Morante, la pataleta de un torero con estrella
El torero sevillano cuelga por tercera vez el traje de luces
![El diestro Jos¨¦ Antonio Morante de la Puebla, en la faena a su primero.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/6MGRI2HR74Y45QIOHFBFYLROFQ.jpg?auth=1bde25220b09f7fd6f5aa7aef1278eb159fe30b7e298c748f4448eb04c92522e&width=414)
Morante de la Puebla anuncia su retirada por tiempo indefinido y para algunos parece que se han desatado las siete plagas de Egipto. No, hombre, no. Un toro mat¨® en 1920 al rey de los toreros; un miura enterr¨® a Manolete y hace tiempo que est¨¢ desaparecido Jos¨¦ Tom¨¢s, y el toreo sigue adelante.
Se retira, pues, el torero de La Puebla, pero no la fiesta. Enferma y renqueante, pero dispuesta, tambi¨¦n, a la emoci¨®n, la tauromaquia contin¨²a su marcha. Lo grave es que se retirara el toro¡
No obstante, no es una buena noticia la que ha comunicado Morante, pero pocas cosas cambiar¨¢n en el toreo tras su marcha. Y la primera raz¨®n es que el torero llevaba demasiado tiempo desaparecido, como si estuviera sin estar, ausente y sin ideas, como si la culpa fuera siempre de los dem¨¢s, el toro, los presidentes, veterinarios¡
Es la tercera vez que se va; la primera, por problemas s¨ªquicos, la segunda, por falta de ilusi¨®n y ahora por culpa de otros. No parece, dicho con el debido respeto, que Morante sea un personaje centrado; m¨¢s bien, es un hombre atado a sus fantasmas personales, al que han convencido de que es un genio y, como tal, se puede permitir excentricidades que, a veces, provocan una sonrisa y otras, como esta, una sorpresa inexplicable. As¨ª, da la impresi¨®n de que su decisi¨®n es una pataleta -un nuevo capricho- de un torero con estrella acostumbrado a explotar sus excelsas cualidades en su ¨²nico beneficio.
El pasado a?o no acudi¨® a la feria de San Isidro en desacuerdo con la pendiente del ruedo, y solo se anunci¨® esta temporada cuando la Comunidad de Madrid accedi¨® a sus pretensiones.
Ahora, acusa a los presidentes y veterinarios de su marcha, porque el volumen del toro, seg¨²n sus palabras, impide el toreo de arte. ?Pretende, acaso, que disminuya el trap¨ªo de sus toros, cuando ¨¦l es uno de los pocos privilegiados que elige ganader¨ªas, peso, color y cara de las reses que lidia?
Si ese es su deseo, el problema tiene f¨¢cil soluci¨®n: que se anuncie solo en plazas de tercera, donde no tendr¨¢ problema alguno con las autoridades. A ver si va a tener raz¨®n un empresario con mala uva, ya en sus cuarteles de invierno, quien le llamaba ¡®Morante de los pueblos¡¯.
No puede ser la actuaci¨®nn de presidentes y veterinarios la raz¨®n de su marcha, tan inconsistente que produce sonrojo y es muy poco edificante para su prestigio profesional.
Se habr¨¢ retirado porque no puede torear, porque se le ha esfumado la ilusi¨®n, porque su cabeza es un meteorito o vaya usted a saber por qu¨¦ razones personales que pueden atenazar la imaginaci¨®n de un artista. Se habr¨¢ retirado porque ha perdido la inspiraci¨®n, porque no se encuentra a s¨ª mismo, porque se siente perdido y no es capaz de desentra?ar su propio misterio, pero no por culpa de los dem¨¢s. ?Pero si es un privilegiado, por Dios¡!
Dicho todo lo cual, quede constancia de que Morante de la Puebla es un torero m¨¢gico, imbuido de gracia y embrujo, un orfebre con capacidad innata para hacer del toreo una de las bellas artes.
Es un torero con estrella y un hombre con problemas. Al fin y a la postre, nadie es perfecto.
Morante volver¨¢. Sin duda. Y lo har¨¢ cuando se sienta capaz de ordenar su cabeza y aceptar sus responsabilidades. Ya lo hizo en dos ocasiones anteriores.
Mientras tanto, se le echar¨¢ de menos, y habr¨¢ m¨¢s tiempo y oportunidades para admirar a esos otros toreros que se enfrentan cada d¨ªa a lo m¨¢s serio y encastado de la caba?a brava, ven poco dinero, carecen del reconocimiento debido y no se quejan.
Como alguien ha dicho: hasta para irse hay que tener verg¨¹enza torera¡
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