Rey del ¡®way of death¡¯
La obra de Stephen King es tambi¨¦n una cr¨®nica de la historia y del modo de vida estadounidenses contempor¨¢neos
Cualquier lector habitual de Stephen King sabe bien que adem¨¢s de hablar de vampiros, casas encantadas, hombres lobos, coches asesinos, adolescentes con superpoderes, gatos resucitados y escritores enajenados, el autor de Carrie, El resplandor y El misterio de Salem's Lot, por citar tres de sus obras maestras, es un atento y pormenorizado cronista del modo de vida (y muerte) estadounidense. De hecho, si no fuera por los elementos sobrenaturales tendr¨ªamos que incluir a King en la categor¨ªa de los escritores costumbristas (vale, con su punto de psicologismo a lo Dostoyevski), no en balde se ha dicho que su gran novela de chupasangres, El misterio de Salem's Lot, es Peyton Place (la pionera de las telenovelas estadounidenses) mezclado con Dr¨¢cula.
Ya sean el escenario sus pueblos de Maine imaginarios (Derry, Castle Rock y Jerusalem's Lot) o no (Bangor, Chamberlain ¡ªdonde iba al instituto Carrietta White¡ª), un hotel de Colorado, un garaje de Pittsburgh donde duerme un Plymouth Fury del 58 o los parajes de Nueva York y Virginia que recorren huyendo un padre y su hija con involuntaria capacidad pir¨®mana, el autor realiza siempre un retrato casi minimalista de la sociedad de su pa¨ªs. Y en diferentes periodos de su historia: King, que cumple 70 a?os este 21 de septiembre, justo al empezar el oto?o, lo que cuadra a un admirador de Ray Bradbury, empez¨® a publicar bajo la administraci¨®n de Eisenhower y en sus novelas y relatos ha descrito los EE UU de ¨¦pocas bien distintas, con una minuciosidad (incluidas las canciones, los coches y las actitudes hacia el sexo) que hace de ellos verdaderos documentos hist¨®ricos.
Empez¨® a escribir bajo la administraci¨®n de Eisenhower y ahora le echa un pulso en Twitter al presidente Trump, un Pennywise real que infunde m¨¢s miedo que el suyo.
Lo cual no es raro en un hombre cuyo primer gran momento de terror fue el 4 de octubre de 1957 en un cine de Stratford, Connnecticut, viendo en sesi¨®n matinal de s¨¢bado La tierra contra los platillos volantes mientras un escalofr¨ªo sacud¨ªa a EE UU al conocerse que los sovi¨¦ticos hab¨ªan puesto en ¨®rbita el primer Sputnik, y que en la actualidad, tras describir magistralmente los tiempos de John Kennedy en 22/11/63, le echa un pulso en Twitter al presidente Trump (un Pennywise real que infunde m¨¢s miedo que el suyo).
En paralelo o si se quiere como subtexto de sus historias de terror, Stephen King, un votante dem¨®crata que apoy¨® a Obama, se ha manifestado en contra de las armas autom¨¢ticas y ha calificado al actual presidente como ¡°un racista con el car¨¢cter de un ni?o de tres a?os", no ha parado toda su carrera de contarnos su pa¨ªs y su sociedad, de los que ¨¦l mismo (crecido en un desarraigado entorno de working class que rozaba casi la miseria y convertido en millonario y famoso a pulso) es un buen ejemplo.
En realidad (v¨¦ase Stephen's King America, de Jonathan P. Davis), sus historias de terror pulsan "puntos f¨®bicos" de la sociedad estadounidense relacionados con los grandes miedos pol¨ªticos, sociales, econ¨®micos y psicol¨®gicos del pa¨ªs, un lugar en el que es dif¨ªcil vivir pese a sus libertades. La corrupci¨®n del Gobierno, la amenaza de la tecnolog¨ªa, las incertezas de la vida dom¨¦stica y del futuro personal, la religi¨®n, la xenofobia y sobre todo la angustia de ser capaz de realizar las elecciones morales apropiadas son problemas aut¨¦nticos que aparecen y se reflejan una y otra vez en los argumentos de King. Siempre con una advertencia: ya sea encarnado en Barlow, Morgan Sloat, Lelant Gaunt o George Stark, el Mal requiere de elementos de debilidad humanos para medrar: la ignorancia, la avaricia, el odio, la envidia o la indiferencia. De alguna manera, el mayor entertainer es a la vez uno de los m¨¢s significativos comentaristas de la condici¨®n humana en EE UU.
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