El lavadero tambi¨¦n es patrimonio y no solo de las mujeres
Algodonales, pueblo de C¨¢diz, rescata la costumbre de lavar a mano para documentar el ritual y homenajear a las ¡°depositarias de la cultura viva¡±
En una mano, el cubo de cinc repleto de ropa; en la otra, la panera de madera para frotar, la pastilla de jab¨®n de sosa y un poco de ceniza para blanquear. Equipada con delantal y deportivas, Mariquita, La ma¨²ra, llega puntual a su cita en el lavadero de su pueblo, Algodonales (C¨¢diz). A Mar¨ªa del Rosario Atienza (es su verdadero nombre, aunque nadie la llame as¨ª) le propusieron participar en unas jornadas para reconstruir y documentar el ritual del lavado a mano y no lo dud¨®. Lejos de recordar los sinsabores de la ardua tarea, Mariquita desdramatiza: ¡°Echo de menos los ratos que ech¨¢bamos aqu¨ª¡±. No es la ¨²nica, hasta 15 algodone?as, de entre 65 y 75 a?os, se han citado esta ma?ana de domingo en el lavadero p¨²blico de Algodonales, un sencillo edificio del siglo XIX, para explicar a los j¨®venes del pueblo sus vivencias, cantos y recuerdos entre prendas y jabones.
Era la ¨²ltima y p¨²blica sesi¨®n de las jornadas Del lavadero a la lavadora, un encuentro ideado por la Fundaci¨®n Provincial de Cultura de la Diputaci¨®n de C¨¢diz que se ha celebrado durante toda la semana y persegu¨ªa un doble objetivo. ¡°Se trata de recuperar un patrimonio inmaterial, oral, que se transmit¨ªa de generaci¨®n en generaci¨®n, de madres a hijas¡±, como ha explicado el diputado provincial de Cultura, Salvador Puerto, presente en la cita. Todo ello, sin olvidar la necesidad de reivindicar la igualdad efectiva en el desempe?o de las tareas dom¨¦sticas entre el hombre y la mujer en un entorno rural. ¡°No ha sido f¨¢cil, hab¨ªa un delicado equilibrio para poner en valor su trabajo, sin ensalzar que eso es lo bueno sin entrar a profundizar m¨¢s¡±, ha matizado Roc¨ªo Romera, t¨¦cnica de la Fundaci¨®n y una de las organizadoras de las jornadas.?
Y lo cierto es que el lavadero ¡°era mucho m¨¢s que un espacio al que venir a lavar¡±, como ha explicado hoy alcalde de Algodonales, Jos¨¦ Mar¨ªa G¨®mez. Al rumor del agua que brota de un manantial tras el lavadero, ¡°se hablaba de lo que se hac¨ªa en el d¨ªa, de lo que ocurr¨ªa en el pueblo, se cantaba y, por qu¨¦ no reconocerlo, se criticaba bastante¡±, ha rememorado entre risas Mariquita. ¡°Era como el Facebook de entonces¡±, ha bromeado la algodone?a de 72 a?os.
El propio escritor Miguel Garc¨ªa Arg¨¹ez ha corroborado la veracidad de la aseveraci¨®n de Mariquita. Durante la semana, ha dirigido un taller con las antiguas lavanderas del pueblo para documentar las canciones populares que se cantaban mientras se lavaba, conservadas como tradici¨®n oral. ¡°Pero el taller ha dado para mucho m¨¢s que eso¡±, ha aseverado. ¡°En el patrimonio inmaterial, la mujer es una enorme depositaria de la cultura viva porque ella estaba en los pueblo, en las casas, mientras que el hombre sal¨ªa fuera a trabajar¡±, rememora Romera.
No han sido pocos los que han querido aprovechar la oportunidad de aprender parte de ese saber popular. A la vera de Mariquita no ha tardado en arrodillarse Andrew, un brit¨¢nico que lleva dos a?os viviendo en Algodonales. ¡°Me ha encantado vivir la experiencia y aprender una tarea tan dura¡±, ha reconocido el joven. El propio alcalde, el diputado de Cultura y diversos ni?os de la localidad tambi¨¦n se arremangaron para frotar la ropa junto al agua.
La costumbre dictaba que, tras el lavado, la ropa se soleaba en prados o tendederos cercanos. Pero, en esta ocasi¨®n, tras el lavado ha venido la moraleja. El movimiento La Revoluci¨®n de las Mariposas (integrado por artistas) ha realizado una performance en la que han querido reflexionar ¡°hasta qu¨¦ punto la aparici¨®n de la lavadora liber¨® o no a la mujer¡±, como ha puesto en duda Patricia Garz¨®n, responsable del grupo. ¡°El hombre nos regalaba una m¨¢quina para que trabajemos menos, pero, en realidad, serv¨ªa para que la mujer se quedara sola en su casa, sin socializar y echando el tiempo en otras tareas dom¨¦sticas¡±, ha apostillado Garz¨®n. Y es que, como ha reconocido Romera: ¡°Realmente, todo no es blanco o negro¡±.
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