Pasi¨®n y muerte de Billy Budd
Se estrena en el Teatro Real la ¨®pera de Britten basada en el relato hom¨®nimo de Melville
Cuando muri¨® Herman Melville en 1891, su viuda, Lizzie, arrumb¨® en un caj¨®n el manuscrito de Billy Budd, que ella misma calific¨® de ¡°incompleto¡±, un amasijo de cuartillas escritas, reescritas, tachadas, parcheadas y contradictorias entre s¨ª que tuvieron ocupado a su autor intermitentemente durante los cinco ¨²ltimos a?os de su vida. El relato supon¨ªa su regreso, tres d¨¦cadas despu¨¦s, a la ficci¨®n, as¨ª como la recuperaci¨®n del ambiente marino que hab¨ªa vivido intensamente en su azarosa juventud, fuente de inspiraci¨®n de gran parte de su prosa posterior y de la que sigue siendo su obra m¨¢s conocida: Moby Dick. Aunque escrita 40 a?os antes de Billy Budd, no puede menos de recordarse el casi prof¨¦tico augurio de Ismael/Melville al final de su vig¨¦simo cuarto cap¨ªtulo: ¡°Si a mi muerte mis albaceas o, m¨¢s apropiadamente, mis acreedores encuentran alg¨²n valioso manuscrito en mi escritorio, entonces, desde este momento, atribuyo eventualmente todo el honor y la gloria a la pesca de la ballena; pues un ballenero fue mi Universidad de Yale y mi Harvard¡±.
El ballenero se transformar¨ªa en Billy Budd en un buque de guerra, otro escenario no menos familiar para el joven Melville, que regres¨® a su pa¨ªs de sus a?os formativos de aventura y peregrinaje en 1844 a bordo de la fragata Estados Unidos. Y su ¡°valioso manuscrito¡±, preservado ahora ir¨®nicamente cual tesoro en la Universidad de Harvard, nos revela a un escritor en la antesala de la muerte, sumido en angustias y cavilaciones en torno al m¨¢s all¨¢ ¡ªpersonal y literario¡ª, reubic¨¢ndose en la vida y el mundo tras jubilarse de su trabajo como inspector de aduanas en el puerto de Nueva York y probablemente el primer sorprendido de que su relato se empe?ara en encaminarlo incesantemente, y en hasta nueve estadios sucesivos, en direcciones que ¨¦l mismo no hab¨ªa siquiera imaginado. Nacido en su origen como una sencilla balada po¨¦tica, probablemente como uno m¨¢s de los poemas que ocuparon a Melville durante el largo tramo final de su vida, y por motivos que desconocemos, el propio Billy ?Budd primero, John Claggart despu¨¦s y finalmente el capit¨¢n Vere ¡ªel puro e inocente objeto de deseo, el ser demoniaco y el s¨ªmbolo del orden jer¨¢rquico y la autoridad¡ª fueron imbuy¨¦ndose de sustancia corporal y espiritual. Y el hecho de que estas sucesivas capas de escritura fueran no superponi¨¦ndose, sino solap¨¢ndose e intercal¨¢ndose, acentuaron, a¨²n m¨¢s si cabe, las dislocaciones y la ya de por s¨ª profunda ambig¨¹edad de un relato en el que, pese a su brevedad, confluyen inmanencia y trascendencia, justicia y orden social, psicolog¨ªa y teolog¨ªa, disyuntiva moral y pulsi¨®n sexual, salvaci¨®n y renuncia.
Billy Budd ha sido interpretado antag¨®nicamente como un ¡°testamento de aceptaci¨®n¡± y como un ¡°testamento de resistencia¡± por parte de su autor. Es posible que esto ¨²ltimo tenga m¨¢s visos de ara?ar la verdad, aunque todo en el Melville postrero resulta esquivo, inaprehensible y lleno de dobleces: ¡°No puede ni creer ni sentirse a gusto en su descreencia¡±, escribi¨® en su diario sobre ¨¦l su amigo Nathaniel Hawthorne. Con el paso de los a?os, con la tr¨¢gica muerte de dos de sus hijos, con su liberaci¨®n del yugo laboral y con una salud maltrecha, se agravaron su misantrop¨ªa, su pesimismo y su ensimismamiento: ¡°Aqu¨ª moran un extra?o silencio y una oscura reclusi¨®n¡±, leemos, por ejemplo, en ¡®El jard¨ªn de Metrodoro¡¯, del poemario Timoleon, publicado el a?o de su muerte.
