Karmelo C. Iribarren, el poeta que pon¨ªa copas
El escritor donostiarra publica su nueva obra, ¡®El amor, ese viejo ne¨®n¡¯
El poema se titula Sencillo y pertenece al libro Desde el fondo de la barra, de 1999:
Ver¨¢s/ es muy sencillo:/ los lunes/ martes/ mi¨¦rcoles/ jueves/ viernes,/ son la vida.
Los s¨¢bados/ no son m¨¢s/ que una ef¨ªmera ilusi¨®n/.
Y los domingos/ nos sirven/ para encajar/ bien/ todo esto/.
Del libro nuevo, 'El amor, ese viejo ne¨®n' (Editorial Aguilar)
Del libro 'Haciendo planes' (Editorial Renacimiento)
Del libro 'Peque?os incidentes. Antolog¨ªa po¨¦tica' (Editorial Visor)
Teniendo en cuenta que esta conversaci¨®n con el poeta en el muy refinado sal¨®n-cafeter¨ªa del donostiarra Hotel de Londres transcurr¨ªa en s¨¢bado, nos la tomaremos como lo que es: una ef¨ªmera ilusi¨®n de hora y media.
Karmelo C. Iribarren (San Sebasti¨¢n, 1959) fue fontanero, vendedor de enciclopedias y camarero en una residencia de ancianos. Pero sobre todo fue el tabernero sombr¨ªo del Akerbeltz, seg¨²n se mira al fondo de la Parte Vieja de Donosti, a la izquierda, un antro inolvidable de cuando entonces, tiempos duros, sexo, droga, terrorismo de ETA y rock and roll (¡°yo no era un barero simp¨¢tico, no ten¨ªa ganas de hablar con la gente¡±). All¨ª, tras la barra, en los tiempos muertos, Iribarren escrib¨ªa. Eran los versos libres paridos por un verso libre de la noche. Se hizo alcoh¨®lico, lo cual ya pas¨®, y un enorme poeta, lo cual permanece. La ¡®C¡¯ a secas es por el buen concepto que guarda de la familia paterna, que lo dej¨® metido en un orfelinato donde las monjitas le part¨ªan platos en la cabeza con siete a?os. Su biograf¨ªa, la de un tipo marcado desde ni?o, incluidas las visitas a la c¨¢rcel de Martutene para ver a sus hermanos. ¡°Hay mucho pesimismo en mi poes¨ªa pero tambi¨¦n celebraci¨®n, hay mucho humor y mucha iron¨ªa. Yo no tuve una infancia maravillosa. Lo l¨®gico es tenerla. No fue mi caso. Y eso a m¨ª me marc¨®, igual viene de ah¨ª esa mirada que le echo yo al mundo. Pero al mismo tiempo yo soy un poeta que no deja de hablar de la vida: aqu¨ª estoy, sigo andando, aunque no vaya ri¨¦ndome¡±.
Y no, no va. Su escritura, que acaba de encender otra antorcha con el poemario El amor, ese viejo ne¨®n (Aguilar), no es precisamente el Himno a la Alegr¨ªa, aunque mentir¨¢ quien sostenga que Iribarren se recrea en el pesimismo. Tan solo constata. ?l considera ¡ªal parecer no es el ¨²nico sobre la faz de la tierra¡ª que la gente las pasa canutas, as¨ª en general. Es sencillo. No parece serlo tanto huir de la floritura y el adorno como del demonio (por cierto, Akerbeltz significa en euskara el gran cabr¨®n, la bestia). Es el sello de este poeta que va directo al grano y posee una virtud escasa e impagable: sabe de lo que habla. ¡°Mi poes¨ªa recoge todo tipo de personajes de la ciudad a la deriva¡ yo hablo de los mendigos, de esa mujer sola a la que se le ha torcido la vida, de las putas, de esta gente sin¡ sin suerte. Y del amor¡±. Vidas en el ¨²ltimo escal¨®n, las llama ¨¦l. ¡°Y no digo que todos sean unos santos, ?eh?¡±.
La dial¨¦ctica entre la nada y el algo, y entre la realidad y el poema es crucial en la po¨¦tica de Karmelo C. Iribarren. As¨ª lo dej¨® escrito Luis Garc¨ªa Montero en el pr¨®logo a la antolog¨ªa Peque?os incidentes (Visor): ¡°Lo contrario de su negaci¨®n al virtuosismo no es un Todo sucio y grandilocuente, sino un Algo modesto que permita hacer real la emoci¨®n, fuera de cualquier patetismo¡±. Se podr¨¢ decir m¨¢s alto pero no m¨¢s claro. Es el de K. C. I. un camino como el de quien va por el monte desbrozando ortigas. Solo que para el autor de Haciendo planes, Serie B o El diario de K. (todos ellos editados por Renacimiento, su sello de siempre) las ortigas son las solemnidades y las rimbombancias. ¡°Yo hago una utilizaci¨®n de la lengua tan poco ret¨®rica, tan cercana a lo coloquial y con tan poca utilizaci¨®n de la met¨¢fora y tal¡ que parece que en lo que hago no hay literatura, pero s¨ª lo es, y a m¨ª me cuesta. El trabajo es sobre todo quitar, porque yo trato de dejar el poema en el hueso. Aunque a veces creo que de tanto quitar me lo cargo. Pero funciono as¨ª¡±, explica.
Los tiempos negros le dejaron un poso de escepticismo, realismo m¨¢s bien. No es un ingenuo Karmelo C. Iribarren cuando afronta la realidad de los hechos: ser un poeta venerado en las redes sociales y con seguidores fieles a cada golpe de poemario, pero mal conocido por el gran p¨²blico¡ y demasiado bien por la cr¨ªtica, sostiene ¨¦l: ¡°A m¨ª me interesan la idea y la emoci¨®n m¨¢s que el ropaje. Esto provoca ciertos reparos en alguna gente, sobre todo en el aparato cr¨ªtico. Pero me parece bien, a estas alturas no me preocupa mucho lo que pueda decir la gente de mi poes¨ªa¡±.
"La poes¨ªa tiene que salir de las catacumbas", dej¨® dicho Octavio Paz. Karmelo C. Iribarren recogi¨® hace tiempo el guante con unos versos sin trampa ni cart¨®n que hablan de lo que le puede pasar a la gente cada ma?ana, "una literatura de los d¨ªas laborables", como la llama ¨¦l. Quiz¨¢ por eso tuvo su recompensa en forma de un p¨²blico fiel que, adem¨¢s de comprar sus libros, escribe sin parar sobre ¨¦l y sus versos en las redes sociales. Por cierto, el domingo, el propio Iribarren escrib¨ªa en su cuenta de Twitter: "Toda mi poes¨ªa est¨¢ siempre a un paso de despe?arse hacia la an¨¦cdota. Me gusta asumir riesgos".
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