Rayas en las paredes
En 16 a?os de tarea incesante, Carlo Zinelli hizo m¨¢s de 3.000 dibujos. En 1971 cerraron el manicomio de Verona y ya no volvi¨® a dibujar
Lo ¨²nico que hac¨ªa de la ma?ana a la noche Carlo Zinelli era dibujar. Se pon¨ªa delante de una gran hoja de papel en blanco y no levantaba la cabeza hasta que no la hab¨ªa llenado por completo de dibujos. Cuando ya no cab¨ªa ninguna figura m¨¢s, ninguna de aquellas palabras escritas que intercalaba y que pod¨ªan no tener significado, Zinelli le daba la vuelta a la hoja y continuaba por la otra cara. Una vez completadas, parec¨ªa olvidarse de ellas. Se paraba de vez en cuando para encender un cigarrillo. A veces se le quedaba apagado en la boca y ten¨ªa que volver a encenderlo. Fumaba sin quitarse el cigarrillo de la boca. En una bella necrol¨®gica de Roland Barthes, Italo Calvino escribi¨® que esa manera de fumar era propia de los que hab¨ªan sido j¨®venes antes de la guerra. Zinelli lo hab¨ªa sido. Hab¨ªa nacido en el momento justo para que alguno de los matarifes del siglo XX lo enrolara en uno de sus ej¨¦rcitos como carne de ca?¨®n. Nacido en 1916, en una familia pobre, cerca de Verona, Zinelli alcanz¨® la juventud en la edad justa para que le pusieran un uniforme y lo mandaran a una guerra, y como era pobre y hab¨ªa dejado la escuela a los nueve a?os y trabajado como pastor, fue directo a la infanter¨ªa y a la primera l¨ªnea. Estuvo entre los soldados italianos que mand¨® Mussolini a Espa?a a auxiliar a Franco. Sufri¨® un grave colapso mental y lo mandaron de vuelta a Italia, pero parece que al principio de la otra guerra volvi¨® al frente, durante la invasi¨®n de Grecia, y a partir de entonces su trastorno fue definitivo.
En 1948 estaba ingresado en el pabell¨®n de delirantes y agresivos en el manicomio de Verona. Le hab¨ªan diagnosticado una esquizofrenia aguda. De muy joven le hab¨ªa gustado la m¨²sica, y hab¨ªa sido un buen bailar¨ªn. Hay fotos suyas de fumador con estilo a la manera de Barthes o de un actor de los a?os treinta, con una pose muy italiana, el pelo hacia atr¨¢s, un bigote fino, el perfil aguile?o. En el manicomio se fue encerrando en un mutismo interrumpido por murmullos, repeticiones de palabras, fragmentos tarareados de m¨²sica. De su infancia solitaria de pastor le quedaba la dificultad de relacionarse con otros seres humanos y la cercan¨ªa con los animales. Recog¨ªa p¨¢jaros muertos e insectos en sus paseos por los patios del manicomio y se los guardaba en el bolsillo. P¨¢jaros, insectos, cabras, caballos, gatos, osos, serpientes, burros, perros, tienen una presencia numerosa en todo lo que dibuj¨® y pint¨® durante aproximadamente 16 a?os. Tambi¨¦n dibujaba figuras humanas que ten¨ªan orejas de caballos, largos picos de p¨¢jaros. Parecen siluetas de chamanes dibujadas en cuevas prehist¨®ricas, figuras de antepasados mitol¨®gicos en la pintura de los abor¨ªgenes de Australia.
