Regreso a la tribu
Frente al individualismo moderno cunde la ancestral necesidad de pertenencia a un grupo, un resorte atractivo y, a veces, peligroso
Ikea nos amuebla la casa, Zara nos viste y Starbucks nos alimenta. Puede considerarse extrema, ex¨®tica, semejante trinidad de la globalizaci¨®n, pero la hip¨¦rbole plantea tanto la homogeneidad de nuestras sociedades como explica el recelo a ella y la aspiraci¨®n de diferenciarse: desde la a?oranza de los h¨¢bitos tribales hasta los fen¨®menos de ¨¦nfasis identitario.
Ser¨ªa una reacci¨®n a los grandes procesos integradores. No ya la mundializaci¨®n en sentido abstracto y las desigualdades que haya podido conllevar, sino la propia construcci¨®n de la UE, cuyo destino de fraternidad y de soberan¨ªa compartida se ha visto expuesto al nacionalismo y al populismo. Parece atractiva la idea de ser europeo como realidad transfronteriza, como idiosincrasia cosmopolita, como mercado com¨²n, como rechazo a la dial¨¦ctica de las guerras continentales, pero la dificultad de ¡°sentirse¡± europeo y el escepticismo que origina la burocracia bruselense incitan la tentaci¨®n de vincular la desi?gualdad y el deterioro de la calidad de nuestras vidas a la frustraci¨®n del ¡°proyecto comunitario¡±.
Es el desenga?o donde anida la tentaci¨®n retrospectiva, la enso?aci¨®n de un pasado feliz. Marine Le Pen promet¨ªa la Francia de los a?os sesenta, la Francia preglobalizada. No s¨®lo idealiz¨¢ndola, sino evocando todos los pasajes de identificaci¨®n que se hab¨ªan deteriorado en la mel¨¦ europea: el franco, los manteles de cuadros, el reposo dominical y hasta la grandeur.
Se trata de un mensaje sentimental, pero inculcado desde la psicosis, pues la l¨ªder del Frente Nacional, igual que otros colegas xen¨®fobos europeos en el Gobierno ¡ªViktor Orb¨¢n, en Hungr¨ªa¡ª o en la oposici¨®n, han exacerbado los miedos y las amenazas ¡ªel islam, la inmigraci¨®n, el euro, la globalizaci¨®n misma¡ª como trasunto de una emergencia y como justificaci¨®n de un mesianismo que arraiga en el debate hipersensible de la identidad.
En la sociedad tribal se comparte la pobreza, pero tambi¨¦n el tiempo y las relaciones. Con la bonanza econ¨®mica crece el aislamiento
Identidad (Trotta) es el ¨²ltimo ensayo de la investigadora Montserrat Guibernau y se antoja una respuesta elaborada a los enigmas de un mundo en transformaci¨®n que ubica al hombre moderno en el punto de tensi¨®n entre el individualismo y la necesidad de pertenencia a un grupo. ¡°La urgencia de un sentimiento de pertenencia motiva a los individuos a sacrificar sus intereses personales¡±, explica. ¡°Tambi¨¦n impulsa a renunciar a cotas sustanciales de libertad, con el objetivo de amoldarse a las reglas, normas y valores de la comunidad. A cambio, disfrutar¨¢n de seguridad, protecci¨®n, solidaridad, compa?erismo. En el momento presente, el atractivo de la pertenencia a la naci¨®n como comunidad pol¨ªtica se mantiene como el m¨¢s poderoso agente de movilizaci¨®n pol¨ªtica, capaz de establecer una clara distinci¨®n entre aquellos que pertenecen y quienes son considerados enemigos o extranjeros¡±.
Este planteamiento sobrentiende una posici¨®n jer¨¢rquica de la exclusi¨®n respecto a la inclusi¨®n. Las comunidades de pertenencia enfatizan los rasgos propios, espec¨ªficos, aunque sea al precio de engendrar una doctrina discriminatoria. Todos los espa?oles podemos celebrar el gol de Iniesta en Sud¨¢frica y proclamarlo en las calles con fervor, pero representa un comportamiento colectivo de pertenencia demasiado gen¨¦rico y coyuntural.
