Colecci¨®n Carmen Thyssen: una culpa compartida
El historiador y cr¨ªtico de arte lamenta que la baronesa someta "al honrado pueblo espa?ol a esta exhibici¨®n de mezquindades miserables"
Hay historias que empiezan bien y terminan mal, cuando la l¨®gica del relato demanda justo lo contrario. Esta reflexi¨®n preliminar tiene que ver con la historia de la creaci¨®n y el desarrollo del museo Thyssen-Bornemisza de Madrid, un acierto pleno en su inicial dise?o y configuraci¨®n, que rindi¨® m¨¢s frutos de los muchos esperados y que, sin embargo, amenaza, inopinadamente, con torcerse en su hasta ahora f¨¦rtil rumbo.
El conflicto en ciernes no tiene que ver nada con lo pactado por el Estado espa?ol con el bar¨®n Thyssen-Bornemisza, cuyo ¨²nico deseo era perpetuar en un noble emplazamiento urbano el formidable legado de la colecci¨®n art¨ªstica acopiada por su padre y ¨¦l mismo para memoria y ejemplo p¨²blicos. Para corroborar lo anterior, hay que volver a insistir en que la ¨²nica cantidad econ¨®mica demandada por el bar¨®n por su formidable legado estaba destinada a la remodelaci¨®n de su actual emplazamiento hist¨®rico y a compensar, como manda la ley, a sus herederos. Sin embargo, tras la muerte de este, su mujer, la espa?ola Tita Cervera, que hab¨ªa recibido como leg¨ªtima heredera una parte de los bienes art¨ªsticos del bar¨®n, cuya mayor¨ªa eran obras maestras, y que ella misma hab¨ªa iniciado en la etapa final una afici¨®n art¨ªstica, pero centrada principalmente en la compra de un arte espa?ol menor del siglo XIX y comienzos del XX, sumando lo uno con lo otro configur¨® una segunda colecci¨®n, con la que tent¨® al Estado para sumar este legado al de su extinto marido.
Hasta aqu¨ª, como quien dice, miel sobre hojuelas, pero como las moscas precisamente suelen acudir a la miel, no tardaron mucho tiempo los nubarrones en cernirse sobre una historia radiantemente feliz hasta ese momento.
No voy a aburrir al lector con una prolija enumeraci¨®n de peque?os datos al respecto, sino, aunque sea de una forma simplificadamente brutal, voy a decir los dos ejes del mal en este asunto, a mi juicio. El primero: la torpeza reiterada de la Administraci¨®n espa?ola al permanecer indiferente en relaci¨®n con la herencia recibida por la baronesa al margen de la Ley de Patrimonio; pero, mucho m¨¢s grave que esto, el haber planteado y ejecutado la ampliaci¨®n del museo Thyssen-Bornemisza con la intenci¨®n de albergar en ella la colecci¨®n de la baronesa sin contraprestaci¨®n ni compromiso ninguno por parte de esta. Esto fue una grave irresponsabilidad y, como dice el refr¨¢n espa?ol, de aquellos polvos vienen todos los lodos posteriores.
La Administraci¨®n ha mostrado una torpeza reiterada sobre la herencia
Porque, evidentemente, el acogimiento, conservaci¨®n, aseguraci¨®n y difusi¨®n de una colecci¨®n art¨ªstica privada en un ¨¢mbito p¨²blico sin ninguna declaraci¨®n de finalidad es quiz¨¢ el peor y m¨¢s est¨²pido negocio que cabe hacerse. Es obvio que el impremeditado beneficiario de ese gordo de la loter¨ªa nacional est¨¢ en la mejor disposici¨®n no solamente para disfrutarlo sino para exigir indefinidamente que todos los a?os vuelva a tocarle; es decir: est¨¢ en la perfecta situaci¨®n de mantener, dicho con todos los matices y respetos del mundo, un permanente chantaje. Y en esas estamos al parecer durante los ¨²ltimos 12 a?os y, como no se remedie, la situaci¨®n se puede mantener hasta que una de las dos partes se consuma, como a quien le han diagnosticado una grave enfermedad y no pone remedio.
Hemos visto c¨®mo la baronesa sacaba una pieza de su propiedad exhibida en el museo Thyssen-Bornemisza de un pintor de la categor¨ªa de Constable ¡ªen 2012 vendi¨® en una subasta La esclusa, de este artista ingl¨¦s, por 27,89 millones de euros alegando la necesidad de ¡°liquidez¡±¡ª, imprescindible para nuestra riqueza art¨ªstica patrimonial, y subastada en el extranjero sin que nadie moviese un dedo, ni siquiera emitiese un suspiro. Hemos seguido viendo c¨®mo aparecen museos de Carmen Thyssen por todas partes cual si fueran setas tras un oto?o lluvioso, ora en M¨¢laga, ora en Andorra, ora en no se sabe d¨®nde...
La baronesa est¨¢ en situaci¨®n de mantener un perenne chantaje
Peri¨®dicamente nos sobresaltamos leyendo o escuchando en un medio de masas que una compungida baronesa, muy ofendida no se sabe por qu¨¦, anuncia que se va a llevar su colecci¨®n, nunca aclarando qu¨¦ es lo que pide como compensaci¨®n para evitar esta p¨¦rdida, que seguramente ser¨¢ un disparate. Bien, pues que se la lleve o que la deje. Aqu¨ª, quiz¨¢, una vez m¨¢s, habr¨ªa que decir: ?m¨¢s vale honra sin barcos que barcos sin honra! Y, en cualquier caso, no se puede someter al honrado pueblo espa?ol a esta exhibici¨®n de mezquindades miserables.
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