La segunda edad dorada del pop-rock espa?ol
La variedad de propuestas dispares y ricas hace que la salud musical de Espa?a est¨¦ seguramente en mejor forma que nunca
Dig¨¢moslo de una vez por todas: adi¨®s nostalgia y viva el presente. Adi¨®s nostalgia y viva el presente del pop-rock en espa?ol, todo un abanico de propuestas dispares y ricas que hacen que la salud musical de Espa?a est¨¦ seguramente en mejor forma que nunca. Dig¨¢moslo alto, sin medias tintas: vivimos la segunda edad dorada del pop-rock espa?ol, que nada tiene que envidiar a la de aquellos ochenta. A partir del impulso de la ¨²ltima generaci¨®n y la convivencia con los veteranos, podr¨ªamos hablar de la removida espa?ola.
Basta fijarse en este oto?o para ver hasta qu¨¦ punto el pop-rock espa?ol es un muestrario suculento. Los estupendos discos de francotiradores veteranos, forjados en la trastienda de los ochenta, como Josele Santiago, Julio Bustamente y Jos¨¦ Ignacio Lapido conviven con j¨®venes talentos, inquietos en su b¨²squeda de una obra personal y distintiva, como ?ngel Stanich y Jacobo Serra. Los trabajos de pesos pesados como Bunbury, Vetusta Morla y Xoel L¨®pez salen a la calle cuando antes han ido apareciendo los de Jorge Drexler, La Maravillosa Orquesta del Alcohol, Sidecars, Los Coronas, Rub¨¦n Pozo, Alejo Stivel, Ricardo Lez¨®n, Txetxu Altube¡ En todos hay canciones m¨¢s que interesantes. Y, entre tanto, en los m¨¢rgenes, aparecen figuras de molde propio, rara avis en el panorama espa?ol, cantando en ingl¨¦s y con sus pies en el cancionero norteamericano, demostrando aptitudes fabulosas como Salto, Joana Serrat y Nat Simons.
En este acotamiento oto?al tambi¨¦n se podr¨ªa mirar a los escenarios. Loquillo, Amaral, Leiva, Sidonie, Le¨®n Benavente, Coque Malla, Quique Gonz¨¢lez, Iv¨¢n Ferreiro, Ni?os Mutantes, Dani Mart¨ªn, Depedro, Viva Suecia, Rozal¨¦n, Manel¡ son algunos de los artistas espa?oles que viven su mejor momento. S¨ª, Loquillo tambi¨¦n, m¨¢s all¨¢ de todo el romanticismo de sus ochenta, llenando hoy en d¨ªa Las Ventas o el aforo grande del WiZink Center. Son nombres que han conseguido desde el buen hacer y la constancia construir su propio sendero, crear un p¨²blico cultivado y alimentar el cancionero espa?ol con cl¨¢sicos contempor¨¢neos.
Hagamos un ejercicio visionario: dentro de 25 a?os, los recopilatorios del pop-rock espa?ol deber¨ªan incluir canciones como El ¨²ltimo hombre en la Tierra de Coque Malla, La casa de mis padres de Quique Gonz¨¢lez, El pensamiento circular de Iv¨¢n Ferreiro, La lluvia en los zapatos de Leiva, Nubes de papel de Depedro, A d¨®nde ir de Viva Suecia o Tipo D de Le¨®n Benavente con el mismo valor que, tiempo atr¨¢s, tuvieron en Espa?a composiciones que ahora se entienden cl¨¢sicas de nuestra memoria, nacidas al calor de los ochenta. Por no hablar del flamenco, que superado ese rollo de fusi¨®n de los noventa, ha alumbrado voces que exploran y rompen clich¨¦s, estando llamadas a marcar ¨¦poca: Silvia P¨¦rez Cruz, Roc¨ªo M¨¢rquez, Rosal¨ªa, Ni?o de Elche, Miguel Poveda¡ Sus canciones tambi¨¦n marcan la gran evoluci¨®n de la m¨²sica popular de estos d¨ªas.
Hay calidad. De hecho, hay mucha calidad. Y, de hecho, hoy los discos est¨¢n mejor producidos que en los ochenta. Conviene se?alar que algunos de aquellos ¨¢lbumes, tan auspiciados por la cr¨ªtica y el p¨²blico en su momento, no han resistido tan bien el paso del tiempo. No digamos nombres para no herir sensibilidades. En aquellos a?os hubo un derroche creativo maravilloso y necesario acorde al hambre de la nueva y joven sociedad democr¨¢tica, que buscaba sepultar el franquismo, aunque musicalmente ya hab¨ªa surcos fascinantes previos a la movida madrile?a, como bien se encarga de contar Jes¨²s Ordov¨¢s en su ¨²ltimo libro Fiebre vivir, donde pone en valor la m¨²sica de los sesenta y setenta. Asimismo ahora los conciertos son mejores que antes, en buena parte porque la tecnolog¨ªa ha avanzado y, a diferencia de los ochenta cuando la industria estaba en otra dimensi¨®n y era ¨¦poca de vacas gordas, las bandas tienen que vivir del directo. Se lo juegan todo ah¨ª. Eso no deja tanto espacio a la autocomplacencia ni al piloto autom¨¢tico.