Todo lo contrario, por ejemplo, de cuanto se desprende del hooliganismo. Los hinchas ultras se reconocen en sus ritos, sus tatuajes, sus himnos. Crean una tribu cerrada a semejanza de una secta o de una religi¨®n dogm¨¢tica cuya idiosincrasia se define en la diferencia y en la beligerancia. Se necesita un enemigo para aglutinarse, aunque no todas las comunidades cerradas responden a principios agresivos ni predican la discriminaci¨®n. Ni siquiera en el f¨²tbol, donde se cultiva tambi¨¦n una liturgia sana en la adopci¨®n de los c¨¢nticos, del vestuario. O en la devoci¨®n a los jugadores que desempe?an el antiguo papel tot¨¦mico, especialmente cuando se prodigan en el arte de los fen¨®menos sobrenaturales. Maradona cre¨® una religi¨®n pagana en torno a s¨ª mismo de la que Messi es un reflejo contempor¨¢neo, como lo es Cristiano Ronaldo en la facultad de proporcionar a sus seguidores un camino de evasi¨®n y hasta una manera de peinarse.
El f¨²tbol se prolonga en tribus. Confronta colores y banderas. Estiliza las antiguas batallas campales. Y sube la temperatura de una sociedad en la alegor¨ªa del gran caldero, como orientaci¨®n de los humores de un pa¨ªs. La guerra de los Balcanes estall¨® primero en los campos de f¨²tbol.
La endogamia nacionalista coexiste con la amenaza global del yihadismo, que se alimenta de la debilidad y fracaso de los Estados
¡°La naturaleza vinculante del ritual¡±, explica la profesora Guibernau, ¡°conduce a la distinci¨®n entre la lealtad por elecci¨®n y a la lealtad autoritaria. Mientras que la primera es el resultado de una elecci¨®n libre e individual que contribuye a la autodefinici¨®n del individuo, la segunda es el resultado de las presiones para actuar de una forma determinada¡±. Existir¨ªa pues una diferencia fundamental entre involucrarse en una comunidad desde el libre albedr¨ªo y hacerlo por coacci¨®n o inducci¨®n, si bien es cierto el ensayo Identidad menciona el retorno del autoritarismo y alude a la fascinaci¨®n que ejerce la sumisi¨®n.
¡°La obediencia a una ideolog¨ªa pol¨ªtica o a una fe religiosa¡±, a?ade Guibernau, ¡°mantiene en el individuo un sentimiento de seguridad, basado en la pertenencia a una comunidad percibida a un tiempo como poderosa y valiosa, y dentro de la cual los individuos son considerados como miembros, con la prerrogativa de acceder a ventajas materiales e inmateriales ligadas a su pertenencia (¡) El auge del fundamentalismo isl¨¢mico puede interpretarse como una respuesta a la globalizaci¨®n y un rechazo a la modernidad. Pretende recuperar la tradici¨®n y tiene un poder enorme como fuerza para responder a las cuestiones a las que se enfrentan los individuos contempor¨¢neos, a los aspectos civiles y pol¨ªticos de la vida social¡±.
Abunda o redunda en esta direcci¨®n un ensayo que acaba de publicarse en Italia a iniciativa del periodista Maurizio Molinari. Se titula El retorno de las tribus (Ediciones Rizzoli) y sostiene que el problema externo del yihadismo y el problema interno del nacionalismo provienen del debilitamiento del Estado. Especialmente en Europa, donde prevalece la propaganda eur¨®foba porque no se ha construido en Bruselas un relato que entusiasme, ni se ha sabido inculcar entre los europeos la relevancia del modelo integrador.
