La tataranieta de Isabel II, un abad ortodoxo ruso y un fascista: la misa por el ¨²ltimo emperador mexicano
Cerca de 400 nost¨¢lgicos conmemoran en una iglesia de Ciudad de M¨¦xico el 150 aniversario de la muerte de Maximiliano de Habsburgo
Al salir de la iglesia, una mujer menuda y de una palidez aristocr¨¢tica casi se pierde por los ¨¢rboles geneal¨®gicos de su familia. ¡°Tenemos sangre de much¨ªsimas casas reales, sangre de los Borbones, de la casa de Orleans, de los Medici¡ son muchas casas¡±. En ese momento, para de hablar y saca del bolso unos papelitos escritos a mano y amarrados con un clip. ¡°Son como 200 reyes los que traigo en la sangre. Como no me los s¨¦ de memoria, los traje apuntados para acordarme. Te los voy a leer¡±. Antes de empezar la lista, hace otra parada:
¡ªMira que bonito cuello lleva esa se?ora, qu¨¦ distinguida. Debe ser Habsburga, que tambi¨¦n son mis parientes.
Marina De Santiago-de Borb¨®n Haas Canalizo, mexicana y tataranieta de Isabel II, lleg¨® la tarde de este lunes a la iglesia San Ignacio de Loyola de Polanco, el barrio noble de la capital, para arropar a su ¡°primo lejano en muchos grados¡±, Carlos Habsburgo Lorena, sobrino-tataranieto de Maximiliano, archiduque de Austria, segundo y breve emperador de M¨¦xico, desde 1864 hasta 1867, mirlo blanco de Napole¨®n III en sus ambiciones americanas y gran esperanza -y r¨¢pida decepci¨®n- de los conservadores cat¨®licos mexicanos de entonces, sumidos en una larga y soterrada guerra con los liberales laicos.
Siglo y medio despu¨¦s de su fusilamiento por el ej¨¦rcito republicano de Benito Ju¨¢rez, los mon¨¢rquicos mexicanos reunidos por su aniversario a¨²n lo reconocen como ¡°el leg¨ªtimo heredero de su dinast¨ªa¡±.
Como dos reyes salieron el bisnieto y su esposa despu¨¦s de media hora de ceremonia religiosa, presidida por dos fotos frente al altar: la Virgen de Guadalupe y el emperador austriaco con la barba partida en dos. En medio, el tois¨®n de oro, mullidito en un coj¨ªn amarillo. Tras el himno mexicano a coro, la pareja avanz¨® tomada del brazo por el pasillo central entre v¨ªtores entusiastas: ?Viva su majestad Maximiliano de M¨¦xico I!
La comitiva, se?ores de pelo blanco y se?oras con pamela y perlas, les segu¨ªa con una sonrisa casi a¨¦rea de satisfacci¨®n. Ya en la calle, el primero en saludar al caballero de la Orden del honor imperial de M¨¦xico con tres besos en la mejilla fue el abad Nectari, de la iglesia ortodoxa rusa. T¨²nica negra, gorro cil¨ªndrico y cruz pectoral morada, el religioso conoci¨® a la familia a finales de los 70 en Cuernavaca. ¡°Vino el Sha de Ir¨¢n en una visita de Estado y all¨ª coincid¨ª con el archiduque F¨¦lix de Habsburgo, el pap¨¢ de Don Carlos¡±.
Hizo m¨¢s por M¨¦xico en tres a?os que otros en 80
El relato hist¨®rico dibuja a Maximiliano, hermano del emperador austroh¨²ngaro, casi como una v¨ªctima de un embaucador Napole¨®n III. Con la excusa del impago de la deuda externa prepar¨® junto a Inglaterra y Espa?a la invasi¨®n de M¨¦xico, cuando la verdadera intenci¨®n era taponar la expansi¨®n de Estados Unidos, maniatado entonces por la guerra de secesi¨®n. Francia qued¨® internacionalmente sola, pero con el apoyo de los conservadores y la Iglesia mexicana, que asumieron la imposici¨®n de un rey extranjero por el ej¨¦rcito franc¨¦s con tal de detener el ¨ªmpetu liberal de Ju¨¢rez.
