Gatos en la barriga
Tras la pol¨¦mica sobre el cartel de la Feria del Libro de Madrid, concluyo que, sea gato rojo o gato negro, lo importante es que micifuz coja ratones/lectores
1. Mininos
Feroz discusi¨®n con mi asesora portuguesa Ana Coluto a cuenta del dichoso cartel de la 76? Feria del Libro de Madrid. Todo empez¨® cuando me permit¨ª expresar ?¡ªreconozco que un tanto desabridamente¡ª la triple opini¨®n de que, a) se trata del cartel m¨¢s hortera de su historia, b) infantiliza el evento y, c) y lo que es peor, insulta a la inteligencia o sensibilidad del p¨²blico adulto (¡°los madrile?os son gatos; gatos que leen¡±). Ana se me pone como gato panza arriba ¡ªaunque no me sabe decir qui¨¦n le puso el cascabel al felino¡ª, y me pronostica que el p¨®ster con el gato rojo va a gustar hasta al gato, aunque de noche todos sean pardos. Argumento que la autora del cartel ¡ªa quien, a juzgar por Internet, no le falta oficio¡ª ha metido en esta ocasi¨®n la pata hasta el corvej¨®n, quiz¨¢s llevada por un precario entendimiento de la expresi¨®n ¡°cultura popular¡±; y le ha pesado mucho ¡ªcontin¨²o maullando de indignaci¨®n¡ª lo del pu?etero gentilicio gatuno, olvidando que ¡°gato¡± es tambi¨¦n ¡°ladr¨®n¡± (el expresidente madrile?o Ignacio Gonz¨¢lez, entre otros, lo ser¨ªa por partida doble).
Ana Coluto ¡ªa quien la pasi¨®n lleva siempre a incurrir en inconsecuencias discursivas¡ª se defiende habl¨¢ndome de la presencia del gato en la literatura: del minino con botas de Perrault o el inquietante Cheshire de Lewis Carroll, al gato negro de Poe, a los muy lascivos de Baudelaire, o al ¡°Theodor W. Adorno¡± del maestro Cort¨¢zar. Incluso ¡ªun golpe bajo¡ª me recuerda que uno de mis cinco relatos favoritos de todos los tiempos es el magistral Gato bajo la lluvia, que Hemingway incluy¨® en la recopilaci¨®n En nuestro tiempo (1925). Reacciono como morrongo escaldado dici¨¦ndole que me gustar¨ªa pasar tan inadvertido como el de Soseki (Soy un gato, Impedimenta) para haber asistido de inc¨®gnito al momento del encargo y saber qu¨¦ le pidieron los directivos de la Feria (no sea que en la comanda pudiera haber gato encerrado). Por ¨²ltimo, mientras recuerdo unos versos de la ¡®Oda al gato¡¯ (1959), de Neruda ¡ª¡°peque?o?/ emperador sin orbe?/ conquistador sin patria?/ m¨ªnimo tigre de sal¨®n, nupcial?/ sult¨¢n del cielo¡±¡ª, e insisto en mi sospecha de que nos hayan querido dar gato por liebre, llego a un consenso con la entusiasta Ana Coluto (que me acusa injustamente de haberle cogido gato a la Feria) en el sentido de que, gato rojo o gato negro, lo importante es que micifuz coja ratones / lectores. Pues que as¨ª sea, como dir¨ªa el obispo.
2. Diab¨®lico
Quiz¨¢s los historiadores del futuro encuentren en la ic¨®nica escena de Rodrigo Rato d¨¢ndole a la campanita de Bankia el s¨ªmbolo m¨¢s cabal de las corrupciones del rajoyato (por ahora)
N¨®rdica acaba de publicar, reunidos en un solo libro ilustrado por Ana Juan (traducci¨®n de ??igo J¨¢uregui), dos espl¨¦ndidos cuentos diab¨®licos de sendos autores distantes en el tiempo. El hombre del traje negro es un premiad¨ªsimo relato de Stephen King, publicado originalmente en The New Yorker (1994), en el que un anciano de 90 a?os rememora con temor el encuentro que tuvo de ni?o con un siniestro individuo (desprend¨ªa el olor de los f¨®sforos quemados y sus dedos eran como garras) que puso a prueba todas sus creencias, y cuya siniestra presencia sigue acech¨¢ndole. King se inspir¨® para escribirlo en el otro cuento incluido, El joven Goodman Brown (1835), de Nathaniel Hawthorne, ambientado en el Salem de las brujas, y en el que el protagonista asiste a un fantasmal aquelarre en el que todas sus convicciones se derrumban para siempre.
3. Iconos
Las banderas, los himnos, las im¨¢genes, los s¨ªmbolos de todo tipo (duraderos o ef¨ªmeros) que han expresado valores e ideales partidarios o ¡°nacionales¡± a lo largo de la compleja historia espa?ola contempor¨¢nea, invadiendo el espacio p¨²blico y suscitando adhesiones, rechazos o conflictos, son analizados y contextualizados en Los colores de la patria (Tecnos), un ilustrativo estudio de los historiadores Javier Moreno Luz¨®n y Xos¨¦ M. N¨²?ez Seixas en el que tambi¨¦n se examinan las razones (tensiones Estado central-nacionalismos perif¨¦ricos) por las que los ciudadanos espa?oles tenemos tan escasos s¨ªmbolos compartidos. En otro orden de cosas, y pensando en las im¨¢genes que nos deja nuestro propio presente, se me ocurre que quiz¨¢s los historiadores del futuro encuentren en la ic¨®nica escena de Rodrigo Rato d¨¢ndole a la campanita de Bankia el s¨ªmbolo m¨¢s cabal de las corrupciones del rajoyato (por ahora).
4. Goteo
Un siglo despu¨¦s, la Revoluci¨®n de Octubre sigue suscitando no solo controversia, sino ansiedades y temores. Solo as¨ª se explica, por ejemplo, que un conspicuo novelista (y columnista) de la derecha, cuyo nombre la piedad me lleva a olvidar, tenga a bien fantasear con las manos de Lenin describi¨¦ndolas ¡°como de masturbador de rinocerontes¡± (sic). Por lo dem¨¢s, contin¨²a el goteo de publicaciones en espa?ol con motivo del centenario. A las ya citadas con anterioridad en el Sill¨®n de Orejas se a?aden algunas interesantes novedades y reediciones. Entre las primeras, destaco El gran miedo, de James Harris (Cr¨ªtica), y dos buenas s¨ªntesis: La venganza de los siervos, de Juli¨¢n Casanova (Cr¨ªtica), y Breve historia de la Revoluci¨®n rusa, de Mira Milosevich (Galaxia Gutenberg). Entre las reediciones: La revoluci¨®n rusa, de Rosa Luxemburgo (P¨¢gina Ind¨®mita), y el importante y documentado estudio de Sheila Fitzpatrick Lunacharski y la organizaci¨®n sovi¨¦tica de la educaci¨®n y de las artes, 1917-1921 (Siglo XXI); y una curiosidad, La revoluci¨®n rusa de 1917, de Blasco Ib¨¢?ez (S¨ªlex), que re¨²ne los textos sobre el acontecimiento publicados en su Cr¨®nica de la Guerra Europea. De entre las novedades extranjeras que he recibido, recomiendo vivamente The Dilemmas of Lenin: Terrorism, War, Empire, Rebellion, de Tariq Ali, publicado recientemente por Verso.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.