La inocencia de aquella conocida como edad de oro del pop-rock espa?ol fue una bendici¨®n, pero los tiempos de ahora tienen virtudes que hay que destacar. Espa?a ha ganado en profesionalizaci¨®n. Tiene una industria m¨¢s experta y mucho m¨¢s permeable a los cambios y que se ha visto obligada a crecer tambi¨¦n con el pulso de los independientes, esos indies de los noventa que abrieron sendas en el panorama hasta consolidar sus visiones en la siguiente generaci¨®n. De Los Planetas a Vetusta Morla, Izal, Miss Caffeina y todo el batall¨®n de artistas y bandas actuales.
El conjunto hace del pop-rock una escena llena de propuestas vivas, que se complementan y comparten inquietudes. M¨²sicos que se escuchan unos a otros y que escuchan las referencias de fuera, pendientes de los trabajos de las bandas estadounidenses y brit¨¢nicas pero tambi¨¦n trazando puentes con el cancionero latino, como en el caso de Santiago Auser¨®n, Xoel L¨®pez, Bunbury, Depedro, Drexler¡ Tanto es as¨ª que nunca antes hab¨ªa existido una relaci¨®n tan fluida entre los m¨²sicos. Es algo que he hablado con nombres como Lapido, Fernando Pardo, Iv¨¢n Ferreiro, Amaral, Xoel L¨®pez o Sabino Mend¨¦z, que han vivido otros tiempos. Las distintas generaciones comparten escenarios e ideas. Se retroalimentan. Hay competencia, como siempre, pero tambi¨¦n mayor madurez y m¨¢s buen rollo. Incluso se podr¨ªa decir que Sidonie, quienes comentaron todo esto en el encuentro de EL PA?S en el Sonorama Ribera junto a Ni?os Mutantes, han dado un himno a estas sensaciones con su canci¨®n Carreteras infinitas, todo un pelotazo en sus directos.
El circuito de festivales ha ayudado a todo esto, al igual que ha fomentado un p¨²blico determinado y amplio, dispuesto a vivir la experiencia de la m¨²sica en vivo de una forma distinta al tradicional p¨²blico de sala. Es una realidad, que ciertamente perjudica a los garitos de las ciudades y limita los directos a unos c¨®digos festivaleros. Pero Espa?a es pa¨ªs de festivales y, por tanto, hay al menos una veintena que son solventes y de una calidad notable, lugares de encuentro musical que permiten llevar grupos y artistas a sitios que de otra forma seguramente no ser¨ªa posible. El ejemplo perfecto es Sonorama Ribera, ubicado en Aranda de Duero. De hecho, los 20 a?os de crecimiento del Sonorama han ido paralelos a la consolidaci¨®n de esta segunda edad dorada del pop-rock espa?ol.
Toca, eso s¨ª, mejorar en las condiciones laborales de los m¨²sicos y los profesionales de la industria, algo en lo que ya trabajan distintas asociaciones y sindicatos musicales. El colectivo tiene que defender siempre sus derechos. Es b¨¢sico para que la profesionalizaci¨®n sea una realidad con todas las de la ley. Y hay concienciaci¨®n al respecto. A diferencia de anta?o, ya no hay tanta desconfianza entre m¨²sicos y hay s¨ªntomas saludables como la movilizaci¨®n conjunta por denunciar los abusos de la SGAE. Es una batalla que no ha hecho m¨¢s que empezar. Como tiene que concienciarse toda la escena musical espa?ola de la necesidad de que las mujeres tengan el espacio que se les quita. Por primera vez, las profesionales de la industria musical se han organizado para reclamar m¨¢s presencia en el sector. No puede haber edad de oro sin el papel protagonista de ellas.
Adi¨®s nostalgia y viva el presente. Es una ¨¦poca de esplendor, con un futuro prometedor en esa necesaria comunicaci¨®n con el actual continente latinoamericano, que tambi¨¦n est¨¢ muy hambriento. Una ¨¦poca en la que Juan Perro (Santiago Auser¨®n) puede defender su maravilloso El viaje, con ese homenaje a los sonidos cubanos, mientras un joven grupo llamado Morgan sale de la nada para transportar al ¨¦xtasis con su m¨²sica forajida, cantada en perfectos ingl¨¦s y espa?ol. Dos propuestas muy distintas, dos generaciones que les separan 30 a?os pero les une su gran calidad. Dig¨¢moslo sin cors¨¦s: vivimos la segunda edad dorada del pop-rock espa?ol. Disfrutemos de esta removida espa?ola, pero tambi¨¦n hagamos que dure mucho m¨¢s tiempo que la primera. Un primer paso tiene que ser valorarla como justamente merece en este pa¨ªs donde siempre la cultura necesita reivindicarse.
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