¡°Vol¨¢til, indeciso, d¨¦bil, reflexivo¡±, como lo defini¨® el escritor Fernando del Paso en su monumental? Noticias del Imperio, la apuesta de los conservadores mexicanos pronto se revel¨® fallida. Cat¨®lico pero de talante liberal, Maximiliano, junto al pulso pol¨ªtico de la emperatriz Carlota, refrend¨® las leyes que marcaban la separaci¨®n entre Iglesia y Estado, confirm¨® la nacionalizaci¨®n de sus bienes, aboli¨® los castigos corporales en las haciendas, instaur¨® la educaci¨®n primaria gratuita y obligatoria, promulg¨® leyes a favor de los ind¨ªgenas y se lanz¨® a inaugurar museos y amplias avenidas, como la que comunicaba su residencia, el Palacio de Chapultepec, con el coraz¨®n de la ciudad, el espl¨¦ndido Camino del emperador, hoy Paseo de la Reforma.
H¨¦ctor y Pier Adib son abogados y de origen liban¨¦s. ¡°Hablamos franc¨¦s, pero no somos franceses¡±, precis¨® Pier, traje cruzado de raya diplom¨¢tica y pelo canoso y brillante
¡ª?No creen que de alg¨²n modo, Maximiliano traicion¨® a sus aliados mexicanos?
¡ªIntent¨® conciliar a todas las partes y cuando se dio cuenta que los liberales nunca le aceptar¨ªan, ya fue demasiado tarde. De todas maneras, hizo m¨¢s por M¨¦xico en tres a?os que otros en 80.
Presionado por la amenaza prusiana en Europa y los desaires de la Iglesia, Napole¨®n decidi¨® retirar su tropas de territorio mexicano. Menos de un a?o despu¨¦s, Maximiliano mor¨ªa ejecutado. Rom¨¢ntico y liberal, amante de la poes¨ªa y la pintura, el monarca austriaco lleg¨® a vestirse de charro. Intent¨® ser m¨¢s mexicano que los mexicanos, pero su historia fue la de una incomprensi¨®n mutua. La genuina ambici¨®n de ser emperadores de un gran territorio les llev¨® a la muerte y a la locura. Carlota,?La Roja para los conservadores; Mam¨¢ Carlota, para el pueblo, perdi¨® el juicio intentando in extremis lograr apoyos para su desahuciado marido. La novela de Del Paso es en gran medida la ascensi¨®n y ca¨ªda de dos h¨¦roes tr¨¢gicos.
¡°Esto es una misa privada. No tiene acento pol¨ªtico. Se trata simplemente de recordar a aquel hombre que dio su vida por M¨¦xico, que fue mi pariente y que Dios lo tenga en su santa gloria¡±, dijo Carlos Habsburgo Lorena entre la multitud. Sin embargo, entre curiosos, periodistas y parientes tambi¨¦n se col¨® otra tipolog¨ªa de nost¨¢lgicos. Un conocido cabecilla del movimiento sinarquista mexicano, un grup¨²sculo ultracat¨®lico de extrema derecha inspirada por la Falange espa?ola, asisti¨® a la misa pero decidi¨® marcharse pronto y no contestar preguntas de la prensa: ¡°Y menos de peri¨®dicos izquierdistas¡±.
Sombrero de fieltro verde oliva, para el abogado Alfonso Cervantes y S¨¢nchez-Navarro, conde de Echauz, ¡°los mon¨¢rquicos en M¨¦xico estamos estigmatizados. Por la historia, que nos considera traidores, y por el sistema pol¨ªtico, donde predomina la corrupci¨®n y la impunidad¡±. Reflexivo, consider¨® en todo caso que el tiempo de los reyes en M¨¦xico ya hab¨ªa pasado. A su lado, su hijo, enjuto, espigado y rubio como su padre, estudiante de Econom¨ªa en una universidad privada y vestido con saco marinero cruzado y botones dorados, lanz¨® una idea y una media sonrisa: ¡°los criollos son los nuevos emperadores de M¨¦xico¡±.
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