Galopes firmes y riendas por tensar

Claudia Faci, desnuda, con larga melena de plata, como si fuera a la vez la Luna y la Muerte de la pieza, arranca con la admonici¨®n de Comedia sin t¨ªtulo: buen injerto. Al final, en el bosque, ser¨¢ la Muerte con la encarnadura de la Mendiga. Su fuerza es el taladro de su mirada. Tendencia a enfatizar palabras: no creo que le haga falta. Minucioso espacio sonoro de ?scar Villegas. Destellos met¨¢licos, como c¨ªmbalos. Rasgueo de guitarra, rumores de arroyo, cigarras bajo el sol de agosto. Ladridos de perros lejanos, un galope, campanadas de boda y muerte. El trueno de un tronco que cae del cielo. Muy hermosas la escenograf¨ªa y las luces de Elisa Sanz y Paloma Parra. Una caja de paredes blancas. Paneles que crean paisajes. Un amarillo ardiente, como un trigal de Caneja, para la Madre y el Novio. El interior rojo, casi mexicano, de la alcoba de Leonardo y su mujer. Azul de crep¨²sculo para la casa de la Novia. Una simple y eficaz guirnalda de luces para la fiesta. El vestuario de Sanz lleva la obra a lo atemporal: a ratos parece que estamos en los a?os treinta, a veces en los setenta.

Inteligentes resoluciones de direcci¨®n junto a desigualdades, altibajos. Creo que Messiez a veces coloquializa demasiado el texto, rebajando sus altos alcoholes. O pasa (insisto: a veces) de lo coloquial a lo elevado, al vuelo l¨ªrico, en un juego arriesgado de contrastes s¨²bitos, donde se pierde la cadencia. El pasaje de la Luna en el bosque se escucha en off, sin plasmaci¨®n esc¨¦nica. No me parece una gran idea: a ese toro hay que entrarle de frente.

La reina de la funci¨®n es la actriz Gloria Mu?oz, con la amargura fiera de C¨¢ndida Losada y, al final, en el treno f¨²nebre, el voltaje tr¨¢gico de Mar¨ªa Casares: cuando atrapa la oscura ra¨ªz del grito, todos contenemos la respiraci¨®n. Estefan¨ªa de los Santos, casi actriz fetiche de Messiez, es esa Criada que anticipa a la Poncia. Siempre en tono, lleva la verdad hasta en las puntas de los dedos, con la gracia y la fuerza de Rafaela Aparicio. Gran escena: cuando peina a la Novia y le habla de la boda, como a una ni?a, y con la malignidad de Poncia siembra simientes de caballos insomnes.

El montaje pasa a veces de lo coloquial a lo elevado en un juego arriesgado de contrastes s¨²bitos, donde se pierde la cadencia

La Novia es Carlota Gavi?o. Quiz¨¢ le falta modulaci¨®n, pero en sus mejores momentos te atrapa y te lleva: cuando sonr¨ªe y se le ilumina la cara; cuando parece estar en otro lugar, y ese lugar (¡°un mal aire en el centro¡±) es la pasi¨®n de Leonardo. Sus cotas son la despedida en el bosque y el terrible crescendo final con la Madre, las dos para siempre viudas. Francesco Carril (Leonardo) me lleg¨® m¨¢s en Furiosa Escandinavia, de Antonio Rojano. Aqu¨ª parece un ni?o grande: es una opci¨®n, pero en mi opini¨®n le falta ferocidad, temblor oscuro, y le sobran gesticulaciones. Alcanza la ebullici¨®n en la citada escena del bosque, iluminados los amantes por linternas, ci?endo muy bien el verso.

Guadalupe ?lvarez Luch¨ªa, actriz y cantante argentina, es la mujer de Leonardo, que parece salida de un melodrama de Arturo Ripstein, desgarrada y rota por igual cantando la Nana del caballo grande y el Peque?o vals vien¨¦s. Recordar¨¦ tambi¨¦n la sobriedad del Novio a cargo de Juli¨¢n Ortega, hijo de Gloria Mu?oz y Jos¨¦ Antonio Ortega. Pilar G¨®mez es la Vecina, en lo que se dir¨ªa un cari?oso homenaje a Chus Lampreave.

Convendr¨ªa ajustar las riendas de la larga escena del convite de bodas. Hay demasiado coraz¨®n, como cantaba Willy DeVille. Con eso quiero decir que Messiez quiere abrazar, convidar a m¨¢s Federicos: el Lorca de Poeta en Nueva York (¡°Cielo vivo¡±), que recita, muy bien, el Padre (Carmen Le¨®n), ¡°un poema¡±, dice, ¡°que nunca he entendido del todo, pero siempre me ha parecido muy precioso¡±, y el Vals vien¨¦s (?por qu¨¦ servir poema y canci¨®n de espaldas al p¨²blico, sin las miradas de las actrices?), con ?scar Villegas a la guitarra el¨¦ctrica, y una breve humorada (graciosa, pero un poco sobrante) sobre La casada infiel, a cargo de Juan Ceacero y Fernando Delgado-Hierro, tambi¨¦n, luego, una mezcla un tanto confusa de le?adores y amantes desbocados. Messiez a?ade adem¨¢s redundancias como Y sin embargo te quiero, con do?a Juana Reina, karaokeada por Pilar Berg¨¦s, y el no menos soberbio pero remachante Soy lo prohibido, de Bambino. Se alarga y desequilibra la escena: toda la tensi¨®n la lleva (?otra lecci¨®n, otro aplauso!) Gloria Mu?oz en sus miradas, en sus silencios.

Caen las paredes blancas, llega la noche del bosque. Se descuelgan metales como espejos, ¨¢rboles negros. Pilar Berg¨¦s forma tr¨ªo con los invitados l¨²bricos, y remontada esa escena y el off lunar, la funci¨®n recupera el pulso, sube y sube, y la emoci¨®n va sin bridas hasta el final, hasta la gran tragedia. Las escenas ¨²ltimas no requieren subrayados: solo decir el texto con el coraz¨®n en la boca, con toda el alma. Y vaya si se consigue.

Tambi¨¦n he visto La dama duende, de Calder¨®n, en el Cl¨¢sico. Sensacional reparto, ritmazo incesante. Vayan corriendo. El s¨¢bado se lo cuento.

Bodas de sangre, de Garc¨ªa Lorca. Director: Pablo Messiez. Int¨¦rpretes: Gloria Mu?oz, Carlota Gavi?o, Juli¨¢n Ortega, Estefan¨ªa de los Santos y otros. Teatro Mar¨ªa Guerrero (Madrid). Hasta el 10 de diciembre.