Adquiri¨® el h¨¢bito de dibujar cosas con trozos de yeso en las baldosas de los pabellones, o raspando con un trozo de ladrillo afilado o un clavo en la cal de las paredes
Cuando llevaba unos a?os internado, Zinelli adquiri¨® el h¨¢bito de dibujar cosas con trozos de yeso en las baldosas de los pabellones, o raspando con un trozo de ladrillo afilado o un clavo en la cal de las paredes. Un escultor escoc¨¦s que viv¨ªa en Verona y que hab¨ªa ingresado voluntariamente en el manicomio queriendo curarse del alcoholismo observ¨® por casualidad a Zinelli dibujando sus trazos por las paredes y el suelo. Con la ayuda de uno de los psiquiatras, el escultor convenci¨® a la administraci¨®n para que habilitaran un taller de dibujo y manualidades. Por primera vez en su vida, Zinelli ten¨ªa a su disposici¨®n una mesa de trabajo, grandes cuadernos de hojas en blanco, l¨¢pices de colores, pinceles, tarros de tinta, estuches de acuarelas. El silencio en el que viv¨ªa encerrado estall¨® en una elocuencia visual que no se deten¨ªa nunca, en un caudal de invenciones en los que la repetici¨®n obsesiva de temas y figuras derivaba en exploraciones de nuevas posibilidades pl¨¢sticas, en saltos de estilo, en hallazgos de materiales ?inusitados. Encerrado en un manicomio, a mediados del siglo XX, Carlo Zinelli parec¨ªa que estaba inventando desde la nada y desde el origen los impulsos fundamentales del arte, la pasi¨®n humana por llenar de figuras y signos cualquier espacio accesible, de organizarlo y subdividirlo en patrones r¨ªtmicos tan rigurosos y cambiantes como los de la m¨²sica. Zinelli dibuja las mismas cosas que podr¨ªa haber dibujado un pastor o un cazador neol¨ªtico, o un nativo americano de las praderas; composiciones en las que se comprime el orden c¨®smico y toda la variedades de los seres visibles e invisibles, los reales y los inventados, los humanos y los animales y los que son las dos cosas a la vez. En un momento dado, los dibujos de los indios de las praderas incluyen rifles de repetici¨®n, locomotoras humeantes, uniformes azules de soldados: en la imaginaci¨®n pl¨¢stica de Zinelli, agitada por el sufrimiento mental, el mundo contempor¨¢neo se mezcla con las presencias intemporales de los s¨ªmbolos, tal como deber¨ªa sucederle en sus pesadillas: hay fusiles, hay buques de guerra, hay filas de soldados, hay animales agujereados por disparos, hay explosiones y carros de combate, todo ello representado en el mismo estilo sint¨¦tico, siluetas como garabatos, como jerogl¨ªficos, sometidas a multiplicaciones y a repeticiones, con la compulsi¨®n del trastorno, con la monoton¨ªa aritm¨¦tica de las masacres militares.
No hab¨ªa o¨ªdo nunca el nombre de Carlo Zinelli. La lluvia inh¨®spita y el viento fr¨ªo de abril me hicieron buscar refugio en el Folk Art Museum de Nueva York, cerca de Lincoln Center. Fue como entrar por sorpresa en una cueva prehist¨®rica con las paredes llenas de pinturas, una cueva secreta que era tambi¨¦n el gran teatro de la imaginaci¨®n de un hombre. Las figuras y los motivos de Zinelli se agrupan con frecuencia en series de cuatro. ?l pon¨ªa los cigarrillos de cuatro en cuatro sobre su mesa de trabajo en el taller de manicomio, y tambi¨¦n los l¨¢pices, y las cerillas, y repet¨ªa la misma palabra cuatro veces, y estrechaba cuatro veces seguida la mano. En 16 a?os de tarea incesante hizo m¨¢s de 3.000 dibujos. Terminaba uno y ya ni lo miraba, impaciente de comenzar otro. En 1971 cerraron el manicomio de Verona y llevaron a Zinelli a un establecimiento nuevo, con un taller mucho mejor instalado. Ya no volvi¨® a dibujar. De alg¨²n modo el desconcierto de un espacio nuevo cort¨® en seco su inspiraci¨®n. O quiz¨¢s era que se dio cuenta de que ya no le quedaba nada m¨¢s que dibujar, o estaba cansado. Muri¨® en 1974, con 57 a?os, sin haber vuelto a tocar un l¨¢piz ni un pincel.
¡®Carlo Zinelli (1916¨C1974)¡¯. American Folk Art Museum. 2 Lincoln Square. Nueva York. Hasta el 20 de agosto.
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