las p¨¢ginas en las que encontraremos unas opiniones que coincidan felizmente con las nuestras. Es aterrador.
El caso es que algo as¨ª se deben de temer los directores de la prensa americana cuando en estos d¨ªas abundan los reportajes sobre esa parte del pa¨ªs que parec¨ªa remota pero que ahora importa, dado que ha cambiado el curso de la historia. Ojal¨¢ esto nos ense?e que sobran analistas y falta periodismo. Pero hubo una pieza, firmada por el poeta Charles Simic, que me llam¨® poderosamente la atenci¨®n. Primero, porque estaba escrita desde el terreno, este poeta de origen yugoslavo vive en una zona rural de New Hampshire; segundo, porque su an¨¢lisis carec¨ªa de toda esa jerga antip¨¢tica en la que nos han ahogado los expertos. Contaba sus sensaciones en el lenguaje preciso con el que se moldea la poes¨ªa. Dec¨ªa, por ejemplo:
¡°Todos los que tenemos familiaridad con las zonas rurales y con las abandonadas zonas industriales de este pa¨ªs sabemos del empobrecimiento y la desesperanza de muchos hombres y mujeres que viven aqu¨ª. Sobreviviendo penosamente por trabajos de media jornada, dado que las empresas no suelen contratarlos a jornada completa, suelen estar mal pagados y ahogados por las deudas. Su coraz¨®n les dice que tanto ellos como sus hijos son prescindibles. L¨®gicamente, est¨¢n enfadados¡±.
Mientras el partido dem¨®crata afirmaba que la econom¨ªa iba bien, ?la econom¨ªa!, los ¡°prescindibles¡± no advert¨ªan una mejora en sus vidas. As¨ª que creyeron al primero que apareci¨® por all¨ª para decirles que, efectivamente, su vida era una mierda. ¡°Votaron ¡ªen palabras de Simic¡ª al buf¨®n millonario al que no le importa si viven o mueren¡±.
Las palabras del poeta me llevaron a ordenar mi pensamiento, confuso de tanta lectura, y ordenarlo de la siguiente manera:
La izquierda se ha centrado en las ¨²ltimas d¨¦cadas en las pol¨ªticas de identidad y ha abandonado la cuesti¨®n social.
Lo m¨¢s rentable para un pol¨ªtico es apuntarse a las pol¨ªticas de identidad. Solo le basta con manejar la jerga. Ni tan siquiera se ve obligado a creer verdaderamente en lo que est¨¢ diciendo.
Ya Martin L. King, antes de ser asesinado, predijo que el futuro de los movimientos de los derechos civiles estaba en unirse al resto de los trabajadores. Hacer con ellos causa com¨²n.
Las reivindicaciones identitarias han quedado en manos de expertos acad¨¦micos que han encontrado en ellas su modo de vida.
La izquierda, segmentada en grupos, ha perdido fuerza: cada grupo cree que su reivindicaci¨®n est¨¢ desconectada de la del grupo de al lado.
Internet ha potenciado esa segmentaci¨®n al m¨¢ximo.
La realidad es que no habr¨¢ manera de obtener justicia social si cada uno quiere estar cobijado entre los suyos
Cuando las mujeres, convocamos un encuentro feminista con el expresivo lema ¡°Solo faltan las muertas¡±, siento que nos olvidamos de otros muertos que se quedan como almas en pena: los ni?os de la guerra de Siria, las parturientas sin hospital en Alepo, las y los adolescentes que tratan de llegar a Europa desde Nigeria y se dejan la vida en el camino, las ancianas que se mueren sin tener electricidad para calentarse. La humanidad, la humanidad.
A fuerza de olvidarse de la clase obrera, el Partido Dem¨®crata la ha perdido. Esa clase obrera blanca se ha identificado con el individuo que ha culpado a terceros de su desgracia: a los latinos, a las mujeres, a los negros, a los musulmanes.
Trump ha afirmado que reabrir¨¢ las minas de carb¨®n. Y la izquierda o centro izquierda ha sido incapaz de explicar a esa clase obrera que eso es imposible, que hay que buscar alternativas. No defienden con valent¨ªa un discurso ecologista.
La consecuencia de una izquierda ensimismada en las pol¨ªticas de identidad ha sido que la clase obrera, dejada de la mano de Dios, est¨¢ siendo acunada por la ultraderecha, que adorna su discurso con consignas racistas, xen¨®fobas y mis¨®ginas. Como fatal resultado, todo se ha vuelto en contra precisamente de esas minor¨ªas que la izquierda dec¨ªa defender.
Los blancos pobres han visto alimentado su racismo; los negros pobres su exclusi¨®n. Las mujeres, pobres o de clase media, han sido acusadas de arrebatar el espacio a los hombres. Los latinos de agredir a los blancos.
La realidad es que no habr¨¢ manera de obtener justicia social si cada uno quiere estar cobijado entre los suyos.
S¨¦ que alguno me reprochar¨¢ que por qu¨¦ no escribo de lo que nos pasa a nosotros. Pero es que esto va de nosotros. Es un aviso, y como no nos demos cuenta, mal vamos.
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