Fiebre de guerra

En Apocalypse Now! (1979), Francis Ford Coppola rimaba las h¨¦lices de los helic¨®pteros que lanzaban su lluvia de napalm con las paletas del ventilador que cortaban el aire en la habitaci¨®n donde Willard lidiaba con su fiebre de guerra. La soluci¨®n cinematogr¨¢fica ten¨ªa tal fuerza que se arriesgaba a convertirse en t¨®pico visual y, como tal, a evolucionar casi en forma de t¨¢cito spoiler. En los primeros minutos de Legionario, opera prima de Eduardo H. Garza, las paletas de un ventilador tambi¨¦n cortan ominosamente el plano, anticipando una clave para desentra?ar un relato que avanza constantemente por la senda de lo desconcertante.

Autofinanciada con un ajustado presupuesto que intenta luchar, plano a plano, con las ambiciones de su planteamiento, la pel¨ªcula se abre como ficci¨®n b¨¦lica un tanto oprimida por sus carencias de producci¨®n: cunde la sensaci¨®n de que el fuera de campo no est¨¢ ah¨ª como recurso narrativo, sino como forzado l¨ªmite del terreno de juego. Un soldado de las fuerzas especiales regresa a Espa?a tras una misi¨®n en Afganist¨¢n para verse envuelto en un enigma que adopta las formas de un thriller paranoico y desemboca en lo que podr¨ªa ser un paradigm¨¢tico episodio de The Twilight Zone. La resoluci¨®n de la historia justifica lo que, a simple vista, se percibe como c¨²mulo de pasos en falso ¨Cun montaje que pulveriza toda orientaci¨®n espacial y temporal-, pero la pirueta no salva lo que, m¨¢s que calculada estructura de giros narrativos, semeja una pel¨ªcula que cambia de idea sobre s¨ª misma cada pocos minutos. Tampoco ayuda que su protagonista Ra¨²l Tej¨®n parezca instado a practicar la bardemom¨ªmesis, que es la emulaci¨®n sistem¨¢tica de esos manierismos que Javier Bardem podr¨ªa haber saldado en un mercadillo de segunda mano. Legionario tiene energ¨ªa, pero deber¨ªa haber previsto hasta d¨®nde pod¨ªa subir su apuesta.