Margaret Atwood es un superh¨¦roe
La vieja escritora entra?able se presenta como amante de las plantas y los bichos

Para cuando esto se publique, en plena serpiente de verano va, verano viene, es posible que Donald Trump haya congelado ya las cuentas bancarias de las mujeres estadounidenses. Qui¨¦n sabe, entra dentro de lo plausible que ellas est¨¦n viajando en desvencijados coches rumbo a Canad¨¢.
De ser as¨ª, all¨ª las espera con los brazos abiertos Margaret Atwood, creadora de El cuento de la criada, la distop¨ªa m¨¢s celebrada de los ¨²ltimos tiempos gracias a la serie producida y protagonizada por Elisabeth Moss. Nota mental: de tu movida con la cienciolog¨ªa, querida Elisabeth, ya hablaremos otro d¨ªa, YA HABLAREMOS.
Digresiones aparte, ah¨ª est¨¢ Atwood, al otro lado de la frontera, con su sonrisa socarrona, sus ricitos grises. All¨ª est¨¢ la vieja escritora entra?able, que conocemos por las innumerables entrevistas, que se presenta como amante de las plantas, los bichos y creadora de la m¨¢s aterradora ficci¨®n especulativa que narra c¨®mo acabaremos con nuestro mundo en tres simples pasos. ?A que s¨ª?
S¨ª. Esa es la imagen que tenemos de la afamada escritora canadiense. Al fin y al cabo, es mucho m¨¢s sencillo que Atwood sea esa viejecita, y no algo m¨¢s. Ah, pero ella es mucho m¨¢s.
Margaret Atwood nos ha ido dando pistas de lo que es. Las se?ales estaban ah¨ª para quien quisiera verlas. Primero estuvieron sus referencias a la moda, la cultura popular y los grandes cl¨¢sicos en sus primeros libros (La mujer comestible, Alias Grace, Resurgir). M¨¢s pr¨®xima en el tiempo apareci¨® una Atwood fan de Twitter, Juego de Tronos y los zombis. Y en medio de toda esta an¨¦cdota, sus m¨¢ximas: estamos destruyendo el planeta (El a?o del diluvio, Oryx y Crake), el capitalismo es el mal (Por ¨²ltimo, el coraz¨®n; MaddAddam) y las mujeres acabar¨¢n especialmente mal paradas en el futuro que nos espera ¡ªque por cierto, es aterrador en general, en todas sus novelas¡ª.
As¨ª, podr¨ªamos haber entendido a Margaret Atwood como una especie de profeta sobre la tierra. Una profeta con unos intereses culturales a ratos peculiares, pero que la hac¨ªan simp¨¢tica, de la misma manera que Albert Einstein nos resultaba simp¨¢tico sacando la lengua para la c¨¢mara.
Pero, ?y si en realidad hubiera un mensaje oculto? ?Y si Margaret nos estuviera queriendo decir algo m¨¢s? La respuesta, como suele pasar con los profetas, estaba en las escrituras: en concreto en In Other Worlds, el ensayo de Atwood sobre la mitolog¨ªa, el g¨¦nero fantasy y la ciencia-ficci¨®n. En ¨¦l, la escritora dedica un importante espacio a relatar al superh¨¦roe escindido por excelencia: Batman. M¨¢s all¨¢ de su Batm¨®vil lleno de gadgets, su ?peculiar? relaci¨®n con Robin y con las mujeres gatunas, Atwood recupera de Batman la primordial sensaci¨®n de que el superh¨¦roe responde a ¡°qu¨¦ ser¨ªa de nosotros si tuvi¨¦ramos m¨¢scaras y capas y pudi¨¦ramos corretear por ah¨ª tranquilamente bajo el precepto delirante de que nadie sabe realmente quienes somos¡±.
Margaret nos quiere decir algo. De hecho, Margaret nos dice algo m¨¢s. Batman es, para Margaret, ¡°un personaje de c¨®mic que lleva una vida dividida y dedicada a la batalla entre el bien y el mal¡±. Exactamente como ella misma.
S¨ª. Se ha escrito mucho sobre la cuenta de Twitter de Margaret Atwood, la fascinaci¨®n de la novelista con Daenerys Targaryen, y su inusitada popularidad gracias a las series que llevan a la pantalla sus libros (primero El cuento de la criada y pr¨®ximamente Alias Grace). Pero va siendo hora de que revelemos la verdad. Lo que nos confiesa Margaret es lo siguiente: la viejecita entra?able no AMA a Batman. La viejecita entra?able ES Batman.
Si el disfraz o ¨¢lter ego de Batman es el hu¨¦rfano y poderoso Bruce Wayne, la imagen p¨²blica de Atwood es una amigable escritora canadiense. Pero Atwood es Batman, o Batman es Atwood.
Ahora que Trump, un presidente salido de un reality ¡ª?un clar¨ªsimo Joker!¡ª lidera Gotham con psic¨®tica mano dura, es hora de proyectar la cara enmascarada de Margaret Atwood sobre la luna. Porque puede que Bruce Wayne tenga un coche, pero solo Atwood tendr¨¢ el relato, su verdadero poder, ese que conforma en realidad su Atwoodm¨®vil. Ah, Batman. Bendito sea el fruto, s¨ª. Bendito sea el fruto.
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