C¨®mo ser actriz sin darse cuenta
Ver¨®nica Echegui super¨® f¨¢cilmente el 'casting' para ser la protagonista de 'Yo soy la Juani'
Ser actor o actriz es un destino que puede llegar dentro de un bote de Cola Cao o producirse como una revelaci¨®n en el jerg¨®n abominable de la celda de una c¨¢rcel. Cuenta Robert Mitchum que durante el tiempo en que estuvo de joven en prisi¨®n les pon¨ªan en televisi¨®n muchas pel¨ªculas de Rin Tin Tin. Un d¨ªa se dijo: ¡°Si esto de actuar lo sabe hacer un perro, tambi¨¦n lo puedo hacer yo¡±, y en cuanto lo soltaron, se fue a Hollywood con el petate al hombro dispuesto a hacer de perro, si era necesario para sacudirse el aburrimiento de encima.
Algo parecido le sucedi¨® a Ver¨®nica Echegui, solo que a ella le pas¨® en un dulce hogar de clase media, situado en los altos de la Castellana, cuando de peque?a ve¨ªa en televisi¨®n a una ni?a anunciando un desayuno con Cola Cao y pens¨®: ¡°Esa ni?a podr¨ªa ser yo¡±. Lo esencial ya estaba hecho. El virus de la ficci¨®n hab¨ªa sido inoculado. Naci¨® el 16 de junio de 1983, en Madrid. Lo dem¨¢s fue cuesti¨®n de crecer, esperar y tener suerte. Ver¨®nica la tuvo al encontrarse con Bigas Luna, que estaba realizando un casting para la pel¨ªcula Yo soy la Juani.
Puede que Bigas Luna fuera en apariencia fr¨ªvolo y superficial, pero en esto nunca fallaba. Ten¨ªa un olfato muy fino para descubrir el talento en agraz. Javier Bardem, Pen¨¦lope Cruz, Jordi Moll¨¤, Leonor Watling deben a este director el haber salido del anonimato para convertirse de repente en estrellas. A esta galer¨ªa de rostros ic¨®nicos de la pantalla se ha incorporado Ver¨®nica Echegui como una figura estelar. Bigas Luna buscaba a una chica de suburbio, llena de piercings, tal vez cajera de supermercado, rodeada de macarras, dispuesta a comerse el mundo, que sube a la ciudad armada solo con el tanga y un m¨®vil, para librarse de todos los problemas de un novio celoso, de una familia desestructurada, de una vida perra m¨¢s all¨¢ de las v¨ªas del tren.
Pese a ser en realidad todo lo contrario, tal vez Ver¨®nica Echegui pudo superar f¨¢cilmente la prueba, una entre 3.000 aspirantes para ser la protagonista de esa historia, porque no hab¨ªa perdido la ingenuidad infantil de aquel Cola Cao que hab¨ªa llenado de sue?os su imaginaci¨®n. Ya se sabe que ser un buen actor o actriz o es muy f¨¢cil o es imposible. No hay m¨¢s que ver la espontaneidad con que se mueve, mira, r¨ªe o calla para saber que todas esas pasiones las puede expresar Ver¨®nica Echegui sin darse cuenta. A una mujer el amor siempre le llega al alma a trav¨¦s del o¨ªdo. A una actriz la ficci¨®n, tambi¨¦n.
Princesa
Hija de un abogado y de una funcionaria, con nueve a?os les dijo a sus padres que quer¨ªa ser princesa o actriz, o tal vez reina del Cola Cao y, aunque esta propuesta caus¨® algunas risas en casa, la semilla ya hab¨ªa comenzado a germinar. Ver¨®nica estudi¨® en un colegio de monjas y soport¨® todos los traumas de una adolescencia torturada por la disciplina, pero hay que imaginarla libre en el parque junto con los chavales del barrio, el primer cigarrillo en los labios que ha sustituido el cucurucho del helado, el cuerpo rebelado contra las costuras y so?ando con hero¨ªnas de la pantalla, princesas o mujeres fatales, mintiendo a sus padres al asegurarles que se iba a matricular en turismo cuando a sus espaldas, con 17 a?os, hab¨ªa hecho un curso de improvisaci¨®n para presentarse despu¨¦s a las pruebas de acceso a la Real Escuela Superior de Arte Dram¨¢tico. All¨ª tuvo que recrear la escena de Rita Hayworth quit¨¢ndose lascivamente el guante en la pel¨ªcula Gilda. Puede que Ver¨®nica Echegui lo interpretara de forma excelente como lo que es: un estriptis de un solo brazo dando a entender que es en realidad del cuerpo entero. Pudo haber cantado Amado Mio, pero tuvo que recitar un fragmento de El amor en los tiempos del c¨®lera y declamar unos versos de El alcalde de Zalamea. Lo que haga falta. Despu¨¦s vino lo de siempre, un book de fotos, un representante, peque?os papeles y uno y otro castinghasta que la suerte se present¨® al doblar la esquina en forma de genio risue?o llamado Bigas Luna.
Tiene ese punto de naturalidad a la vez ingenua y descarada, de la que un buen director puede extraer hasta la tercera capa de los sentimientos sin abandonar esa mirada de gardu?a montaraz. Aunque Ver¨®nica Echegui podr¨ªa ser un buen material de las revistas del coraz¨®n, una de esas actrices que arrastra el carrito de las maletas en un aeropuerto perseguida por los paparazis que le meten el micr¨®fono en la boca preguntando por su ¨²ltimo novio, su talento natural hace que pese m¨¢s su imagen como animal de pantalla, que la puedes ver como misionera laica en Nepal o en un thriller finland¨¦s desgarrado o perseguida por la locura del karma en un callej¨®n del viejo Madrid, con un rostro que sintetiza una pasi¨®n colectiva. As¨ª son ellas hoy, libres, guerreras.
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