Damien Hirst, el arte como posverdad
El artista brit¨¢nico regresa con una espectacular muestra en Venecia, mitad cuento mitol¨®gico y mitad celebraci¨®n kitsch
Vestido como un turista cualquiera, con ropa deportiva y enormes gafas de sol sobre el frontispicio, Damien Hirst da un ¨²ltimo paseo antes de levantar el tel¨®n de su nueva exposici¨®n, que se inaugura este domingo en las dos sedes de la fundaci¨®n que el magnate Fran?ois Pinault instal¨® en Venecia hace una d¨¦cada. Masacrarlo a preguntas no servir¨¢ de nada. ¡°Lo siento, amigo. Hoy no me toca prensa¡±, se excusa con una implacable sonrisa. L¨¢stima, porque su regreso despierta numerosos interrogantes. El primero: ?qu¨¦ es verdad y qu¨¦ es mentira en este esperado proyecto, insistentemente presentado como su regreso por la puerta grande, tras a?os de sequ¨ªa creativa y hast¨ªo de sus coleccionistas?
Tesoros del naugragio del 'Incre¨ªble', que permanecer¨¢ abierta en la laguna veneciana hasta el 3 de diciembre, est¨¢ concebida como una superproducci¨®n de aventuras. En la primera planta del Palazzo Grassi, palacete de m¨¢rmol blanco que parece reflejarse en el Gran Canal, un v¨ªdeo da la bienvenida. En ¨¦l, un grupo de buceadores extraen obras de arte de las profundidades marinas. Forman parte de la colecci¨®n de Cif Amotan II, esclavo otomano liberado en los d¨ªas del Imperio Romano, cuyo nav¨ªo, al que llam¨® Apistos (o ¡°incre¨ªble¡± en griego antiguo) se hundi¨® en las costas de Zanz¨ªbar hace dos mil a?os. En el barco transportaba la grandiosa colecci¨®n que amas¨® al recuperar su libertad, compuesta por fastuosas esculturas, joyas deslumbrantes y valiosas monedas, que quedaron hundidas en el fondo del mar.
Curiosidad, secretismo y oportunismo
La curiosidad era m¨¢xima. El secretismo habr¨¢ sido, hasta el ¨²ltimo segundo, casi total. De Tesoros del naugragio del 'Incre¨ªble', el inclasificable nuevo proyecto de Damien Hirst, solo se conoc¨ªan cuatro im¨¢genes capturadas en las profundidades del oc¨¦ano, difundidas en febrero a trav¨¦s de las redes sociales. Los potenciales compradores no recibieron las habituales fotograf¨ªas que suelen presentar las piezas a los coleccionistas antes de cualquier inauguraci¨®n. El galerista de Hirst, Larry Gagosian, prefiri¨® enviar a sus domicilios a una serie de representantes armados de tabletas electr¨®nicas. As¨ª, no quedaba rastro del preestreno.
Entre una estatua de Nefertiti y otra inspirada por Transformers, Fran?ois Pinault observaba el resultado en un silencio sepulcral. Se ha acusado al magnate del lujo, propietario de este doble museo veneciano y poseedor de una gran colecci¨®n de arte (en la que figuran, por lo menos, quince obras de Hirst), de orquestar este aparatoso regreso con el objetivo de revaluar la obra del artista brit¨¢nico, que en los ¨²ltimos tiempos hab¨ªa perdido valor. "No puedo evitar esos comentarios, pero no es [una iniciativa] comercial. Se trata de mostrar el arte que me gusta", ha dicho a The New York Times. El precio de las nuevas obras de Hirst oscilar¨ªa entre los 470.000 y los 4,7 millones de euros.
Lo que Hirst presenta ahora, seg¨²n el relato concebido para la exposici¨®n, no ser¨ªa m¨¢s que las obras extraviadas entonces, impregnadas de los colores que les prestaron las algas y el coral. En la colecci¨®n, encontrada en 2008 y rescatada con el concurso del artista, figuran bustos egipcios y torsos griegos, estatuillas de m¨¢rmol y budas en bronce oscuro, medusas de cristal y discos monol¨ªticos aztecas. En total, 200 obras se suceden por los pasillos. Muchas de ellas, de tama?o monumental. En el patio central del edificio se erige un coloso de 18 metros, inspirado en el protagonista de un cuadro de William Blake. ¡°La exuberancia es belleza¡±, escribi¨® este ¨²ltimo en El matrimonio del cielo y del infierno. No cabe la menor duda de que Hirst comparte esa m¨¢xima.
