Los bosques de Thoreau
Sin 'El Diario', sin 'Walden', habr¨ªa sido dif¨ªcil que se difundiera una conciencia del valor de la naturaleza y de la necesidad de salvarla de la explotaci¨®n
Llevaba toda la tarde del domingo leyendo el diario de Thoreau y de repente un viento de tormenta abri¨® la ventana e inund¨® la casa de olor a lluvia pr¨®xima y a las flores de los aligustres de la acera. Me ech¨¦ a la calle y antes de llegar al Retiro ya me hab¨ªa sorprendido una lluvia dispersa. Era consciente de que sin la lectura en la que hab¨ªa estado sumergido mis percepciones ser¨ªan mucho menos precisas, mi ¨¢nimo menos vigoroso. Una caminata por Madrid hacia el parque del Retiro no se parece mucho a las excursiones de Henry David Thoreau por los bosques de Nueva Inglaterra, pero su celebraci¨®n de la naturaleza y su empe?o en observarla y medirla con la misma deliberaci¨®n con que compon¨ªa sus frases me impulsaba a fijarme m¨¢s en las cosas, a prestar atenci¨®n siquiera a una parte m¨ªnima de lo que Thoreau era capaz de captar: el olor de la tierra polvorienta mojada de pronto por gotas redondas; el sonido de oleaje del viento en las copas de los casta?os; la pura alegr¨ªa de los pulmones ensanchados por el ejercicio, absorbiendo un aire perfumado y h¨²medo. Y junto a todo eso un sentido ¨ªntimo de autosuficiencia tambi¨¦n muy aprendido de Thoreau: una abundancia de sensaciones que se parece mucho a la riqueza, pero que no exige ninguna adquisici¨®n, ni precisa ning¨²n aparato, ni promete ning¨²n logro, nada m¨¢s que el lujo austero de ir por ah¨ª, caminando r¨¢pido bajo una llovizna que el viento dispersa, con la perspectiva tranquila de volver a casa y seguir leyendo, de hacer algo de cena y de compartirla con personas queridas.
Thoreau escribi¨® su diario desde los veinte a?os hasta el final de su vida. La obra total llega a los dos millones de palabras. En 2009, la editorial de la New York Review of Books public¨® un compendio de 700 p¨¢ginas, editado por Damion Searls. Los libros de la NYRB son objetos admirables. Conjugan la sobriedad y la belleza. Yo compr¨¦ esa edici¨®n del Diario y la llevaba a veces conmigo en mis excursiones modestas por los parajes m¨¢s selv¨¢ticos de Riverside Park y de Central Park, esas zonas marcadas ¡°forever wild¡± en las que no se toca nada, ni se retira ning¨²n tronco ca¨ªdo, ni las hojas oto?ales. A diez minutos de distancia del sem¨¢foro m¨¢s cercano me sumerg¨ªa en un espesor de bosque muy habitado de p¨¢jaros, porque esos espacios, tan ricos en la vida org¨¢nica nutrida por la descomposici¨®n de la madera y las hojas, son refugios de aves, paradas para la alimentaci¨®n y el reposo en su migraciones continentales.
Su 'Desobediencia civil' es un panfleto que no ha dejado de ser subversivo desde hace m¨¢s de siglo y medio
Me di cuenta de que si exist¨ªan esos santuarios en el coraz¨®n de la ciudad era gracias a la influencia de Thoreau: sin El Diario, sin Walden, habr¨ªa sido mucho m¨¢s dif¨ªcil que se difundiera una conciencia activa del valor de la naturaleza y de la necesidad de ponerla a salvo de la explotaci¨®n irreversible. Dice Auden que la poes¨ªa no hace que suceda nada. La poes¨ªa que hay en cada l¨ªnea escrita por Thoreau despierta una lucidez simult¨¢nea de contemplaci¨®n de la belleza y de pensamiento cient¨ªfico. Lectores de Thoreau se consagraron a lo largo de generaciones a la investigaci¨®n biol¨®gica y al activismo ambiental, y descubrieron con ¨¦l, descubren todav¨ªa, que la causa de la conservaci¨®n de la naturaleza es inseparable de la emancipaci¨®n humana y la rebeld¨ªa contra los abusos y las tentaciones desp¨®ticas del poder establecido. A Thoreau la salud de los bosques, la limpieza de las aguas, el equilibrio entras las formas de la vida, le importaban tanto como la lucha contra la esclavitud y como la objecci¨®n fiscal contra un gobierno que gastaba el dinero de los impuestos en una guerra invasora contra M¨¦xico. Su Desobediencia civil es un panfleto que no ha dejado de ser subversivo desde hace m¨¢s de siglo y medio.
En ese ensayo, igual que en Walden, hay tramos de una elocuencia complicada y solemne que hacen pensar en los escritores latinos que Thoreau admiraba. En el Diario, la inmediatez de la escritura y su cercan¨ªa a lo concreto de las cosas favorecen una transparencia como de borbotones de agua muy fr¨ªa. Thoreau reun¨ªa en grado extremo dos facultades raras veces compatibles, la de narrar y nombrar y la de medir. Describ¨ªa con gran esplendor visual la ca¨ªda de un gran olmo reci¨¦n cortado en el bosque, y a continuaci¨®n contaba meticulosamente sus anillos para averiguar su edad exacta. Hab¨ªa perfeccionado un modelo de l¨¢piz y se ganaba la vida como agrimensor. Med¨ªa el di¨¢metro de la concha de una tortuga, la longitud y el grosor del pico de un p¨¢jaro, el espesor de la capa de hielo en la laguna Walden. Era aficionado a los poemas de Shelley y al Diario del viaje del Beagle de Charles Darwin. Hab¨ªa aprendido de Humboldt que el fervor de la imaginaci¨®n y el sentido pl¨¢stico eran herramientas de primer orden para el trabajo cient¨ªfico.
La edici¨®n de El Diario que estaba leyendo cuando la tormenta abri¨® de golpe las ventanas de mi casa es la que ha traducido al espa?ol Ernesto Estrella, en dos vol¨²menes publicados por Capit¨¢n Swing. Que un libro como este llegue a existir entre nosotros es un motivo de alegr¨ªa. Entre unas cosas y otras, Estrella ha dedicado m¨¢s de tres a?os a una tarea muy dif¨ªcil, con un resultado en gran medida ejemplar. Hab¨ªa que encontrar equivalentes para centenares de nombres de especies de animales, p¨¢jaros sobre todo, y de plantas; y tambi¨¦n hab¨ªa que encontrar una dicci¨®n en prosa castellana que se correspondiera con la mezcla de espontaneidad expresiva y rigor sint¨¢ctico del diario, con su libertad y con su disciplina, con su ritmo pausado y circular, que es el del tr¨¢nsito de las estaciones y el de los trabajos del campo, la obra en marcha que un d¨ªa tras otro va ocupando y resumiendo entera la vida del que escribe.
Un diario puede ser un ejercicio de escritura atenta a lo real, y tambi¨¦n un h¨¢bito morboso de ensimismamiento. Seg¨²n pasaban los a?os, Thoreau perfeccionaba sus dotes de observaci¨®n y se desembarazaba m¨¢s de s¨ª mismo. Se hac¨ªa a un lado para que todo el espacio de la imaginaci¨®n del lector estuviera ocupado por el espect¨¢culo memorable del mundo natural y los seres vivientes. Tambi¨¦n el traductor se hace educadamente a un lado para que resalte la obra de otro.
¡®El Diario¡¯. Henry David Thoreau. Traducci¨®n de Ernesto Estrella. Capit¨¢n Swing, 2017. 372 p¨¢ginas. 20 euros
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.