Lo importante es amar
'Ensayo', de Pascal Rambert, en el Pav¨®n Kamikaze (Madrid): un lujo, una sacudida. Por la fuerza del texto y de sus cuatro int¨¦rpretes
Como en aquel pelicul¨®n de Zulawski, los protagonistas de Ensayo, de Pascal Rambert, en el Pav¨®n, necesitan volver a arder juntos. Los cuatro personajes llevan los nombres de los actores. El personaje de Isra dice, hacia el final: ¡°Lo importante es amar. No hay nada m¨¢s. S¨¦ lo que pens¨¢is: que decir cosas as¨ª es idiota o sensiblero. Pensad lo que quer¨¢is, me da igual. Es m¨¢s c¨®modo pensar que lo peor es siempre lo seguro, y que el cinismo dirige el mundo. Esa indolencia espiritual se considera el pensamiento mayoritario, pero no es el m¨ªo¡±. Am¨¦n a eso. Hay que ser muy valiente para decir algo as¨ª.
Ensayo es una obra muy valiente y muy dif¨ªcil de resumir. Es, a mi entender, mucho m¨¢s rica en temas y tonos que La clausura del amor, que era espl¨¦ndida pero asfixiante y deses?perada. Sigue la estructura monologu¨ªstica pero dividida en cuatro y con motor turbo. Podr¨ªa estar cerca de las demoledoras tablas rasas de Philippe Garrel (Libert¨¦ la nuit, Les amants reguliers), pero aqu¨ª hay m¨¢s pasi¨®n, m¨¢s humor (el humor, a estas alturas, es una forma de pasi¨®n) y, al final, esperanza combativa. La funci¨®n se llama Ensayo y lo es en el m¨¢s amplio sentido: tentativa, b¨²squeda, balance y propuesta. Balance de cuatro artistas crecidos en la d¨¦cada de los ochenta; propuesta (o ramo de preguntas o mensaje de n¨¢ufragos) ofrecida a los j¨®venes de ahora mismo. Puede que esa forma torrencial, entre la confidencia y el estilo elevado, desconcierte un poco. Pas¨® con Kolt¨¦s y con muchos otros. Pero hay que entrar en ese r¨ªo. Puede que sea un poco largo, que haya exceso de meandros, pero el viaje est¨¢ lleno de belleza y de fuerza, y te lleva lejos, y en excelentes nav¨ªos, con palabras inflamadas, y los corazones en la mano.
Un grupo de teatro. Una ¡°estructura¡±, como dicen ellos, muy a la francesa. Dos actrices (Mar¨ªa Morales, Fernanda Orazi), un dramaturgo (Jes¨²s Noguero), un director (Isra Elejalde). Llevan 20 a?os juntos y est¨¢n a punto de separarse. Hace saltar el detonante la sulf¨²rica Fernanda por un ataque de cuernos. Si se tira de esos cuernos sale la bestia entera: cansancio, desentendimiento, mil tristezas, el pasado tan dichoso y tan lejano.
Puede que la obra sea un poco larga, con exceso de meandros, pero est¨¢ llena de belleza, con palabras inflamadas y los corazones en la mano
Orazi tiene que abrir fuego y salir a torear el primer morlaco de la tarde, y lo hace con la furia de una joven Margo Channing (¡°?Abr¨®chense los cinturones!¡±) y con el impulso punkiporte?o de una hija de Violencia Rivas, la fiera de Peter Capusotto. Es la primera en acercarse al p¨²blico, y sientes miedo al pescoz¨®n o al lapo venenoso, pero te lleva donde quiere. M¨¢s tarde pintar¨¢ con otros colores: hay que verla re¨ªr y llorar al mismo tiempo (s¨ª, se puede), y cantando De amor ya no se muere con Isra (o intent¨¢ndolo) a modo de feliz intermedio, y luego los dos juntos como en un ascensor barrenando horizontal hacia el futuro.
Si Fernanda es la rabia, Mar¨ªa es el goce. Habla de placer con valiente impudor, porque es una mujer que se atreve a proclamar su deseo, una mujer generosa que tiene mucha hambre, y dice ¡°polla¡± con la elegancia de una duquesa de Guermantes. Una mujer sentada en la escalera que nos habla como si cantara una nana. Descalza, pero como si llevara unos zapatos de lujo. Un poco Delphine Seyrig de Malasa?a: en su boca, la historia de los j¨®venes arist¨®cratas rusos (el texto que est¨¢n ensayando) hace pensar en una precuela de India Song, de Marguerite Duras.
No entend¨ª el tono que Rambert marca, como director, al arranque del personaje de Jes¨²s Noguero, porque parece re¨ªrse de ¨¦l, rozar el clich¨¦ del escritor ultraneur¨®tico y chill¨®n. Luego cre¨ª entenderlo como un violento brochazo de timidez, que al poco rato queda atr¨¢s, y cuando se dirige a Isra hace emerger una preciosa historia de v¨ªnculo que Noguero borda, modulad¨ªsima. Y hay que escucharle, palabra a palabra, casi susurradas al o¨ªdo del p¨²blico pero con un vigor enorme, su pasaje generacional (¡°Yo cre¨ª que pod¨ªamos cambiar el mundo. ?Seguimos crey¨¦ndolo o ya no creemos en nada? Contestad, j¨®venes¡±).
Isra Elejaldeofrece un doble recital. Cuando permanece en silencio contemplando a sus compa?eros tiene la sabia mirada de Peter Dinklage, y cuando habla (¡°voy a hablar sobre los escombros¡±), en la parte m¨¢s pol¨ªtica del espect¨¢culo (aunque todas lo son), parece un personaje de Marat-Sade, de Peter Weiss, un Roux fatigado que vuelve al combate, cruzado con uno de los paseantes, los ojos iluminados y un silbido en la boca, de Peter Handke. Tres Peter en un mismo actor: carambola de cadencias, de afluentes entreverados. Dos empe?os art¨ªsticos: ¡°Restituir las sensaciones exactas¡± y ¡°Dejarnos levantar por las palabras¡±. Y dos lemas a recordar, quiz¨¢s contradictorios, da igual: ¡°La verdad no se encuentra en la vida sino en la ficci¨®n¡± y ¡°La historia no est¨¢ muerta: va a despertarnos¡±. Preceptos de vida y arte que se condensan, da capo, en ¡°Lo importante es amar¡±.
¡®Ensayo¡¯, escrita y dirigida por Pascal Rambert. Pav¨®n Teatro Kamikaze (Madrid). Int¨¦rpretes: Israel Elejalde, Mar¨ªa Morales, Jes¨²s Noguero, Fernanda Orazi. Hasta el 8 de octubre.
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