El jazz, como Monk manda
La pirotecnia de Hiromi y Edmar Casta?eda palidece en San Sebasti¨¢n frente al s¨®lido cuarteto de I?aki Salvador
La jornada de ayer en el Heineken Jazzaldia no pudo empezar mejor, con el cuarteto de I?aki Salvador haciendo un homenaje a Thelonious Monk de la mejor forma posible; es decir, llevando las composiciones del legendario pianista a su terreno. No solo el de Salvador, sino el de los cuatro m¨²sicos que ocuparon el escenario del Museo San Telmo: el saxofonista Andrzej Olejniczak, el contrabajista Gonzalo Tejada y el baterista Borja Barrueta, que cocinaron junto al pianista un concierto redondo en el que sobrevol¨® el esp¨ªritu de Monk en forma de jazz de raza, con altas dosis de conexi¨®n entre los miembros del cuarteto y solos de altura por parte de todos ellos. Composiciones cl¨¢sicas como Epistrophy, Trinkle Trinkle o el precioso standard I¡¯m Confessin¡¯ se beneficiaron de ingeniosos arreglos firmados por el propio grupo, dando alas a Salvador y los suyos para dejar claro por qu¨¦ son algunos de los mejores m¨²sicos de nuestra escena. As¨ª se confirm¨® en momentos ¨¢lgidos como el flam¨ªgero medley de Well You Needn¡¯t y Blue Monk que ejecut¨® Salvador a piano solo o la sugestiva introducci¨®n de Tejada a un Round Midnightque, desembocado en Misterioso, alcanz¨® la cima de un concierto que Monk hubiera disfrutado con una sonrisa de oreja a oreja.
Por la tarde, en el Kursaal, el d¨²o de la pianista japonesa Hiromi y el arpista colombiano Edmar Casta?eda anticipaba un colapso de virtuosismo desbocado. Afortunadamente, como dos fuerzas opuestas que en su encuentro alcanzan cierto equilibrio, los m¨²sicos mostraron una sinton¨ªa beneficiosa para ambos. No podemos decir que su concierto fuese algo fuera de lo normal, pero s¨ª que al menos hubo orden, comunicaci¨®n y algunos momentos disfrutables, con la pianista acopl¨¢ndose a la perfecci¨®n a Casta?eda con humildad y compa?erismo. Obviamente, la m¨²sica fue grandilocuente, a ratos un poco empalagosa y siempre servida con pirotecnia y aspavientos pero, cuando se trata de m¨²sicos tan dependientes de su capacidad t¨¦cnica, el mero hecho de que haya cierto control marca la diferencia entre un concierto agradable o una interminable retah¨ªla de explosiones musicales m¨¢s o menos vacuas. En San Sebasti¨¢n la cosa empez¨® como lo primero y, a partir de la segunda mitad, acab¨® convirti¨¦ndose m¨¢s bien en lo segundo, con ambos m¨²sicos dej¨¢ndose llevar por sus peores instintos efectistas. Como colof¨®n, una estomagante versi¨®n del Spain de Chick Corea, introducci¨®n del Concierto de Aranjuez incluida. De verdad, ?era necesario?
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