?D¨®nde est¨¢ el prestigio?

Eso, eso¡­ ?D¨®nde est¨¢ el prestigio de la plaza de Bilbao? Perdido, seguro, y no hallado. Est¨¢ perdida la afici¨®n. Un tercio de plaza en los dos primeros d¨ªas de corridas ordinarias y m¨¢s de tres cuartos hoy, al reclamo de las figuras. ?Y qu¨¦ p¨²blico¡­!, que aplaude a los picadores por no picar y pide orejas si el toro cae pronto, sea como fuere la colocaci¨®n de la espada y el tenor de la faena.

Est¨¢ perdido el presidente, de pa?uelo f¨¢cil, como si ejerciera su cometido en plaza de segunda.

Ayer estuvo perdido tambi¨¦n el toro, sin la presentaci¨®n exigida, manso de libro (no se pic¨® ni uno), blando, descastado y desfondado. Los equipos de veedores eligieron una birria, y se esmeraron en que los toros no tuvieran el trap¨ªo de otras tardes (el jefe manda). Por cierto, el cuarto qued¨® con los dos pitones escobillados tras hundirlos en la arena. ?Vaya, hombre¡­! Pues no que parec¨ªa que estaba afeitado. Seguro que no, claro, porque se trata de la prestigiosa plaza de Bilbao¡­

No ser¨ªa justo, sin embargo, afirmar que tambi¨¦n estuvieron perdidos los toreros; m¨¢s bien habr¨ªa que decir que no se encontraron. Tiraron de oficio con picard¨ªa, alargaron las faenas hasta el fastidio, dieron cientos de pases y emocionaron casi nada. Lo dicho, el prestigio, perdido.

Roca Rey cort¨® dos orejas; la primera, al tercero, despu¨¦s de una labor correcta, valerosa e insulsa. Pero mat¨® de una estocada y pase¨® un trofeo inexplicable. Pero es que cort¨® otra al sexto tras un fe¨ªsimo metisaca que precedi¨®, eso s¨ª, a una estocada hasta la bola de efectos fulminantes. Otra vez la faena tuvo escaso peso, atiborrada de pases vac¨ªos de contenido.

A El Juli se le nota la experiencia, faltar¨ªa m¨¢s¡­ Pero es un oficio el suyo que dif¨ªcilmente emociona. Se le ve f¨¢cil en la cara del toro, pero cuenta pocos misterios. C¨®modo fue su primero por el pit¨®n derecho, y su labor no desprendi¨® ni fr¨ªo ni calor; larga fue su faena al escobillado cuarto, sin hondura, sin exigencia, sin gracia; y como mat¨® mal y escuch¨® un aviso se qued¨® sin oreja.

Valeroso toda la tarde Perera, al que se le nota que atraviesa una racha de firmeza, confianza y seguridad en sus posibilidades. Distra¨ªdo y con la cara alta embest¨ªa su primero, y el torero opt¨® por mostrar su solvencia con un arrim¨®n que entusiasm¨® al generoso p¨²blico bilba¨ªno. Si hubiera matado bien pasea con trofeo. Y el quinto, que acudi¨® con enorme codicia a los dos primeros pases cambiados por la espalda, se hundi¨® un minuto despu¨¦s y ah¨ª se acab¨® la presente historia.

?Prestigio de Bilbao? El que lo encuentre, que levante la mano¡­

?Ah! Lo mejor, dos pares de banderillas de Javier Ambel al quinto. Torer¨ªa pura.