La Feria del Toro de Pamplona es un desprestigio para la tauromaquia
El problema es la autoridad, que se toma a chanza las corridas con decisiones arbitrarias
Llama poderosamente la atenci¨®n que algunas voces autorizadas hayan denunciado el intento del gobierno navarro de modificar negativamente el reglamento taurino de esa comunidad y nadie se haya sentido ofendido ante el denigrante espect¨¢culo taurino que ha sido la llamada Feria del Toro.
No hay nada que cambiar en el reglamento porque el ejecutivo auton¨®mico y el ayuntamiento de Pamplona ya han decidido mofarse de la fiesta de los toros, humillarla y desprestigiarla a la vista de todos ante el silencio m¨¢s absoluto de taurinos y aficionados.
Porque eso es lo que tiene la televisi¨®n, que divulga los valores de un acontecimiento, pero tambi¨¦n sus miserias. Y la tele ha corroborado este a?o que la muy prestigiosa Feria del Toro es una verbena de pueblo en la que un concejal enfundado en un carnavalesco frac y un t¨ªmido y peripuesto asesor destrozan y echan por tierra el bien ganado prestigio de una plaza de primer¨ªsima categor¨ªa que ya no puede caer m¨¢s bajo.
No es el toro el problema, el de m¨¢s presencia, descarado de pitones y astifino del campo bravo; no es el p¨²blico, -al sol solo le importan el jolgorio, la comida y la bebida, y la silenciosa sombra ni est¨¢ ni se le espera-; ni los toreros, que hacen de tripas coraz¨®n para sortear las tarascadas de animales imponentes, muchos de ellos con aviesas intenciones.
Se concedieron 26 orejas, la mayor¨ªa inmerecidas, y la mejor faena se qued¨® sin premio
El problema es la autoridad, que se toma a chanza las corridas, y desprestigia la tauromaquia con decisiones arbitrarias que funden los plomos del aficionado m¨¢s templado y generoso.
Y grave es que ello suceda entre la pasividad de los distintos sectores taurinos. Todos los que se rasgan las vestiduras, con raz¨®n, ante los ataques de los antitaurinos permanecen en silencio ante las barrabasadas protagonizadas por el presidente y el asesor del palco de Pamplona con el peregrino argumento de que su presencia, y, lo que es peor, sus c¨®micas decisiones forman parte de la tradici¨®n y, en este caso, adem¨¢s, con el benepl¨¢cito de un reglamento auton¨®mico que permite arbitrariedades como las que se han visto en los pasados Sanfermines.
Se han celebrado ocho corridas, una novillada y un festejo de rejoneo, y se han paseado 26 orejas (18, los toreros de a pie; 6, los rejoneadores y 2 los novilleros). Un ¨¦xito sin precedentes si muchos trofeos no hubieran sido muy inmerecidos e incomprensibles regalos de la presidencia. Sin ¨¢nimo de molestar, m¨¢s de veinte orejas nunca debieron refrendar las actuaciones bullangueras de toreros poco afortunados con los enga?os, pero conscientes de que existen varias condiciones fundamentales para triunfar en esta plaza: brindar a la solanera, aguantar dos o tres tornillazos de rodillas, dar muchos pases (no es necesario torear), sufrir una voltereta y matar con rapidez, aunque sea de un infamante bajonazo. En tales casos, el se?or del frac se siente enternecido y no duda en mostrar su pa?uelo una o dos veces -no siempre lo tiene claro-, haya o no petici¨®n mayoritaria en los tendidos.
As¨ª, el balance de orejas no refleja en modo alguno lo sucedido en el ruedo. No hubo salida a hombros -nada menos que cinco entre los toreros- que superara el aprobado; varios toros no recibieron la faena que su casta merec¨ªa, y muchos toreros pasearon orejas a sabiendas que no hab¨ªan hecho m¨¦ritos para ello.
Un concejal enfundado en un carnavalesco frac y un t¨ªmido y peripuesto asesor destrozan el bien ganado prestigio de la plaza
Como suele ocurrir en tiempos de desatino, la mejor faena de la feria qued¨® sin premio, y esa fue la de Antonio Ferrera a un toro de N¨²?ez del Cuvillo; torer¨ªsimo, inspirado, innovador, diferente¡ El torero m¨¢s interesante, sin duda, del escalaf¨®n actual.
Perera tore¨® muy bien a un buen toro de Jandilla, pero era la hora de la merienda y no le hicieron ni caso (pero ni en el bullicioso y hambriento sol, ni en la silenciosa, y tambi¨¦n comilona, sombra); una justa oreja pase¨® Pepe Moral despu¨¦s de dibujar los mejores naturales de la feria a un toro de Escolar; detalles toreros, tambi¨¦n, de Talavante y Gin¨¦s Mar¨ªn; entrega y valor de Roca Rey, Rom¨¢n, Caballero y Javier Jim¨¦nez, y heroico y dolorido Rafaelillo.
Buenas corridas, en l¨ªneas muy generales, de Jandilla, Victoriano del R¨ªo y N¨²?ez del Cuvillo, alg¨²n toro aceptable de Jos¨¦ Escolar y Fuente Ymbro, y p¨¢rese de contar.
Y no hay que olvidar la dram¨¢tica y conmovedora cogida que sufri¨® Pablo Saugar Pirri la tarde de los deslucidos toros de Puerto de San Lorenzo, de la que tardar¨¢ tiempo en curar.
Ya lo dijo el genio alem¨¢n Leibnitz: ¡°Sobre las cosas que no se conocen siempre se tiene mejor opini¨®n¡±.
Pamplona era la muy prestigiosa Feria del Toro cuando solo la conoc¨ªan los navarros y los afortunados for¨¢neos que pod¨ªan permitirse lo que era todo un lujo.
Si no hubiera televisi¨®n, Pamplona seguir¨ªa gozando del respeto y la fama que siempre tuvo en los a?os del blanco y negro. Pero lleg¨® el color, -la tele de pago-, y todo se fastidi¨®. ?Y esta es la famosa Feria del Toro? Una milonga, una afrenta, un desprestigio y una deshonra para la tauromaquia.
Y los taurinos, callados¡
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