¡®El exorcista¡¯, pero de verdad
William Friedkin, director del cl¨¢sico de miedo de 1972, rueda en un discutible documental la lucha del padre Amorth por 'liberar' a una fiel
Hace 31 a?os que el padre Amorth conoce al diablo. Se han visto la cara una y otra vez. Se han retado y atacado. Tienen tanta confianza que a menudo el cura se permite re¨ªrse del demonio o tratarle como a un est¨²pido. Pero algo debe de unirlos, si hasta pasan juntos el 91? cumplea?os del religioso. Aunque ese 1 de mayo de 2016 hab¨ªa unos cuantos invitados m¨¢s. Cristina, ante todo, la joven a la que el exorcista jefe de Roma ¡ªfallecido entretanto, en septiembre de 2016¡ª ten¨ªa que tratar de liberar. Su numerosa familia, presente para apoyar a la mujer. Y William Friedkin, el hombre sin el que esta historia no se conocer¨ªa. Ni muchos menos se ver¨ªa en la pantalla. Resulta que el director de El exorcista, cl¨¢sico del cine de miedo de 1972, ha regresado al mismo tema 45 a?os despu¨¦s. Pero con un documental, The Devil and father Amorth ¡ªque se puede ver en Netflix Espa?a¡ª. Porque esta vez el exorcismo es real.
¡°Jam¨¢s hab¨ªa asistido a uno antes de rodar la pel¨ªcula original. La verdad es que no sab¨ªa absolutamente nada del tema¡±, se confes¨® el cineasta en el pasado festival de Venecia. Entonces, aprovech¨® la novela de William Peter Blatty, inspirada en un caso de 1949. Y a partir de ah¨ª dio rienda suelta a su fantas¨ªa para recrear la cruenta lucha por echar al demonio del cuerpo de una ni?a. Sus personajes tampoco parec¨ªan conocer mucho m¨¢s del asunto. ¡°Me est¨¢n diciendo que lleve a mi hija a un brujo¡±, soltaba la madre de la protagonista.
La imaginaci¨®n de Friedkin, aun as¨ª, acu?¨® una atm¨®sfera y momentos memorables. Aunque quedan para el recuerdo cin¨¦filo: aqu¨ª no hay espacio para ello. Nada de v¨®mito verde, coitos con crucifijos o cabezas que giran a 360?. Nadie grita aquel m¨ªtico ¡°deja que Jes¨²s te folle¡±. De El exorcista original permanecen la banda sonora, que resuena antes de acceder a la sala, y el extenuante arranque del documental, donde Friedkin rememora varias veces ante la c¨¢mara momentos y lugares de su obra de culto.
Tan c¨¦lebre fue aquel filme que hasta el padre Gabriele Amorth lo conoc¨ªa. En un libro, escribi¨® que le hab¨ªa encantado, aunque los efectos especiales eran exagerados. Por lo menos, fue la primera vez que pudo explicar a su entorno a qu¨¦ se dedicaba. Y, hace un a?o, Friedkin tambi¨¦n lo descubri¨®. En primera persona. El cineasta se encontraba en Italia y supo de la existencia del religioso. Le pidi¨® un encuentro, y este acept¨® enseguida. Entonces le plante¨® la posibilidad de filmar un exorcismo. Nunca antes el Vaticano lo hab¨ªa autorizado, sostiene la pel¨ªcula. Amorth se lo pens¨® dos d¨ªas y accedi¨®. El 1 de mayo llevar¨ªa a cabo su novena sesi¨®n con Cristina. Friedkin podr¨ªa ir, con ciertas condiciones: solo, sin equipo ni luces, con una c¨¢mara portable. ¡°Eso hice¡±, explica el director.
Y eso se ve en la pantalla, ni m¨¢s ni menos. Est¨¢ lejos la profundidad con la que afrontaba el exorcismo otro documental, Liberami, que gan¨® el apartado Horizontes de La Mostra el a?o pasado. Aqu¨ª, durante unos 20 minutos, un plano fijo muestra a Amorth y Cristina ¨Co qui¨¦n sea en ese momento- en pleno duelo. Antes, una r¨¢pida introducci¨®n asegura que unas 500.000 personas al a?o en Italia recurrir¨ªan a los exorcistas. Y una breve entrevista con la joven aclara que no sabe si est¨¢ pose¨ªda pero no se siente comprendida, y muchas cosas la llevan a pensar que alg¨²n mal espiritual tiene que ver.
Fin del contexto. ¡°El exorcista m¨¢s fuerte que hay¡±, como lo define Cristina, coloca entonces su mano sobre la frente de la chica. Esparce agua santa y empieza a recitar versos, en italiano y en lat¨ªn. De golpe, la mujer comienza a sacudirse y rugir. Grita ¡°soy Sat¨¢n¡± e invita al cura a marcharse. Este contin¨²a su rezo, empedernido. ¡°?Cu¨¢ntos demonios hay dentro de ti?¡±, le pregunta. ¡°?89!¡±, responde ella. La lucha prosigue. Amorth gana el pulso, la joven cae rendida. Y sonr¨ªe aliviada.
Hay un corte de montaje. Y resulta que Friedkin est¨¢ ense?ando el material a dos neurocirujanos. Ambos se quedan alucinados. ¡°?Asombroso!¡±, dice uno. Le recuerda a los s¨ªntomas del delirium, pero la voz de la chica le ha dejado alterado: ¡°Parece venir de otro sitio¡±. ¡°Es como un animal en una jaula¡±, tercia el otro. El propio director agreg¨® ante la prensa en Venecia: ¡°He visto cosas que me han asombrado, los vud¨²s en Jamaica, ciertas ceremonias de Sudam¨¦rica. Nunca pens¨¦ que habr¨ªa nada aut¨¦ntico en el exorcismo, hasta que lo vi¡±. Que su fascinaci¨®n quedara bien reflejada en el filme es otra historia. Para la obra de culto, esta vez, le ha faltado lo primero. Lo que queda en la pantalla es tan solo una ceremonia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.