En los pa¨ªses desarrollados se ha percibido por muchos ciudadanos el hecho de que la globalizaci¨®n ha provocado un dominio de las desigualdades econ¨®micas que determinan tanto el discurso de los movimientos populistas y antisistema como proporciona energ¨ªa al nacionalismo exacerbado¡±, explica Molinari. ¡°Ha cuajado la idea de que hay un establishment, una casta, de forma que se ha predispuesto la aparici¨®n de grupos, de partidos, que fomentan la idea vigorosa de una pertenencia y de un credo alternativos. No digamos ya cuando puede apelarse al pasado, exacerbar los s¨ªmbolos patri¨®ticos propios, resucitar las leyendas fundacionales¡±.
La endogamia nacionalista coexiste a juicio de Molinari con la amenaza global del yihadismo, cuya pujanza est¨¢ igualmente relacionada con la debilidad de los Estados ¨¢rabes-musulmanes. ¡°Se han descompuesto en la inercia fallida de la primavera ¨¢rabe y se ha producido un poderos¨ªsimo resurgimiento de los clanes tribales como fuente de agregaci¨®n social, econ¨®mica y militar. El yihadismo propone una revoluci¨®n, aunque sea una revoluci¨®n sanguinaria. Y ha logrado fertilizar en las tribus, los clanes, las mezquitas. Es un proyecto poderoso frente a la agon¨ªa del Estado d¨¦bil¡±.
El ejemplo m¨¢s elocuente consiste en el Estado Isl¨¢mico. T¨¦cnicamente es un feroz movimiento terrorista, pero representa un modelo de sociedad y aspira a recrear las fronteras de un gran califato. De ah¨ª la importancia que reviste haber comprometido un ¨¢rea geogr¨¢fica ¡ªSiria e Irak¡ª y haber proporcionado una infraestructura educativa, religiosa, sanitaria.
Desde la autoridad, el terror y la propaganda, pero tambi¨¦n desde el fracaso de los Estados y desde su papel providencialista, Al Bagdadi, cabeza visible e invisible del Daesh, ha ¡°conseguido¡± instalar su r¨¦gimen en el esquema de las sociedades y comunidades previas a la constituci¨®n del Estado. ¡°La ¨²nica manera de ganar esta batalla de nuestro tiempo consiste en combatir el yihadismo como si el populismo no existiese y de combatir el populismo como si no existiese el yihadismo¡±, razona Molinari. ¡°Son dos emergencias de los pa¨ªses occidentales que deben tratarse por separado, porque en un caso se trata de redise?ar la seguridad colectiva y en el otro de proyectar la prosperidad colectiva¡±.
El deterioro del propio bienestar y la psicosis hacia las amenazas exteriores ¡ªm¨¢s abstractas que concretas¡ª habr¨ªa proporcionado a Donald Trump el mejor argumento de su victoria. Molinari sostiene incluso que el nuevo presidente de EE UU ha surgido a iniciativa de la ¡°tribu blanca¡±. Un hurac¨¢n protestante y nacionalista que provendr¨ªa del descontento y que podr¨ªa vincularse igualmente a la pol¨ªtica fallida de Obama ¡°en el ¨¢mbito de la desigualdad, la pobreza y el racismo¡±, precisa el escritor italiano.
El mundo complejo, la globalizaci¨®n, la edad de la tecnolog¨ªa, la hipercomunicaci¨®n han precipitado una reac?ci¨®n hacia dentro, pero Guibernau se resiste a generalizar una visi¨®n negativa del fen¨®meno identitario. ¡°El sentimiento de pertenencia genera el ant¨ªdoto m¨¢s potente contra la alienaci¨®n y la soledad. La pertenencia ofrece al individuo un punto de referencia, permiti¨¦ndole as¨ª trascender su limitada existencia al compartir intereses comunes, objetivos y caracter¨ªsticas con sus compa?eros o compatriotas. La intensidad de los sentimientos que mueve a los individuos a pertenecer es tan fuerte que a menudo consigue que los propios individuos est¨¦n dispuestos a renunciar a su libertad a cambio de las ventajas que ofrece la pertenencia a un grupo determinado¡±.
