Boulez nos mira a¨²n
El pianista Alfonso G¨®mez interpreta a Pierre Boulez en la Fundaci¨®n Juan March
Un a?o sin Boulez es un parad¨®jico t¨ªtulo de concierto. M¨¢xime cuando la viga maestra de la sesi¨®n, la Tercera Sonata, tiene la venerable edad de 60 a?os. Pero sirve para recordarnos que la m¨²sica de este vanguardista reconvertido en se?or de la m¨²sica durante medio siglo dista mucho de estar digerida.
El pianista vitoriano Alfonso G¨®mez no le ha tenido miedo a nada. Este concierto recordatorio de Boulez, fallecido hace ya un a?o, constaba de tres obras del franc¨¦s y como referente, una de Ligeti y dos estrenos espa?oles, Gabriel Erkoreka y Jos¨¦ Mar¨ªa S¨¢nchez Verd¨².
Abr¨ªa el concierto la breve Une page d¡¯¨¦ph¨¦m¨¦ride, de 2005. En el centro de la sesi¨®n la monumental Tercera sonata, y al final, Incises.
No es sencillo dialogar con la obra de Boulez. El Estudio para piano n? 2 de Ligeti fue dedicado a Boulez precisamente. Complementa bien el concierto, pero no interpela su obra, ni siquiera la problematiza. Ligeti suena de maravilla, con su universo de vanguardista ecl¨¦ctico, pero a un p¨²blico de hoy le plantea la misma pregunta que hace treinta a?os, ?qui¨¦n de los dos tiene raz¨®n?
Algo similar les pasa a las obras estreno de los dos espa?oles, en plena madurez, Erkoreka y S¨¢nchez-Verd¨², y tiene toda su l¨®gica.
Y donde se encuentra todo el nudo gordiano del problema es en la Tercera Sonata, de 1957, o mejor, estrenada ese a?o y escrita a fuego muy lento, y siempre con la sospecha de que se acabar¨ªa en alg¨²n momento, lo que no sucedi¨®. Y es que esta Tercera Sonata pian¨ªstica es el ep¨ªtome del ¡°work in progress¡±; en ella Boulez lleg¨® al l¨ªmite de lo que estaba dispuesto a dar como aleatoriedad. En realidad, era, m¨¢s bien, una escritura combinatoria que ¨¦l siempre defini¨® como el trayecto por una ciudad (?qu¨¦ ciudad? ?Par¨ªs?), y siempre con el plano de sus grandes mitos, Paul Klee y Stephan Mallarm¨¦. El resultado es una obra g¨¦lida, incisiva (m¨¢s que Incises) y nunca igual a s¨ª misma. Puede que, m¨¢s que un paseo urbano, en la l¨ªnea de Baudelaire, sea un recorrido desesperado por un laberinto. El auditor de entonces estaba igual de pertrechado que el de ahora, es el reino absoluto de la abstracci¨®n. Y si se busca alguna prueba, ah¨ª est¨¢n esa veintena de personas que se fueron al acabar esta pieza.
Excelentes Erkoreka y S¨¢nchez-Verd¨², pero un poco fuera de sitio en este concierto. Ya no son de la ¨¦poca de Boulez.
Babelia
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