Van Morrison: Blues de alta gama
El ¨²ltimo disco del cantante irland¨¦s recibe una calificaci¨®n de 6 sobre 10
Tiene su misterio este disco. Vamos a especular: Van Morrison acumulaba cinco temas propios en onda blues y decidi¨® empaquetarlos as¨ª, arropados por una decena de versiones de cl¨¢sicos de blues, jazz y g¨®spel. O puede que fuera exactamente al rev¨¦s, todo es posible con Van. En realidad, algunas de estas canciones ya hab¨ªan salido en discos anteriores de Morrison. Viniendo de un disco tan atractivo como Keep me singing (2016), esta chapuza conceptual parece perversa. Muy propia, cierto, de alguien tan testarudo que puede demostrar su independencia sabote¨¢ndose a s¨ª mismo.
Artista: Van Morrison
Disco: Roll with the Punches.
Sello: Exile/Musicasusual.
Calificaci¨®n: 6 sobre 10
La portada misma: originalmente, presentaba a dos campeones de lucha libre en un paso de su curioso ballet. Uno de ellos, el mohicano Billy Two Rivers, decidi¨® demandar al artista y a la compa?¨ªa por el uso de su imagen. T¨ªpicamente reacio a tratar con abogados, Morrison cambi¨® la fotograf¨ªa por la de dos boxeadores atiz¨¢ndose a gusto; la nueva foto no plantea inconvenientes legales.
Que nadie imagine, sin embargo, que Roll with the punches es una faena de ali?o. Morrison ha trabajado con tres bandas diferentes, reforzando el grupo principal con primeros espadas como Jeff Beck o el jazzman Jason Rebello. En la parte vocal, comparte micro con tipos a la que seguramente conoci¨® a mediados de los sesenta: Chris Farlowe, Georgie Fame, Paul Jones.
Con semejante alineaci¨®n ?pod¨ªa fallar algo? T¨¦cnicamente, no. Todo entra con suave vaselina. El problema es que apenas hay fricci¨®n creativa. Hasta Jeff Beck, formidable divo de la Fender Stratocaster, apenas tiene posibilidad de desmelenarse: est¨¢ comprimido por el formato, respetuoso y reverencial. No se mea fuera de tiesto cuando est¨¢ presente Van Morrison, que tiene el poder de carbonizar a cualquiera con su mirada.
As¨ª que imagino que nadie levant¨® la mano ni puso objeciones. Van reincide en temas ajenos -Bring it on home to me, Lonely Avenue, Stormy monday- que ya hab¨ªa grabado, a veces m¨¢s de una vez, cuando ten¨ªa mejores cuerdas vocales.
En manos de sus actuales practicantes brit¨¢nicos, los blues tienden a ser m¨²sica lustrosa, sin rastros de la motivaci¨®n primigenia o del v¨¦rtigo de la creaci¨®n espont¨¢nea. Es el equivalente musical del t¨¦ de las cinco: calentito, reconfortante, previsible. Aqu¨ª, curioso, lo ¨²nico chirriante es la torpeza del propio Morrison tocando el saxo. De todos modos, no pod¨ªamos esperar que, a estas alturas, se dedicara a la deconstrucci¨®n del blues.
Desde luego, Van todav¨ªa puede dar sorpresas gratas: Automobile blues, de Lightning Hopkins, recibe un tratamiento cercano al Dylan de la era Highway 61 revisited. Ride on Josephine, del feroz Bo Diddley, es un momento raro de barullo: termina pareciendo la interpretaci¨®n de un conjunto de skiffle intentando reconvertirse en banda de rhythm and blues all¨¢ por 1963.
Se agradece que Morrison cante piezas que no han sido excesivamente manoseadas, como la majestuosa Goin¡¯ to Chicago, de Count Basie y Jimmy Rushing. No obstante, uno vuelve una y otra vez a los temas originales. Fame, que ya sac¨® en 2003, es un serm¨®n sobre las trampas de la fama: se necesitan m¨¢s que los 15 minutos que dec¨ªa Andy Warhol, avisa, y la prensa estar¨¢ preparando ¡°tu Watergate¡±.
Resulta que la joya, sin embargo, es Transformation, Morrison de toda la vida, crepuscular soul celta que podr¨ªa haber encajado en el disco anterior. El irland¨¦s se pierde en la m¨²sica y scatea rumbo al territorio de lo sublime. Pero, con 3.30 minutos, se corta antes de llegar a su destino.
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