La libertad nos habr¨ªa procurado independencia y racionalidad, pero nos habr¨ªa imbuido con sentimientos de soledad. Y para escapar a ellos, sostiene Guibenau, habr¨ªamos encontrado refugio en otras formas de dependencia. Desde las adicciones m¨¢s conocidas ¡ªsexo, drogas, trabajo obsesivo, riesgo, juego, redes sociales, comida¡ª hasta el fen¨®meno de ¡°la sumisi¨®n al l¨ªder y la conformidad como tipos de dependencia que est¨¢n sumando adictos a un ritmo considerable¡±.
Ser¨ªamos pues los occidentales m¨¢s libres que nunca, pero no necesariamente m¨¢s felices. Se obstina en demostrarlo un tercer ensayo que ha escrito el periodista estadounidense Sebastian Junger y cuyo t¨ªtulo, Tribu (Capit¨¢n Swing), es tan elocuente como el predicado que aparece en la portada: Sobre vuelta a casa y pertenencia.
¡°Si el hogar es el sitio donde, cuando has de ir, tienen que ir a recogerte, la tribu ser¨ªa la gente con la que te sientes forzado a compartir la comida que te queda. A los humanos no les importa la adversidad; lo que les afecta es no sentirse necesarios. La sociedad moderna ha perfeccionado el arte de hacer que la gente no se sienta necesaria¡±, escribe Junger.
Es el contexto en el que se explica el elogio de las sociedades tribales, no por reivindicar el adanismo ni la idealizaci¨®n, sino por reflejar hasta qu¨¦ extremo las necesidades fomentaban la solidaridad, el sentimiento de pertenencia. Los miembros de una sociedad tribal compart¨ªan la pobreza, pero tambi¨¦n el tiempo y las relaciones, entretanto que la independencia econ¨®mica de nuestro tiempo habr¨ªa conducido al aislamiento, favoreci¨¦ndose incluso la depresi¨®n y el suicidio. Ser¨ªamos urbanitas sobrealimentados y al mismo tiempo mal nutridos, competitivos y aislados, por mucho que la comunicaci¨®n tecnol¨®gica nos plantee la sensaci¨®n de que vivimos hiperconectados.
Hasta la paz se habr¨ªa convertido en un problema¡ por no haber sabido revestirla de valor comunitario. ¡°Las comunidades que han sido devastadas por desastres naturales o causados por la mano del hombre casi nunca caen en el caos; si acaso, se convierten en m¨¢s justas, m¨¢s igualitarias y m¨¢s deliberadamente equitativas¡±. Cuenta Junger que las tasas de suicidio en Europa son mucho m¨¢s altas en tiempos de paz; y que los desastres o las situaciones extremas producen condiciones mentales m¨¢s sanas, empezando por los soldados estadounidenses desplazados a los ¨²ltimos conflictos.
Junger ha concluido que la actividad en el conflicto era mucho m¨¢s gratificante que el regreso a casa. No por el placer de disparar, sino por cuanto el conflicto proporcionaba a los soldados los sentimientos de solidaridad, jerarqu¨ªa, respeto, valores y hasta conciencia de la muerte. ¡°La belleza y la tragedia del mundo moderno es que elimina muchas situaciones que exigen que la gente demuestre un compromiso con el bien colectivo. Aliviado de la mayor¨ªa de los desaf¨ªos de la supervivencia, un hombre urbano puede pasarse toda la vida sin tener que ayudar a nadie¡±. Junger no pretende que renunciemos a la electricidad ni que nos coordinemos para cazar bisontes. Tampoco hace apolog¨ªa de la cat¨¢strofe ni de la guerra. Sus reflexiones conciernen a la insoportable levedad que ya describi¨® Kundera. Y a la paradoja de un mundo infelizmente feliz donde prolifera el aislamiento, el individualismo y la falta de rituales compartidos.
La soluci¨®n consistir¨ªa en comprometerse. Resucitar el principio fundacional de la lealtad y de la pertenencia. Reconocerse en una comunidad. Ser¨ªa la mejor forma de reavivar la hormona de la oxitocina ¡ªesa que se dispara en la lactancia, pero tambi¨¦n en la cooperaci¨®n grupal¡ª, especialmente si elegimos una causa filantr¨®pica y una tribu que no exija renunciar a la libertad.
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