007
Fue tan insulso el paso de los toros de Valdefresno que s¨®lo dan ganas de escribir sobre la muerte de Roger Moore
Fue tan insulso y desagradable el paso de los toros de Valdefresno sobre el ruedo de Las Ventas que s¨®lo dan ganas de escribir sobre la muerte de Roger Moore, mejor conocido como James Bond y rendir un callado homenaje a las v¨ªctimas del en¨¦simo ataque terrorista, ahora en M¨¢nchester del Reino Unido.
007: cero la corrida de por s¨ª parchada con sus propios hermanos de Fraile Mazas y cero las posibles ganas de reconocer lo poco que se esforzaban en hacer los toreros, banderilleros, picadores e incluso, once again, los cabestros capirote de Florito que se tuviern que llevar de vuelta al corral a dos blandengues de Valdefresno y 7, el tendido de los siempre inquietos que por hoy llevaban toda la raz¨®n en sus constantes cr¨ªticas, aplausos de protesta y coros que exigen la presencia del Toro, el de veras, el que fuera bravo y noble, encastado, repetidor, galopante; el que hunde el hocico en la arena con embestidas de embeleso y siembra un respeto inapelable con su bravura a flor de piel, con el cara seria y los belfos cerrados y la mirada de lince¡ y todo eso que convert¨ªa a James Bond en el agente secreto con licencia para matar.
Never say Never, como una de sus pel¨ªculas podr¨ªa ser el placebo para algunos buenos aficionados que se resignen a reconocerle cierto m¨¦rito a Daniel Luque ante el galimat¨ªas que le present¨® un tal Perseguido del hierro de Carriquiri que parec¨ªa haber sido tentado cuando era eral y sali¨® como sobrero para reconocer de memoria no s¨®lo el ruedo y los burladeros, sino al picador con la vara. Tambi¨¦n hay que celebrar que Fortes se toma tan en serio lo de la torer¨ªa que camina arrastrando las zapatillas como si lo pintaran al ¨®leo y hay que reconocer esos cuatro naturales de rodillas con los que abri¨® su faena al infumable Cigarro de Valdefresno que no pod¨ªa con el alma ni con los 521 de su desabrido encaste y creo que tambi¨¦n habr¨¢ que reconocer el valor a toda prueba de Juan Leal, sobre todo en la rara geometr¨ªa con la que tuvo que intentar pasar al agrio y acobardado Pomposico II, una calistenia que parec¨ªa tri¨¢ngulo is¨®sceles y que estuvo a punto de costarle una cornada¡ una trama enredada, con los villanos cornudos sembrando desconciertos y si acaso, un par de banderillas, un par de puyazos como carga de caballer¨ªa y un par de razones de puro valor y cierta verg¨¹enza que tienen que mostrar los agentes secretos vestidos de oro, plata o pasamaner¨ªa en azabache para salir airosos en la desgraciada y descastada pel¨ªcula en la que han ca¨ªdo las corridas cuando son tan lamentables.
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