Pero las contradicciones no tardar¨¢n en surgir en el recorrido. En medio de las reliquias, presentadas con abundante documentaci¨®n ver¨ªdica sobre su origen y caracter¨ªsticas, aparecen obras incompatibles con esa leyenda. Algunas pertenecen a tiempos posteriores a los que vivi¨® el esclavo. Hay diosas antiguas que comparten los rasgos de deidades actuales como Kate Moss o Rihanna. Un poco m¨¢s all¨¢, un fara¨®n egipcio guarda cierto parecido con Pharrell Williams. En la ¨²ltima sala de la Punta della Dogana, segunda sede de la fundaci¨®n, aparece Mickey Mouse de la mano de su creador. ¡°En el fondo, el universo Disney funciona con los mismos mecanismos que la mitolog¨ªa cl¨¢sica¡±, explica el director del museo, Martin Bethenod, con total seriedad. Por si quedaba alguna duda sobre el chiste, al trepar hasta el belvedere de esta antigua aduana mar¨ªtima, aparecen distintos cr¨¢neos de unicornio. La ambig¨¹edad se transforma entonces en celebraci¨®n kitsch. En el fondo, a Hirst siempre le ha perdido la literalidad.
En los 5.000 metros cuadrados que ocupa la exposici¨®n no hay rastro de mariposas, puntos de colores ni tiburones en formol. Para bien o para mal, Hirst reinventa en Venecia su agotado lenguaje art¨ªstico de pies a cabeza. Pese a todo, el conjunto mantiene cierta continuidad con su obra anterior, que casi siempre ha estado conectada con el arte de ¨¦pocas pasadas. En sus car¨ªsimos cr¨¢neos decorados con diamantes o en sus vitrinas llenas de medicamentos ya transparentaban las vanitas y los gabinetes de curiosidades propios de otro tiempo. ¡°Adopta esas formas del pasado para reinterpretarlas, renovarlas y alterar su significado¡±, afirma Bethenod. Para ¨¦l, el proyecto no es totalmente falso. ¡°No s¨¦ cu¨¢nto tiempo llevaban all¨ª, pero le aseguro que las obras salieron del agua¡±, sonr¨ªe. Dos v¨ªdeos dan fe de ello. ¡°El poeta Coleridge dec¨ªa que, para adentrarse en la creaci¨®n literaria, uno deb¨ªa suspender voluntariamente su incredulidad. A eso nos invita Hirst¡±, a?ade.
Una figura aparece hasta tres veces: Proteo, el dios marino con la facultad de metamorfosearse. Hirst tambi¨¦n parece decidido a renacer, dejando atr¨¢s sus recientes desatinos, como la apote¨®sica subasta que le report¨® 200 millones de d¨®lares el mismo d¨ªa en que Lehman Brothers se declaraba en bancarrota, o su catastr¨®fica retrospectiva en la Tate Modern en 2012. ¡°Damien considera que el arte es una religi¨®n, una forma de sobrevivir y de afrontar la pregunta que nos hacemos todos: ?qu¨¦ nos espera despu¨¦s de la muerte?¡±, apunta, por su parte, la comisaria de la muestra, Elena Geuna. En otras palabras, renovarse o morir. En la exposici¨®n resuena tambi¨¦n la actualidad. ¡°Vivimos en la ¨¦poca de las fake news. ?Qu¨¦ es verdad y qu¨¦ no lo es? La muestra nos empuja a hacernos esas preguntas¡±, a?ade Geuna. En la entrada de la vieja aduana, Hirst ha esculpido esta frase: ¡°En alg¨²n lugar entre la mentira y la verdad yace la verdad¡±. La suya es, definitivamente, una exposici¨®n perfecta para nuestro tiempo.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.