Tebeorama: De paseo por nuevos mundos sin salir de este
Sesenta a?os despu¨¦s del inmortal 'El Eternauta', el noveno arte se dirige con miradas renovadas hacia Latinoam¨¦rica
La mirada hacia Latino?am¨¦rica nunca volvi¨® a ser la misma tras aquellas estremecedoras im¨¢genes de un Buenos Aires nevado, en silencio, en el que H.?G. Oesterheld y Solano L¨®pez hicieron caminar a su inmortal El Eternauta. Sesenta a?os despu¨¦s de aquel momento, el noveno arte vuelve a dirigirse hacia aquellos pa¨ªses con nuevas miradas renovadas. La ficci¨®n sigue siendo un elemento v¨¢lido de an¨¢lisis de posibles pasados que dialogan con la realidad, como hace Agust¨ªn Ferrer Casas en Arde Cuba (Grafito Editorial), que recuerda la revoluci¨®n castrista de la mano, nada m¨¢s y nada menos, de Errol Flynn, retomando la filmaci¨®n real del documental Cuban Story para crear un nuevo destino para Camilo Cienfuegos. El elegante y escrupulosamente documentado dibujo permite leer m¨¢s all¨¢ de la invenci¨®n para establecer dos niveles paralelos, en el que historia y aventura se entremezclan con acierto. Pero la potencia del c¨®mic es de tal calibre que puede dejar de lado sin prejuicios el decorado de la ficci¨®n y entrar en la narraci¨®n de la realidad desnuda.
Adi¨®s mi Habana, de Anna Velt?fort (Verbum), lleva al lector al mismo escenario y momento que la anterior obra, pero aporta una perspectiva distinta. Desde su experiencia en Cuba en los a?os sesenta, la autora recuerda los inicios de la revoluci¨®n castrista, pero con la mirada cr¨ªtica de la persecuci¨®n y hostigamiento que sufri¨® por su condici¨®n de homosexual. Existe, tambi¨¦n, una opci¨®n intermedia: la que deciden usar Jorge Gonz¨¢lez y Olivier Bras en?Maldito Allende! (ECC Ediciones). Parte de un trabajo corto de periodismo en c¨®mic para La Revue Dessin¨¦e para indagar m¨¢s en el tema y tomar un camino diferente, creando la memoria ficticia de un chileno que vuelve a su pa¨ªs para estudiar las figuras de Allende y Pinochet. En un complejo y dif¨ªcil ejercicio de equilibrio, los autores retratan en paralelo a pol¨ªtico y dictador, no buscando una equidistancia objetiva, imposible tras el pasado, sino intentando comprender su realidad para entender el pasado ya escrito. Gonz¨¢lez exprime sus acuarelas hasta un expresionismo doloroso, que matiza de sentimientos y emociones el trabajo period¨ªstico de Bras en una conjunci¨®n perfecta que deja en el lector el peso de las decisiones.
En este caminar por otros mundos, la historieta nos puede llevar sin sobresaltos hasta Asia, hasta ese Jap¨®n donde el manga reina incondicionalmente y genera una cultura apabullante en una complejidad de la que apenas nos llegan ecos. Poco a poco se van resolviendo las ausencias de los grandes dibujantes de manga, como Kazuo Kamimura, conocido en Occidente m¨¢s por la Lady Snowblood que encandil¨® a Tarantino que por el conjunto de una obra de exquisito existencialismo o por ser el maestro de Jiro Taniguchi. A la espera de que alguna vez nos llegue la magistral Dosei Dijai (Cuando vivimos juntos), ECC Ediciones publica en Espa?a la no menos imponente El club del divorcio, dur¨ªsimo relato de la cotidianeidad de un club nocturno japon¨¦s de los a?os setenta, que se adentra en el dif¨ªcil encaje de una mujer divorciada en una sociedad tan tradicionalista como machista. El delicado trazo de Kamimura alza un retrato de la soledad en el que la tristeza es la ¨²nica constante. Una tristeza deses?perante, agobiante, que impregna cada trazo del dibujo de unos personajes que son incapaces de mirarse a los ojos.
El c¨®mic permite tambi¨¦n parafrasear a Eluard y buscar nuevos mundos sin salir de este hasta llegar al surrealismo desbordado, como proponen Santiago Garc¨ªa y David S¨¢nchez en Museomaquia (Astiberri), uno de esos regalos envenados que en manos de otros autores podr¨ªa haber sido un encargo mec¨¢nico, pero que estos dos autores han sabido transformar en reto desafiante al lector. Para conmemorar el 25? aniversario del Museo Thyssen Bornemisza, Garc¨ªa y S¨¢nchez transfiguran el propio museo en el paisaje on¨ªrico por el que deambula un joven caballero sin rumbo, dejando que las obras tomen vida en un relato donde el arte es el ¨²nico protagonista de una b¨²squeda por este nuevo sue?o de Pol¨ªfilo, creando conexiones a trav¨¦s del tiempo y el estilo que derrumban las barreras del arte para construir una visi¨®n ¨²nica, reproduciendo ese estado de confusi¨®n y fascinaci¨®n que provoca la visita a un museo. Onirismo del que participa Sabor a coco, de Renaud Dillies (La C¨²pula), homenaje confeso a esa joya ¨²nica del arte que es el Krazy Kat de George Herriman que visita ahora ¡ªno se lo pierdan¡ª el Museo Reina Sof¨ªa. Dillies es consciente de que la sombra de Coconino es alargada, de la imposibilidad de acercarse al original, por lo que decide usarlo en constante referencia que certifica la validez hoy de aquellas propuestas que encandilaron a Picasso.
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