Melville caracteriza a Billy Budd como un ¡°b¨¢rbaro honrado¡±, lo que parece remitirnos a un ser preintelectual y presocial, una suerte de buen salvaje, como el polinesio Queequeg de Moby Dick. La naturaleza inocente que parece representar el marinero (¡°el hombre-ni?o¡± lo llama tambi¨¦n Melville); su ¡°absoluta ignorancia¡±, lo cual lo sit¨²a en la estirpe de Parsifal; que no sepa leer pero s¨ª cantar (algo que no pas¨® inadvertido a Benjamin Britten y sus libretistas, Eric Crozier y el novelista E. M. Forster), son cualidades que chocan de lleno con el mundo reglado e intr¨ªnsecamente estamental de un barco de guerra. Billy, con su belleza, con su bondad, encarna la amenaza de subvertir el orden establecido, adem¨¢s de despertar deseos inadmisibles en ?Claggart y Vere. Forster se refiri¨® al del primero en una carta a Britten como ¡°una descarga sexual que se vuelve malvada¡±, pero ambos decidieron dulcificar, ennoblecer y humanizar al segundo: ¡°Rescatar a Vere de Melville¡±, como lleg¨® a reivindicar el libretista.
Forster, descontento con la m¨²sica ideada inicialmente por el compositor, quer¨ªa que su mon¨®logo del primer acto expresara ¡°pasi¨®n¡±
En la ¨®pera que llega ahora al Teatro Real, el capit¨¢n de armas John ?Claggart fue, en cambio, envilecido. Forster, descontento con la m¨²sica ideada inicialmente por Britten, quer¨ªa que su mon¨®logo del primer acto expresara¡°pasi¨®n: amor coartado, pervertido, envenenado, pero que, sin embargo, fluya descendiendo por su angustioso conducto¡±, en clara alusi¨®n a una homosexualidad reprimida, aunque sin rastro de ese ¡°hombre de aflicciones¡± (man of sorrows) que apunta Melville, citando al profeta Isa¨ªas, en una de sus caracter¨ªsticas referencias b¨ªblicas. Tambi¨¦n se trazan paralelismos entre Vere y Billy, metaforizados a la manera de padre e hijo, y Abraham e Isaac, o entre el penol del que cuelgan a Billy y la cruz de Cristo, mientras que el capit¨¢n apela en el juicio al insondable ¡°misterio de la iniquidad¡±, una expresi¨®n tomada de una carta de Pablo a los tesalonicenses.
Wystan Hugh Auden, el libretista de la primera ¨®pera de Britten (Paul Bunyan) y una influencia decisiva en sus a?os juveniles, indag¨® como pocos en el trasfondo moral y religioso de Billy Budd. En sus conferencias sobre ¡°la iconograf¨ªa rom¨¢ntica del mar¡± impartidas en la Universidad de Virginia, luego publicadas como El mar embravecido (The Enchaf¨¨d Flood), un t¨ªtulo extra¨ªdo del Othello de Shakespeare, analiza el deseo de Melville de convertir a Billy en un ¡°segundo Ad¨¢n, la v¨ªctima sin pecado que sufre voluntariamente por los pecados de todo el mundo¡±. Es un Ad¨¢n prelapsario, previo a la Ca¨ªda, inconsciente, que ha de transformarse luego en un Cristo consciente que ¡°obedezca absolutamente la ley del amor¡±. Pero este cambio no puede hacerse expl¨ªcito y, apuntaba Auden en Charlottesville exactamente en las mismas fechas (marzo de 1949) en que Forster, Crozier y Britten redactaban en Aldeburgh el primer borrador completo del libreto de su ¨®pera, ¡°la decisiva transici¨®n ha de producirse fuera de escena en la entrevista final entre Billy y el capit¨¢n Vere¡±, una asombrosa premonici¨®n de los famosos 34 acordes orquestales con que Britten plasmar¨ªa musicalmente este encuentro mudo e invisible.
En lo que parece una ocurrencia de ¨²ltima hora, Melville decidi¨® subtitular su relato como Una narraci¨®n interior (An Inside Narrative), otra invitaci¨®n a especular sobre su verdadero alcance sem¨¢ntico. Su Billy Budd muestra que la inocencia no es suficiente, ¡°porque el mal es la enfermedad cr¨®nica del universo; se contiene en un sitio e irrumpe en otro¡±, como leemos en su juvenil novela Mardi, o porque ¡°ambos [mal y bien] se destruyen abiertamente ante nuestros ojos¡±, como reza uno de los versos de ¡®Herman Melville¡¯ (1939), un visionario poema del propio Auden. Transformado en ¨®pera, el relato se exterioriza, suena y se convierte en una par¨¢bola de redenci¨®n: Billy redime a Vere de su culpa al bendecirlo delante de toda la tripulaci¨®n, y a rengl¨®n seguido, en el ep¨ªlogo, el capit¨¢n se funde simb¨®licamente con ¨¦l al hacer suya la melod¨ªa que hab¨ªa cantado el marinero poco antes de morir.
Billy Budd. Direcci¨®n musical: Ivor Bolton. Direcci¨®n de escena: Deborah Warner. Teatro Real. Madrid. Del 31 de enero al 28 de febrero.
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